/ miércoles 5 de enero de 2022

2022, año para escuchar

Sin la justicia, ¿qué son los reinos sino una partida de salteadores? (San Agustín). Los megalómanos lo son por sí mismos. Tienen imágenes delirantes de sí mismos y así mismos se convencen de su grandeza. La repetición es intencional: se trata de subrayar el así mismo para destacar el único viaje posible del pensamiento y propósito del megalómano: desde sí y para sí, origen y destino, cumbre y nunca abismo, acierto y nunca error.

Pedro Arturo Aguirre ha escrito una deliciosa Historia Mundial de la Megalomanía en la que recoge pasajes absurdos, insólitos, indignantes o ridículos de los megalómanos que en el mundo han sido. Lectura recomendable, sin duda.

Pero hay algo más del así mismo y desde sí mismo en la vida del megalómano, lo es desde adentro, pero necesita a los otros, y muchos son, muchísimos los que optan por dar incienso y razón a los megalómanos, culto y adoración, adulación y obediencia.

Sin ellos, los megalómanos le hablarían al vacío, comandarían batallones de fantasmas y contarían entre sus seguidores a los invisibles.

Para ellos existen. Son capaces de aplaudir la decisión más descabellada, dar la razón a la sinrazón, arrodillarse a su paso cantando loas y enfrentarse a puñetazos o con bombas a quienes difieran.

Los mega espejos o mega aduladores existen en todas partes. Si el gran líder dice una barbaridad, la aplauden y defienden; si los pone a cantar en coro, lo hacen; si los viste de un color, se lo ponen; si dice que el sol enfría, lo juran, y si afirma que a partir de hoy el agua del mar es dulce, la saborean. Sometimiento que para el megalómano es lealtad.

Por eso escalan posiciones altas, las más altas después del inmortal. Viven de arrullar el corazón del megalómano, de acariciar el suelo que pisa y de inclinar la espalda. Mientras el megalómano está en la cumbre, tienen un sitio asegurado en la cima. No aconsejan, repiten; no piensan, obedecen; no preguntan, asienten; no discurren, acatan; no alertan, halagan.

Prohibido el pensamiento propio. Y aunque de vez en vez tengan alguno, lo reprimen. Los hay calculadores, mezquinos, ingenuos, inteligentes, cobardes, manipuladores, ambiciosos. No importa el calificativo que merezcan, el megalómano los necesita en círculo, redándolo, halagándolo. Sin éstas sombras él sería menos luz; sin éstas obediencias sería menos fuerte; sin éstas presencias cabizbajas sería falible. Todos los megalómanos del pasado y del presente han requerido de estos mega espejos, en grupos de cinco o formados en ejércitos, contados por miles o por millones.

Casi siempre se recuerda a los megalómanos funestos que arrastraron a países a la guerra o a pueblos enteros a la autodestrucción; a grupo de fanáticos al suicidio o a individuos a la inmolación. Pero poco se habla de los mega espejos, los que hicieron posible alcanzar el poder y lo ejerciera hasta desembocar en el desastre.

Los mega aduladores son un peligro para todos, incluso para los poderosos que no están enfermos de megalomanía y que pueden terminar en ella, agobiados de tanto tener razón, de ser tan brillantes y no equivocarse nunca.

Y son un riesgo para las organizaciones, las comunidades, los estados y los países, tienden un círculo en torno al caudillo y le inventan un mundo, espejos que le devuelven al líder la imagen que éste tiene de sí mismo y de la realidad. Son capaces de desvirtuarlo todo, de negarlo todo, con tal de seguir cerca del poder y amamantarse. No pasan a la historia, pero cómo inciden en ella.

¡Cuidado, mujeres y hombres de poder, cuidado ciudadanos! México tiene problemas a raudales.

Tenemos todo tipo de problemas: grandes y chicos. Son tantos nuestros problemas, tantísimos que, a ratos, de mirar a otra parte y salir corriendo.

Dos son, sin embargo, nuestros meta-problemas mayores. Primero un discurso machacón que insiste en que ya sabemos cuáles son las soluciones y que el problema es sólo de voluntad e implementación. Segundo y muy vinculado a la anterior, la poca disposición, casi diría aversión a mirar la realidad con ojos frescos, a probar cosas nuevas, a experimentar, a intentar y quizá atinarle.

¿De verdad avanzamos? ¿Es cierto que somos distintos a los de antes? Nos faltan muchas de las piezas del rompecabezas requerido para entender, y para encontrar esas piezas faltantes, tenemos que crearlas.

Sí, sí, inventarlas, con rigor, pero también con ojos agudos y honestos, con imaginación grande y con la valentía para equivocarnos. Urge dejar de seguir privilegiando particularmente entre otros a los que ya tienen hoy una posición de poder, la copia y la repetición. Nos hace falta volver a creer en nosotros.

Una de las armas que tienen los grandes negociadores es su capacidad de escuchar. Este punto lo subrayo varias veces, ya que es una técnica fácil de aprender y poderosa en su uso en una negociación. Lo que me sigue sorprendiendo es que funcionarios, gobiernos dejaron de escuchar hace algunos años.

Y si algo se requiere de la clase política en 2022 es un poco de silencio. Pero lo más importante en el 22 es escuchar a los ciudadanos. Y sí, las encuestas son una forma de entender lo que sienten y necesitan los mexicanos.

Pero claramente no es suficiente para entender cómo se comportarán en los siguientes años.

Pero los partidos, posibles candidatos, la clase política en general se han dedicado a hablar, perdón, disculpe usted, a gritarse entre sí.

