Llevamos ya más de tres lustros atorados en la llamada transición democrática y no se ve como para cuándo daremos el paso a lo que podamos denominar simplemente democracia, pero aplicando lo que socialmente implica la palabra.
No son éstas unas elecciones limpias, los partidos aún imponen sólo las leyes que les convienen y, por lo que se ve en este proceso y cómo quedarán los ánimos de los principales actores políticos, en 2024, es decir, dentro de seis años cuando de nueva cuenta estemos eligiendo al presidente, volveremos a estar en una situación similar a la que vivimos en la actualidad.
Gane quien gane veo un panorama complicado en el próximo sexenio, con los mismos problemas sin resolverse del todo o agravándose.
Esto sería por la aplicación de políticas equivocadas, por la falta de oficio para gobernar, porque los problemas económicos y sociales han llegado a un nivel muy difícil de resolverlos y porque políticamente todos se sienten muy agraviados, nadie cederá y volveremos a la situación de bloquear al rival.
Uno de los dos principales problemas de México, la inseguridad, ha penetrado a tantos sectores y su control es tanto que es para espantarse. Con nuevas estrategias efectivas a lo mejor se avanza un tanto en el combate, pero sus efectos negativos se seguirán sintiendo en los próximos años.
A estas alturas no hay varitas mágicas ni nadie podrá terminar en un plazo corto con la ola de secuestros, extorsiones, asaltos, robos a la riqueza de la nación y comercio de droga que ahogan a los habitantes de casi todas las regiones del país.
El otro gran problema, la pobreza, también ha llegado a niveles muy difíciles de revertir. Respaldar a los más de 53 millones de mexicanos que viven en la pobreza, de tal manera que salgan de esa situación, no es tarea de unos años.
Cierto que con honestidad en la aplicación de los recursos que maneja el gobierno mucho se puede hacer, pero eso no lo es todo. Además, imponer políticas sociales y económicas equivocadas puede llevar a empeorar lo que vivimos.
No sólo la corrupción tiene a México como está, lleno de pobres e inundado de inseguridad. La falta de políticos capaces y el no saber exigir —por parte del pueblo— un mejor papel de sus gobernantes, también ha contribuido a eso.
Razonando o con enojo votarán los mexicanos y elegirán a su próximo presidente, el cual, lo deseamos, tenga la inteligencia, la mesura y el sentido común para que el país no se le desbarate en sus manos y pueda avanzarse, no estancarse como ha sucedido sexenio tras sexenio.
A estas alturas, con tanta pobreza e inseguridad, creo que López Obrador, Anaya y Meade tienen por ahora la idea de hacer bien las cosas. Ojalá que el elegido lo pueda hacer.
Meade ajusta piezas en Veracruz
Veracruz es de alta importancia para los tres candidatos más fuertes en la elección presidencial; especialmente para José Antonio Meade significa oxígeno puro, pues los eventos de campaña que ha tenido en la entidad le han proyectado un impulso social, político y anímico que pueden ser indicador de mejores resultados que los reflejados en las encuestas.
Los actos del sábado en Poza Rica y Tuxpan se suman a los que ha tenido en el sur y centro del estado y colocan a Meade en un escenario propicio para pensar que la estructura priista está activa y con hambre de hacer que el “efecto Pepe” permita ganar una mejor votación a la esperada.
El candidato presidencial ha asumido el control pleno de la campaña y aprovechó su estancia para ajustar piezas y movimientos con los operadores regionales del PRI y PVEM, que tendrán que ser más activos en la promoción y trabajo para su causa.