/ viernes 23 de agosto de 2019

79 años del asesinato de León Trotsky

Antes del derrumbe del campo socialista, el mundo estaba polarizado en dos grandes vertientes políticas y económicas; por un lado, el capitalismo en decadencia y, por el otro, un sistema recién nacido en el siglo XX con la Revolución Rusa liderada por dos personajes ya imborrables en la historia: Vladimir Ilich Lenin y León Trotsky. Éste fue figura principal en la Revolución de 1905 y la triunfante de 1917. A la muerte de Lenin empezó la perversión de la esencia revolucionaria y comunista de la revolución. Le tocó a Trotsky encabezar la lucha contra este proceso degenerativo y explicar el por qué del surgimiento de esa burocracia usurpadora y traidora a los principios leninistas; encabezada por Stalin, tal y como lo llamó Trotsky: “sepulturero de la revolución”, ya desde 1923. Desgraciadamente no se equivocó. Stalin y la burocracia soviética sentaron las bases para el derrumbe en 1989 de ese socialismo.

Desgraciadamente a Trotsky la historia le dio la razón, tal y como lo señala en su “Revolución Traicionada”, de 1936, las evidencias del capitalismo que regresa: “Limusinas para los ‘activistas’, buenos perfumes para sus mujeres, para los obreros margarina, almacenes de lujo para los privilegiados, el espectáculo de los manjares expuestos en la vitrina para la plebe. Este socialismo no puede ser, ante los ojos de las masas, más que un capitalismo que regresa. Apreciación que no es de toda falsa. En el terreno de la ‘miseria socializada’, la lucha por lo necesario amenaza resucitar “todo el antiguo caos”, y lo resucita parcialmente a cada paso”.

El “Che” Guevara también ve ese regreso al capitalismo y el comportamiento capitalista en la sociedad soviética. Lo dijo bien claro en Argel en 1965, en su memorable discurso condenando las relaciones mercantiles de la URSS con las mismas reglas del mercado mundial, con los países del llamado Tercer Mundo, cuando ambos bandos tenían como enemigo común al imperialismo gringo y al capitalismo europeo.

Celia Hart Santamaría, hija de Armando Hart, compañero de lucha de Fidel Castro, cuenta como se dio el “renacimiento” —así lo llama— ante el desencanto que le producía el “socialismo” del campo socialista, incluido el de Cuba. En una entrevista concedida a un periódico mexicano en su visita a nuestro país en 2002, dijo que: “No conocía a Trotsky, me habían enseñado que era un desertor de la Revolución Rusa, un traidor. Yo me enganchaba con Martí y el “Che” en el aspecto internacional. Mi papá sin decirme nada me dio a leer la trilogía de Isaac Deutscher sobre León Trotsky. Fue un renacimiento, una felicidad, los entendí inmediatamente y me di cuenta que había una gran traición y que fui víctima de esa traición. Trotsky se convierte en mi profeta porque me salvó para la causa del proletariado”. Celia murió en 2008, viajó por varios países de América, reivindicando a Trotsky y su condición de trotskista y afirmando que tanto Julio Antonio Mella, como el “Che”, fueron trotskistas, aunque no lo hubieran confesado.

Hace ocho días escribí algunos recuerdos, in memorian, de la recién fallecida maestra e historiadora María Elena Heredia Archila. En su centro de trabajo (Prepa No. 5 de la UNAM) le hicieron un modesto reconocimiento, aun a dos años de jubilada, sus amigas, amigos y compañeros piensan hacer lo mismo en la casa museo de León Trotsky en Coyoacán, CDMX, donde fue asesinado por orden de Stalin hace 79 años. La maestra era una reconocida y entusiasta trotskista. No se incluyó un poema (por falta de espacio) de Carlos Prieto Arguelles, padre de Dení Prieto Stock, guerrillera asesinada en Nepantla, Estado de México en 1974, junto con otros cuatro compañeros, entre ellos el Dr. Alfredo Zárate Mota, jalapeño ilustre de verdad, que lucharon por la causa del socialismo. “UN AFAN”, se llama el poema.