Sin la justicia, ¿qué son los reinos sino una partida de salteadores? (San Agustín). Los megalómanos lo son por sí mismos. Tienen imágenes delirantes de sí mismos y así mismos se convencen de su grandeza. La repetición es intencional: se trata de subrayar el así mismo para destacar el único viaje posible del pensamiento y propósito del megalómano: desde sí y para sí, origen y destino, cumbre y nunca abismo, acierto y nunca error.

Pedro Arturo Aguirre ha escrito una deliciosa Historia Mundial de la Megalomanía en la que recoge pasajes absurdos, insólitos, indignantes o ridículos de los megalómanos que en el mundo han sido. Lectura recomendable, sin duda.

Pero hay algo más del así mismo y desde sí mismo en la vida del megalómano, lo es desde adentro, pero necesita a los otros, y muchos son, muchísimos los que optan por dar incienso y razón a los megalómanos, culto y adoración, adulación y obediencia.

Sin ellos, los megalómanos le hablarían al vacío, comandarían batallones de fantasmas y contarían entre sus seguidores a los invisibles.

Para ellos existen. Son capaces de aplaudir la decisión más descabellada, dar la razón a la sinrazón, arrodillarse a su paso cantando loas y enfrentarse a puñetazos o con bombas a quienes difieran.

Los mega espejos o mega aduladores existen en todas partes. Si el gran líder dice una barbaridad, la aplauden y defienden; si los pone a cantar en coro, lo hacen; si los viste de un color, se lo ponen; si dice que el sol enfría, lo juran, y si afirma que a partir de hoy el agua del mar es dulce, la saborean. Sometimiento que para el megalómano es lealtad.

Por eso escalan posiciones altas, las más altas después del inmortal. Viven de arrullar el corazón del megalómano, de acariciar el suelo que pisa y de inclinar la espalda. Mientras el megalómano está en la cumbre, tienen un sitio asegurado en la cima. No aconsejan, repiten; no piensan, obedecen; no preguntan, asienten; no discurren, acatan; no alertan, halagan.

Prohibido el pensamiento propio. Y aunque de vez en vez tengan alguno, lo reprimen. Los hay calculadores, mezquinos, ingenuos, inteligentes, cobardes, manipuladores, ambiciosos. No importa el calificativo que merezcan, el megalómano los necesita en círculo, redándolo, halagándolo. Sin éstas sombras él sería menos luz; sin éstas obediencias sería menos fuerte; sin éstas presencias cabizbajas sería falible. Todos los megalómanos del pasado y del presente han requerido de estos mega espejos, en grupos de cinco o formados en ejércitos, contados por miles o por millones.

Casi siempre se recuerda a los megalómanos funestos que arrastraron a países a la guerra o a pueblos enteros a la autodestrucción; a grupo de fanáticos al suicidio o a individuos a la inmolación. Pero poco se habla de los mega espejos, los que hicieron posible alcanzar el poder y lo ejerciera hasta desembocar en el desastre.

Los mega aduladores son un peligro para todos, incluso para los poderosos que no están enfermos de megalomanía y que pueden terminar en ella, agobiados de tanto tener razón, de ser tan brillantes y no equivocarse nunca.

Y son un riesgo para las organizaciones, las comunidades, los estados y los países, tienden un círculo en torno al caudillo y le inventan un mundo, espejos que le devuelven al líder la imagen que éste tiene de sí mismo y de la realidad. Son capaces de desvirtuarlo todo, de negarlo todo, con tal de seguir cerca del poder y amamantarse. No pasan a la historia, pero cómo inciden en ella.

¡Cuidado, mujeres y hombres de poder, cuidado ciudadanos! México tiene problemas a raudales.

Tenemos todo tipo de problemas: grandes y chicos. Son tantos nuestros problemas, tantísimos que, a ratos, de mirar a otra parte y salir corriendo.

Dos son, sin embargo, nuestros meta-problemas mayores. Primero un discurso machacón que insiste en que ya sabemos cuáles son las soluciones y que el problema es sólo de voluntad e implementación. Segundo y muy vinculado a la anterior, la poca disposición, casi diría aversión a mirar la realidad con ojos frescos, a probar cosas nuevas, a experimentar, a intentar y quizá atinarle.

¿De verdad avanzamos? ¿Es cierto que somos distintos a los de antes? Nos faltan muchas de las piezas del rompecabezas requerido para entender, y para encontrar esas piezas faltantes, tenemos que crearlas.

Sí, sí, inventarlas, con rigor, pero también con ojos agudos y honestos, con imaginación grande y con la valentía para equivocarnos. Urge dejar de seguir privilegiando particularmente entre otros a los que ya tienen hoy una posición de poder, la copia y la repetición. Nos hace falta volver a creer en nosotros.

Una de las armas que tienen los grandes negociadores es su capacidad de escuchar. Este punto lo subrayo varias veces, ya que es una técnica fácil de aprender y poderosa en su uso en una negociación. Lo que me sigue sorprendiendo es que funcionarios, gobiernos dejaron de escuchar hace algunos años.

Y si algo se requiere de la clase política en 2022 es un poco de silencio. Pero lo más importante en el 22 es escuchar a los ciudadanos. Y sí, las encuestas son una forma de entender lo que sienten y necesitan los mexicanos.

Pero claramente no es suficiente para entender cómo se comportarán en los siguientes años.

Pero los partidos, posibles candidatos, la clase política en general se han dedicado a hablar, perdón, disculpe usted, a gritarse entre sí.