/ viernes 15 de marzo de 2019

¿A dónde vas Morena?

Nadie duda que el triunfo contundente de Morena el pasado primero de julio, en buena parte se debió al liderazgo labrado con mucho esfuerzo y tenacidad de López Obrador, y por supuesto, de los activistas de su partido. Partido que se genera con un arrejunte de viejos militantes de la izquierda, jóvenes activistas de nueva generación, los desencantados del perredismo y los camaleones oportunistas de siempre. “Haiga sido como haiga sido” —como dijera el cínico de Calderón— Morena ganó en forma contundente, cobijado por el gran partido de la mayoría, de los que no tienen partido, que hastiados de tanta corrupción, impunidad y malos gobiernos más la violencia tolerada en complicidad por los mismos gobernantes; la gente decidió optar por el cambio. Ya antes había manifestado ese deseo, primero con Cuauhtémoc Cárdenas (el fraude electoral de 1988) y el fraude de Fox en el 2000, que él mismo resultó ser el fraude. También hay que anotar el fraude electoral de 2006 donde el sistema impuso a Calderón.

2018, a contracorriente de los esfuerzos del sistema por imponer más de lo mismo, no pudo parar el torrente avasallador de votos por López Obrador. Éste pintó su raya, etiquetó el objetivo de su sexenio como el de “La Cuarta Transformación”, centrado en la moralización del gobierno, es decir, acabar con la corrupción y la impunidad; sin mencionar que estos elementos son ingénitos al sistema capitalista, como decía Marx: “El capitalismo recién nacido rezuma sangre y fango por todos los poros”. Pretende también el presidente López Obrador el acercamiento de los gobiernos con el pueblo, verdadero creador de la riqueza del país y el más discriminado y marginado de la sociedad; “Por el bien de todos, primero los pobres” —dice—. Pretende conciliar la economía y la política y que caminen como dos piernas de un mismo organismo. Esto será el punto que rompa la armonía entre gobierno y el poder económico (que es el verdadero). En el sistema capitalista es la economía la que determina el curso del país porque cuyo objetivo principal es la ganancia, no la necesidad. La modalidad neoliberal del capitalismo pretende despojar al Estado de sus deberes y obligaciones con la sociedad, exacerbando el individualismo y la competividad y que el papel aglutinador y solidario de la sociedad desaparezca. Para que un gobierno convertido en Estado social pueda competir en el terreno de la economía y aplicar una política de bienestar social debe recuperar y acrecentar su fortaleza económica que los gobiernos neoliberales han privatizado, es decir, rescatar la industria petrolera, la electricidad, los trenes, las minas y así anteponer la política a la economía. En otras palabras: producimos lo que necesitamos y no sólo lo que vendemos. Por eso digo, que éste es el punto crucial donde la política de bienestar social chocará con la economía capitalista.

La intención del gobierno ya está fijada, ya pintó su raya. La pregunta inevitable es si su partido (Morena) y el pueblo que votó por Morena están preparados para enfrentar lo que viene, que es el inevitable choque de la economía capitalista que tiene como centro motor la ganancia versus la política de bienestar social. La función de Morena fue lograr el triunfo de López Obrador, que aunado a tales circunstancias —que ya dije— se logró el triunfo. Logrado esto se paralizó, como el resto de los demás partidos que sólo se activan durante las campañas electorales, sin prever que por esa vía conduce a la senda que todos los demás partidos han transitado: convertirse en un partido electorero, con la consabida formación de grupos y la disputa por candidaturas y puestos en los gobiernos. El futuro de Morena si no es el de convertirse en un verdadero político, que eleve el nivel político de sus militantes y al mismo tiempo la politización y la participación de la sociedad en forma permanente, apoyando las medidas progresista del gobierno, pero también criticando las medidas negativas, guardando su independencia y una “sana distancia” con el gobierno, también puede convertirse en un partido de estado al estilo PRI. Hay que politizar, hacer escuela de cuadros, debates, estudiar y elevar el nivel teórico de sus militantes; como lo han hecho El Fisgón, Paco Ignacio Taibo, o por otro lado Fernández Noroña que no es de Morena. ¡Hay que politizar! Desgraciadamente a los dirigentes del partido se los tragó la burocracia gobernante y dejaron a su partido expuesto a la rutina y a la dinámica tradicional de los partidos convertidos en meros cascarones rellenos de una militancia sin principios ni cultura política, rellenos de demagogia y activismo electorero durante las campañas. Amigos de Morena, véanse en el espejo del PRD.

