/ miércoles 9 de enero de 2019

2019, pronósticos, el presente difícil e incierto

El desorden incómoda, no poder predecir el futuro nos desespera, no anticipar el mañana puede enloquecernos. Por eso, cuando iniciamos cada año, la mayoría, por razones de salud mental, tenemos que asumir que el año entrante será mejor que el saliente. De lo contrario, ¿cómo despertaríamos cada mañana?

Pero les tengo que advertir que 2019 será caótico políticamente, pero, a diferencia de otros inicios de año, iniciamos con esperanza.

Albert Einstein dijo: "Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados". La clase política obviamente vivió décadas de ciclos de locuras, se aferró al poder usando las viejas mañanas. Comportándose en los últimos 20 años exactamente de la misma forma, cometiendo los mismos errores y sí, continuando con la cultura del agandalle: pensaron que no habría consecuencias de promover políticas injustas, beneficiarse a costa del pueblo y sin preocuparse por la prosperidad del país, especialmente de los más desprotegidos y los más pobres.

Andrés Manuel López Obrador entendió esta justificada ira del electorado que lo impulsó al poder. La esperanza que se vive en 2019 es que, por lo menos busca cambios radicales a la forma de gobernar. Ante la desigualdad y la inseguridad que se viven en el país, por más que incomode muchos, tener cambios dramáticos en 2019 se equipara a esperanza, ya que las cosas no pueden empeorar, ¿verdad?

Todo depende si AMLO presidirá un sexenio de "disrupción".

En este espacio en los últimos años hemos analizado el concepto del término en inglés de "disruptors". Se les llama disruptores a aquellos que rompen paradigmas, son innovadores, buscando ser más competitivos. Generalmente está vinculado a una nueva clase empresarial que busca construir.

Pero, como subrayamos hace más de un año, "la política, disrupción se está traduciendo en destrucción de las democracias. Hace varios años les describí como "en el caso de los disruptores, en la política, es que tienen mucha más credibilidad que las instituciones, medios de comunicación, clase política, datos científicos y cuantificables. El descrédito del status quo es lo que les da poder y credibilidad.

López Obrador es un presidente "disruptor", tendrá una visión clara de que reemplazará el actual paradigma de gobernabilidad en México.

Si no tiene claridad de cuáles serán los impactos de los extraordinarios poderes que le dio el electorado, y no ha anticipado cómo las reformas que está promoviendo cambiarán a México, entonces su sexenio será caótico.

Si la historia de los conceptos básicos de economía, finanzas, políticas industriales y de reducción de pobreza nos sirven de alguna referencia, podríamos asumir que será un mal gobierno. Hay una pregunta fundamental que no han podido responder: ¿por qué su gobierno será menos corrupto y más productivo, especialmente ante la dramática reducción de salarios y de personal?

Personalmente, no creo que López Obrador sea un presidente destructor. Lo que preocupa es su equipo y la capacidad que tenga de traducir su visión del futuro de México, aterrizarla y que no resulte un rotundo fracaso.

Hay un aspecto injusto y difícil que es necesario conciliar con los programas que está tratando de implementar AMLO: tendrá que pasar hasta una década para que muchos de los beneficios de la reestructuración que está promoviendo el Presidente tengan un impacto en la vida diaria de los mexicanos. La pregunta es: ¿habrá suficiente paciencia para aguantar y los cuestionamientos que a corto plazo podrían poner en jaque el futuro y la visión de AMLO?

Y es que lo que se dice en una campaña electoral forma parte de lo que se conoce como la pirotecnia política propia de la competencia, pero que tiende a desaparecer una vez que se inicia el ejercicio de gobierno.

El desorden incómoda, no poder predecir el futuro nos desespera, no anticipar el mañana puede enloquecernos. Por eso, cuando iniciamos cada año, la mayoría, por razones de salud mental, tenemos que asumir que el año entrante será mejor que el saliente. De lo contrario, ¿cómo despertaríamos cada mañana?

Pero les tengo que advertir que 2019 será caótico políticamente, pero, a diferencia de otros inicios de año, iniciamos con esperanza.

Albert Einstein dijo: "Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados". La clase política obviamente vivió décadas de ciclos de locuras, se aferró al poder usando las viejas mañanas. Comportándose en los últimos 20 años exactamente de la misma forma, cometiendo los mismos errores y sí, continuando con la cultura del agandalle: pensaron que no habría consecuencias de promover políticas injustas, beneficiarse a costa del pueblo y sin preocuparse por la prosperidad del país, especialmente de los más desprotegidos y los más pobres.

Andrés Manuel López Obrador entendió esta justificada ira del electorado que lo impulsó al poder. La esperanza que se vive en 2019 es que, por lo menos busca cambios radicales a la forma de gobernar. Ante la desigualdad y la inseguridad que se viven en el país, por más que incomode muchos, tener cambios dramáticos en 2019 se equipara a esperanza, ya que las cosas no pueden empeorar, ¿verdad?

Todo depende si AMLO presidirá un sexenio de "disrupción".

En este espacio en los últimos años hemos analizado el concepto del término en inglés de "disruptors". Se les llama disruptores a aquellos que rompen paradigmas, son innovadores, buscando ser más competitivos. Generalmente está vinculado a una nueva clase empresarial que busca construir.

Pero, como subrayamos hace más de un año, "la política, disrupción se está traduciendo en destrucción de las democracias. Hace varios años les describí como "en el caso de los disruptores, en la política, es que tienen mucha más credibilidad que las instituciones, medios de comunicación, clase política, datos científicos y cuantificables. El descrédito del status quo es lo que les da poder y credibilidad.

López Obrador es un presidente "disruptor", tendrá una visión clara de que reemplazará el actual paradigma de gobernabilidad en México.

Si no tiene claridad de cuáles serán los impactos de los extraordinarios poderes que le dio el electorado, y no ha anticipado cómo las reformas que está promoviendo cambiarán a México, entonces su sexenio será caótico.

Si la historia de los conceptos básicos de economía, finanzas, políticas industriales y de reducción de pobreza nos sirven de alguna referencia, podríamos asumir que será un mal gobierno. Hay una pregunta fundamental que no han podido responder: ¿por qué su gobierno será menos corrupto y más productivo, especialmente ante la dramática reducción de salarios y de personal?

Personalmente, no creo que López Obrador sea un presidente destructor. Lo que preocupa es su equipo y la capacidad que tenga de traducir su visión del futuro de México, aterrizarla y que no resulte un rotundo fracaso.

Hay un aspecto injusto y difícil que es necesario conciliar con los programas que está tratando de implementar AMLO: tendrá que pasar hasta una década para que muchos de los beneficios de la reestructuración que está promoviendo el Presidente tengan un impacto en la vida diaria de los mexicanos. La pregunta es: ¿habrá suficiente paciencia para aguantar y los cuestionamientos que a corto plazo podrían poner en jaque el futuro y la visión de AMLO?

Y es que lo que se dice en una campaña electoral forma parte de lo que se conoce como la pirotecnia política propia de la competencia, pero que tiende a desaparecer una vez que se inicia el ejercicio de gobierno.