Antes del derrumbe del campo socialista, el mundo estaba polarizado en dos grandes vertientes políticas y económicas; por un lado, el capitalismo en decadencia y, por el otro, un sistema recién nacido en el siglo XX con la Revolución Rusa liderada por dos personajes ya imborrables en la historia: Vladimir Ilich Lenin y León Trotsky. Éste fue figura principal en la Revolución de 1905 y la triunfante de 1917. A la muerte de Lenin empezó la perversión de la esencia revolucionaria y comunista de la revolución. Le tocó a Trotsky encabezar la lucha contra este proceso degenerativo y explicar el por qué del surgimiento de esa burocracia usurpadora y traidora a los principios leninistas; encabezada por Stalin, tal y como lo llamó Trotsky: “sepulturero de la revolución”, ya desde 1923. Desgraciadamente no se equivocó. Stalin y la burocracia soviética sentaron las bases para el derrumbe en 1989 de ese socialismo.

Desgraciadamente a Trotsky la historia le dio la razón, tal y como lo señala en su “Revolución Traicionada”, de 1936, las evidencias del capitalismo que regresa: “Limusinas para los ‘activistas’, buenos perfumes para sus mujeres, para los obreros margarina, almacenes de lujo para los privilegiados, el espectáculo de los manjares expuestos en la vitrina para la plebe. Este socialismo no puede ser, ante los ojos de las masas, más que un capitalismo que regresa. Apreciación que no es de toda falsa. En el terreno de la ‘miseria socializada’, la lucha por lo necesario amenaza resucitar “todo el antiguo caos”, y lo resucita parcialmente a cada paso”.

El “Che” Guevara también ve ese regreso al capitalismo y el comportamiento capitalista en la sociedad soviética. Lo dijo bien claro en Argel en 1965, en su memorable discurso condenando las relaciones mercantiles de la URSS con las mismas reglas del mercado mundial, con los países del llamado Tercer Mundo, cuando ambos bandos tenían como enemigo común al imperialismo gringo y al capitalismo europeo.

Celia Hart Santamaría, hija de Armando Hart, compañero de lucha de Fidel Castro, cuenta como se dio el “renacimiento” —así lo llama— ante el desencanto que le producía el “socialismo” del campo socialista, incluido el de Cuba. En una entrevista concedida a un periódico mexicano en su visita a nuestro país en 2002, dijo que: “No conocía a Trotsky, me habían enseñado que era un desertor de la Revolución Rusa, un traidor. Yo me enganchaba con Martí y el “Che” en el aspecto internacional. Mi papá sin decirme nada me dio a leer la trilogía de Isaac Deutscher sobre León Trotsky. Fue un renacimiento, una felicidad, los entendí inmediatamente y me di cuenta que había una gran traición y que fui víctima de esa traición. Trotsky se convierte en mi profeta porque me salvó para la causa del proletariado”. Celia murió en 2008, viajó por varios países de América, reivindicando a Trotsky y su condición de trotskista y afirmando que tanto Julio Antonio Mella, como el “Che”, fueron trotskistas, aunque no lo hubieran confesado.

Hace ocho días escribí algunos recuerdos, in memorian, de la recién fallecida maestra e historiadora María Elena Heredia Archila. En su centro de trabajo (Prepa No. 5 de la UNAM) le hicieron un modesto reconocimiento, aun a dos años de jubilada, sus amigas, amigos y compañeros piensan hacer lo mismo en la casa museo de León Trotsky en Coyoacán, CDMX, donde fue asesinado por orden de Stalin hace 79 años. La maestra era una reconocida y entusiasta trotskista. No se incluyó un poema (por falta de espacio) de Carlos Prieto Arguelles, padre de Dení Prieto Stock, guerrillera asesinada en Nepantla, Estado de México en 1974, junto con otros cuatro compañeros, entre ellos el Dr. Alfredo Zárate Mota, jalapeño ilustre de verdad, que lucharon por la causa del socialismo. “UN AFAN”, se llama el poema.