/ martes 11 de enero de 2022

2022: ¿Qué nos debe importar sobre la inflación?

Winston Churchill decía que “la crítica no agrada pero es necesaria, pues funciona como el dolor en el cuerpo humano, alertando sobre males que resultan fatales si se les ignora”.

Pero en mi opinión, para que cumpla esa función es importante que ésta sea tanto objetiva como constructiva. Sirva esta columna como homenaje a críticos honestos y responsables, como a otros capaces de crítica inteligente constructiva. Critiquemos, critiquemos con inteligencia y sin insultos. Pero sobre todo, guardemos el elogio para quien lo merezca. Hace tanto daño a la sociedad quien critica por todo, como quien adula con ligereza.

“No necesitamos un gobierno más grande, ni dueño de más cosas, ni controlador de más sectores. Necesitamos uno que funcione como reloj suizo, no como fiesta mexicana”.

Un día a los gobiernos del mundo les llegará la necesidad de ser eficientes. Por el momento, no necesitan serlo; tienen cautivos al capital, al trabajo y a los ingresos de uno y otro.

Disponen, en buena medida, de los recursos naturales que hay en su límite territorial. Si el PIB es un pastel que se produce cada año en un país, los gobiernos pueden decidir que les toca una tajada del 5%. O del 10%. O del 25%.

Los economistas liberales y los contribuyentes podemos decir misa. Es lo que nos toca poner. Cada vez más, son autoridades democráticas y legalmente electas los que deciden estas cosas, entonces no hay pretexto. El gobierno representa beneficios y costos.

Si mi gobierno me saca un pedazo del ingreso anual cada año, pero yo percibo que recibo bienes y servicios gubernamentales que cuestan eso o más que eso, seguramente pagaré feliz los impuestos. La apuesta mexicana de los últimos 30 años tomamos deuda, la gente ve que los bienes y servicios públicos son buenos, y más personas pagarán impuestos.

En México empezamos la década con un consumo de gobierno por debajo del 10%, y terminamos la década del 2020 con un poco más del 12.5%.

Suiza, ese país donde todo funciona bastante bien, ha mantenido números constantes entre 10.5 y 11.5% durante las últimas dos décadas. Los daneses, del 2008 a 2020, bajaron el consumo de gobierno de 28% a 24.5% del PIB. Finlandia, por otro lado, aumentó de 20% del PIB a 24%, y Suecia del 24.5% al 26.5%.

Moraleja: los gobiernos que gastan mucho, no siempre funcionan mejor. Si tu gobierno consume más y no puede cobrar más impuestos, no puede invertir. Sin inversión pública, no hay inversión privada. No son sustitutos perfectos. Sin inversión, los países no crecen.

La viabilidad económica dependerá de un espíritu de adaptación a las nuevas circunstancias entre gobiernos, empresas y familias, señala Joel Virgen Rojano.

2022, deseos, propósitos y pronósticos. A estas alturas ya habremos leído al menos cuatro o cinco referencias a proyecciones para el año en curso, quizás tanto en el ámbito económico como político, global y local, pesimista y optimista.

Lo que rara vez nos recuerdan los organismos multilaterales, las corredurías financieras o las consultorías es que dichas proyecciones para el año en curso tienen asociados supuestos muy específicos e intervalos de confianza estadística bastante amplios. Así, apostar por un pronóstico puntual o evento específico se vuelve un acto casi de fe. Dicho todo esto, “Lo que sí sabemos del 2022”, es que todo parece indicar que el año que comienza podría ser uno en que la viabilidad económica depende de la consolidación de un espíritu de adaptación. La dirección parece mucho más clara, mientras no exista una “bala de plata” para erradicar de golpe la pandemia, tendremos que ajustarnos a elaborar y modificar sobre todo aquello que esté en nuestras manos.

Hasta ahora, el temor de que las mayores expectativas inflacionarias cobran vida propia no se ha materializado. Los precios han aumentado al ritmo más rápido en décadas, pero no hemos tenido un debate sobre la inflación.

Comenzó la primavera pasada cuando algunos economistas activaron las alarmas respecto de que probablemente veamos la inflación más alta en una generación. Otros argumentaron primero que la inflación se mantendría moderada y luego que sería “transitoria”. Ahora se ha mantenido alta durante el tiempo suficiente para que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, haya eliminado el uso de dicho calificativo. La inflación actual puede ser, en gran parte, un problema de oferta y, de tiempo. Calcular cuánto daño ha hecho la inflación depende por ejemplo, de qué la está causando. Pero esta forma de ver los problemas es solo un surco en el que hemos caído.

En otro contexto, dice El Principito que sólo el corazón se puede ver bien. Napoleón decía que “Los acontecimientos no deben gobernar a la política, sino la política a los acontecimientos, dejarse llevar precipitadamente por los acontecimientos es carecer de sistema político”. La democracia como forma de vida tiene como pilares fundamentales dos principios: el de libertad y el de igualdad.