Nadie duda que el triunfo contundente de Morena el pasado primero de julio, en buena parte se debió al liderazgo labrado con mucho esfuerzo y tenacidad de López Obrador, y por supuesto, de los activistas de su partido. Partido que se genera con un arrejunte de viejos militantes de la izquierda, jóvenes activistas de nueva generación, los desencantados del perredismo y los camaleones oportunistas de siempre. “Haiga sido como haiga sido” —como dijera el cínico de Calderón— Morena ganó en forma contundente, cobijado por el gran partido de la mayoría, de los que no tienen partido, que hastiados de tanta corrupción, impunidad y malos gobiernos más la violencia tolerada en complicidad por los mismos gobernantes; la gente decidió optar por el cambio. Ya antes había manifestado ese deseo, primero con Cuauhtémoc Cárdenas (el fraude electoral de 1988) y el fraude de Fox en el 2000, que él mismo resultó ser el fraude. También hay que anotar el fraude electoral de 2006 donde el sistema impuso a Calderón.

2018, a contracorriente de los esfuerzos del sistema por imponer más de lo mismo, no pudo parar el torrente avasallador de votos por López Obrador. Éste pintó su raya, etiquetó el objetivo de su sexenio como el de “La Cuarta Transformación”, centrado en la moralización del gobierno, es decir, acabar con la corrupción y la impunidad; sin mencionar que estos elementos son ingénitos al sistema capitalista, como decía Marx: “El capitalismo recién nacido rezuma sangre y fango por todos los poros”. Pretende también el presidente López Obrador el acercamiento de los gobiernos con el pueblo, verdadero creador de la riqueza del país y el más discriminado y marginado de la sociedad; “Por el bien de todos, primero los pobres” —dice—. Pretende conciliar la economía y la política y que caminen como dos piernas de un mismo organismo. Esto será el punto que rompa la armonía entre gobierno y el poder económico (que es el verdadero). En el sistema capitalista es la economía la que determina el curso del país porque cuyo objetivo principal es la ganancia, no la necesidad. La modalidad neoliberal del capitalismo pretende despojar al Estado de sus deberes y obligaciones con la sociedad, exacerbando el individualismo y la competividad y que el papel aglutinador y solidario de la sociedad desaparezca. Para que un gobierno convertido en Estado social pueda competir en el terreno de la economía y aplicar una política de bienestar social debe recuperar y acrecentar su fortaleza económica que los gobiernos neoliberales han privatizado, es decir, rescatar la industria petrolera, la electricidad, los trenes, las minas y así anteponer la política a la economía. En otras palabras: producimos lo que necesitamos y no sólo lo que vendemos. Por eso digo, que éste es el punto crucial donde la política de bienestar social chocará con la economía capitalista.

La intención del gobierno ya está fijada, ya pintó su raya. La pregunta inevitable es si su partido (Morena) y el pueblo que votó por Morena están preparados para enfrentar lo que viene, que es el inevitable choque de la economía capitalista que tiene como centro motor la ganancia versus la política de bienestar social. La función de Morena fue lograr el triunfo de López Obrador, que aunado a tales circunstancias —que ya dije— se logró el triunfo. Logrado esto se paralizó, como el resto de los demás partidos que sólo se activan durante las campañas electorales, sin prever que por esa vía conduce a la senda que todos los demás partidos han transitado: convertirse en un partido electorero, con la consabida formación de grupos y la disputa por candidaturas y puestos en los gobiernos. El futuro de Morena si no es el de convertirse en un verdadero político, que eleve el nivel político de sus militantes y al mismo tiempo la politización y la participación de la sociedad en forma permanente, apoyando las medidas progresista del gobierno, pero también criticando las medidas negativas, guardando su independencia y una “sana distancia” con el gobierno, también puede convertirse en un partido de estado al estilo PRI. Hay que politizar, hacer escuela de cuadros, debates, estudiar y elevar el nivel teórico de sus militantes; como lo han hecho El Fisgón, Paco Ignacio Taibo, o por otro lado Fernández Noroña que no es de Morena. ¡Hay que politizar! Desgraciadamente a los dirigentes del partido se los tragó la burocracia gobernante y dejaron a su partido expuesto a la rutina y a la dinámica tradicional de los partidos convertidos en meros cascarones rellenos de una militancia sin principios ni cultura política, rellenos de demagogia y activismo electorero durante las campañas. Amigos de Morena, véanse en el espejo del PRD.