/ viernes 16 de octubre de 2020

12 de octubre no se olvida

Sigue viva la polémica sobre la llegada de los españoles a territorio americano, que si fue encuentro, descubrimiento, colonización, etcétera; la verdad es que fue todo eso y más. Hay elementos históricos y sociales que hacen complejo el análisis y el diagnóstico de ese acontecimiento que afectó (¿o benefició?) a nuestro continente.

“Tal situación ni nos beneficia ni nos perjudica, sino todo lo contrario”, dicen que dijo Luis Echeverría. Ahora el gobierno de la 4T, ante tal acontecimiento, pide que la corona española se disculpe por los agravios de genocidio, racismo, saqueo y explotación de riquezas.

Esa “pandemia” de conquista de pueblos y territorios ajenos no era exclusiva de los españoles, era la forma “normal” de la colonización; la historia de la humanidad está repleta de esos acontecimientos. El objetivo: dominar, saquear, explotar e imponer religiones y cultura, así como controlar el mercado. Aquí mismo los aztecas tenían bajo su dominio una buena parte del territorio que hoy es México. Aprovecho para señalar que esos pueblos dominados generó odio hacia los conquistadores aztecas. Los primeros, mis paisanos totonacas de Zempoala; después los tlaxcaltecas, más numerosos y resentidos, principales combatientes en la toma de Tenochtitlan. Hay quien se atreve a decir que la conquista la hicieron los indígenas.

Ya consumada la conquista de la capital azteca, mediante una matanza cruel e inhumana, siguió la repartición territorial y durante tres siglos la nominaron la “Nueva España”, cuyas autoridades políticas (el Virrey) era nombrado en España. Tres siglos después nació la patria que hoy es México.

Paralela a esa conquista bestial estaba la conquista religiosa de los indígenas, no tan inhumana como la primera, pero sí violenta, tal y como ha sido la historia del catolicismo (las Cruzadas, los Templarios, la Inquisición). La jerarquía católica creía que los indígenas no tenían alma, posteriormente rectificaron y concluyeron que los indios sí tenían alma, pero los negros, no. ¿Habrá que pedir disculpa a la jerarquía católica romana y española?

Ahora los métodos de conquista no son tan brutales como hace 500 años, la “pandemia” conquistadora (¿sería éste el principio de la globalización?) del naciente sistema capitalista, como ya lo había diagnosticado Carlos Marx, “rezumaba sangre y fango por todos los poros”. Ahora es el mercado mundial el que domina nuestras vidas y la política. Dice Eduardo Galeano: “El mercado es un dios invisible, un dios muy cruel, muy grande, que manda y ordena nuestros destinos”.

No quiero dejar de compartir con mis amigos lectores esta visión de Galeano sobre la conquista: “En 1942 los nativos “descubrieron” que eran indios, “descubrieron” que vivían en América, “descubrieron” que estaban desnudos, “descubrieron” que existía el pecado, “descubrieron” que debían obediencia a un rey y una reina de otro mundo y a un dios de otros cielos, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y que había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol, a la luna, a la tierra y a la lluvia que la mojaba”.

Sigue viva la polémica sobre la llegada de los españoles a territorio americano, que si fue encuentro, descubrimiento, colonización, etcétera; la verdad es que fue todo eso y más. Hay elementos históricos y sociales que hacen complejo el análisis y el diagnóstico de ese acontecimiento que afectó (¿o benefició?) a nuestro continente.

“Tal situación ni nos beneficia ni nos perjudica, sino todo lo contrario”, dicen que dijo Luis Echeverría. Ahora el gobierno de la 4T, ante tal acontecimiento, pide que la corona española se disculpe por los agravios de genocidio, racismo, saqueo y explotación de riquezas.

Esa “pandemia” de conquista de pueblos y territorios ajenos no era exclusiva de los españoles, era la forma “normal” de la colonización; la historia de la humanidad está repleta de esos acontecimientos. El objetivo: dominar, saquear, explotar e imponer religiones y cultura, así como controlar el mercado. Aquí mismo los aztecas tenían bajo su dominio una buena parte del territorio que hoy es México. Aprovecho para señalar que esos pueblos dominados generó odio hacia los conquistadores aztecas. Los primeros, mis paisanos totonacas de Zempoala; después los tlaxcaltecas, más numerosos y resentidos, principales combatientes en la toma de Tenochtitlan. Hay quien se atreve a decir que la conquista la hicieron los indígenas.

Ya consumada la conquista de la capital azteca, mediante una matanza cruel e inhumana, siguió la repartición territorial y durante tres siglos la nominaron la “Nueva España”, cuyas autoridades políticas (el Virrey) era nombrado en España. Tres siglos después nació la patria que hoy es México.

Paralela a esa conquista bestial estaba la conquista religiosa de los indígenas, no tan inhumana como la primera, pero sí violenta, tal y como ha sido la historia del catolicismo (las Cruzadas, los Templarios, la Inquisición). La jerarquía católica creía que los indígenas no tenían alma, posteriormente rectificaron y concluyeron que los indios sí tenían alma, pero los negros, no. ¿Habrá que pedir disculpa a la jerarquía católica romana y española?

Ahora los métodos de conquista no son tan brutales como hace 500 años, la “pandemia” conquistadora (¿sería éste el principio de la globalización?) del naciente sistema capitalista, como ya lo había diagnosticado Carlos Marx, “rezumaba sangre y fango por todos los poros”. Ahora es el mercado mundial el que domina nuestras vidas y la política. Dice Eduardo Galeano: “El mercado es un dios invisible, un dios muy cruel, muy grande, que manda y ordena nuestros destinos”.

No quiero dejar de compartir con mis amigos lectores esta visión de Galeano sobre la conquista: “En 1942 los nativos “descubrieron” que eran indios, “descubrieron” que vivían en América, “descubrieron” que estaban desnudos, “descubrieron” que existía el pecado, “descubrieron” que debían obediencia a un rey y una reina de otro mundo y a un dios de otros cielos, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y que había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol, a la luna, a la tierra y a la lluvia que la mojaba”.