Winston Churchill decía que “la crítica no agrada pero es necesaria, pues funciona como el dolor en el cuerpo humano, alertando sobre males que resultan fatales si se les ignora”.

Pero en mi opinión, para que cumpla esa función es importante que ésta sea tanto objetiva como constructiva. Sirva esta columna como homenaje a críticos honestos y responsables, como a otros capaces de crítica inteligente constructiva. Critiquemos, critiquemos con inteligencia y sin insultos. Pero sobre todo, guardemos el elogio para quien lo merezca. Hace tanto daño a la sociedad quien critica por todo, como quien adula con ligereza.

“No necesitamos un gobierno más grande, ni dueño de más cosas, ni controlador de más sectores. Necesitamos uno que funcione como reloj suizo, no como fiesta mexicana”.

Un día a los gobiernos del mundo les llegará la necesidad de ser eficientes. Por el momento, no necesitan serlo; tienen cautivos al capital, al trabajo y a los ingresos de uno y otro.

Disponen, en buena medida, de los recursos naturales que hay en su límite territorial. Si el PIB es un pastel que se produce cada año en un país, los gobiernos pueden decidir que les toca una tajada del 5%. O del 10%. O del 25%.

Los economistas liberales y los contribuyentes podemos decir misa. Es lo que nos toca poner. Cada vez más, son autoridades democráticas y legalmente electas los que deciden estas cosas, entonces no hay pretexto. El gobierno representa beneficios y costos.

Si mi gobierno me saca un pedazo del ingreso anual cada año, pero yo percibo que recibo bienes y servicios gubernamentales que cuestan eso o más que eso, seguramente pagaré feliz los impuestos. La apuesta mexicana de los últimos 30 años tomamos deuda, la gente ve que los bienes y servicios públicos son buenos, y más personas pagarán impuestos.

En México empezamos la década con un consumo de gobierno por debajo del 10%, y terminamos la década del 2020 con un poco más del 12.5%.

Suiza, ese país donde todo funciona bastante bien, ha mantenido números constantes entre 10.5 y 11.5% durante las últimas dos décadas. Los daneses, del 2008 a 2020, bajaron el consumo de gobierno de 28% a 24.5% del PIB. Finlandia, por otro lado, aumentó de 20% del PIB a 24%, y Suecia del 24.5% al 26.5%.

Moraleja: los gobiernos que gastan mucho, no siempre funcionan mejor. Si tu gobierno consume más y no puede cobrar más impuestos, no puede invertir. Sin inversión pública, no hay inversión privada. No son sustitutos perfectos. Sin inversión, los países no crecen.

La viabilidad económica dependerá de un espíritu de adaptación a las nuevas circunstancias entre gobiernos, empresas y familias, señala Joel Virgen Rojano.

2022, deseos, propósitos y pronósticos. A estas alturas ya habremos leído al menos cuatro o cinco referencias a proyecciones para el año en curso, quizás tanto en el ámbito económico como político, global y local, pesimista y optimista.

Lo que rara vez nos recuerdan los organismos multilaterales, las corredurías financieras o las consultorías es que dichas proyecciones para el año en curso tienen asociados supuestos muy específicos e intervalos de confianza estadística bastante amplios. Así, apostar por un pronóstico puntual o evento específico se vuelve un acto casi de fe. Dicho todo esto, “Lo que sí sabemos del 2022”, es que todo parece indicar que el año que comienza podría ser uno en que la viabilidad económica depende de la consolidación de un espíritu de adaptación. La dirección parece mucho más clara, mientras no exista una “bala de plata” para erradicar de golpe la pandemia, tendremos que ajustarnos a elaborar y modificar sobre todo aquello que esté en nuestras manos.

Hasta ahora, el temor de que las mayores expectativas inflacionarias cobran vida propia no se ha materializado. Los precios han aumentado al ritmo más rápido en décadas, pero no hemos tenido un debate sobre la inflación.

Comenzó la primavera pasada cuando algunos economistas activaron las alarmas respecto de que probablemente veamos la inflación más alta en una generación. Otros argumentaron primero que la inflación se mantendría moderada y luego que sería “transitoria”. Ahora se ha mantenido alta durante el tiempo suficiente para que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, haya eliminado el uso de dicho calificativo. La inflación actual puede ser, en gran parte, un problema de oferta y, de tiempo. Calcular cuánto daño ha hecho la inflación depende por ejemplo, de qué la está causando. Pero esta forma de ver los problemas es solo un surco en el que hemos caído.

En otro contexto, dice El Principito que sólo el corazón se puede ver bien. Napoleón decía que “Los acontecimientos no deben gobernar a la política, sino la política a los acontecimientos, dejarse llevar precipitadamente por los acontecimientos es carecer de sistema político”. La democracia como forma de vida tiene como pilares fundamentales dos principios: el de libertad y el de igualdad.