/ sábado 12 de diciembre de 2020

Acceso a la educación

“El acceso a la salud, la educación, las nuevas tecnologías, las zonas verdes y los espacios sin contaminación representa cada vez más un indicador del modo en que se distribuyen las oportunidades

Y el bienestar entre los diferentes grupos de personas e incluso entre los países”, señala Michelle Bachelet Jeria, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

En el Informe sobre Desarrollo Humano 2019, que auspició el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que no necesariamente implica la posición oficial de dicho organismo, es muy claro observar que de cada 100 niños nacidos en países con bajo desarrollo humano, solo 3 realizan estudios superiores, 80 están fuera de la educación superior y 17 murieron antes de cumplir los 20 años. Mientras que de 100 niños de países con desarrollo humano muy alto, 55 realizan estudios superiores, 44 están fuera de la educación superior y solo uno falleció antes de cumplir los 20 años. En el caso de los adultos que viven en países con desarrollo humano bajo, solo el 42% poseen estudios primarios, frente al 94% de los que viven en países con desarrollo humano muy alto. Las diferencias alcanzan a todos los niveles educativos, sólo un 3.2% de las personas adultas tiene estudios superiores en los países de bajo desarrollo humano, en comparación con el 29% en los países desarrollados.

Hoy en día tenemos ante nosotros la cresta de una ola de desigualdad. Lo que ocurra a continuación dependerá de las decisiones que se tomen. Las políticas destinadas a prevenir las desigualdades pueden seguir el ciclo vital. Desde las inversiones del mercado laboral, en la salud y la nutrición de los niños de corta edad hasta las inversiones del post mercado laboral en pro del acceso al capital, los salarios mínimos y los servicios sociales, la educación. Los políticos y responsables de la formulación de políticas disponen de una batería de opciones que, si se combinan correctamente para responder al contexto de cada país o grupo, se traducirán en una inversión en igualdad y sostenibilidad a lo largo de toda la vida.

El abordaje de estas nuevas desigualdades puede tener un impacto profundo en la formulación de políticas. El informe no afirma que exista un conjunto de políticas universalmente válido, pero sí que las políticas que se adopten deben ser capaces de atravesar la superficie de la desigualdad y combatir los factores subyacentes que la provocan. Esto conlleva la necesidad de realinear los objetivos de las políticas existentes haciendo hincapié, por ejemplo, en la educación de calidad en todas las edades —incluida la enseñanza preescolar— en lugar de centrarse en las tasas de matriculación en la educación primaria y secundaria. Muchas de estas aspiraciones están ya reflejadas en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU.

México, en 2018, ocupó el lugar 76 en el índice de desarrollo humano entre 189 países. Gerardo Esquivel, economista por la UNAM y el Colegio de México, al referirse a este problema señalaba que el país “está dentro del 25% de países con mayores niveles de desigualdad en el mundo y es uno de los dos países más desiguales de la OCDE, por lo que la desigualdad extrema en el país debe ser debatido por razones morales, éticas, económicas y políticas”.

En México, antes de la pandemia, más 4 millones de niños, niñas y adolescentes no asistían a la escuela, mientras que 600 mil más estaban en riesgo de dejarla por diversos factores. Aquellos que viven en comunidades indígenas o hablan una lengua indígena como lengua materna están particularmente en riesgo de no ir a la escuela o de tener un bajo aprovechamiento.

Solamente dos de cada cinco adolescentes que viven en pobreza extrema continúan su educación más allá de la secundaria.

En el PNUD se argumenta que es posible combatir las desigualdades. Sin embargo, esta no es una tarea sencilla. Exige aclarar qué desigualdades obstaculizan el desarrollo humano y comprender mejor los patrones de desigualdad y los factores que las provocan. En este sentido el Coneval propone: una nueva política social con enfoque universal y de derechos. Un uso eficiente del gasto público en educación y salud, y una política laboral que termine con la precarización de la clase trabajadora.

En un informe sobre Desigualdad extrema en México. Concentración del Poder Económico y Político, presentado por Oxfam México, se considera que las desigualdades siguen siendo severas, principalmente en lo relacionado con los aprendizajes y la finalización del nivel medio superior.

El reto para el Estado es lograr que todos los niños, niñas y jóvenes accedan a educación de calidad, permanezcan en ella y la concluyan con los aprendizajes esperados para su edad y nivel educativo, especialmente los niños, niñas y adolescentes más vulnerables.

“El acceso a la salud, la educación, las nuevas tecnologías, las zonas verdes y los espacios sin contaminación representa cada vez más un indicador del modo en que se distribuyen las oportunidades

Y el bienestar entre los diferentes grupos de personas e incluso entre los países”, señala Michelle Bachelet Jeria, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

En el Informe sobre Desarrollo Humano 2019, que auspició el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que no necesariamente implica la posición oficial de dicho organismo, es muy claro observar que de cada 100 niños nacidos en países con bajo desarrollo humano, solo 3 realizan estudios superiores, 80 están fuera de la educación superior y 17 murieron antes de cumplir los 20 años. Mientras que de 100 niños de países con desarrollo humano muy alto, 55 realizan estudios superiores, 44 están fuera de la educación superior y solo uno falleció antes de cumplir los 20 años. En el caso de los adultos que viven en países con desarrollo humano bajo, solo el 42% poseen estudios primarios, frente al 94% de los que viven en países con desarrollo humano muy alto. Las diferencias alcanzan a todos los niveles educativos, sólo un 3.2% de las personas adultas tiene estudios superiores en los países de bajo desarrollo humano, en comparación con el 29% en los países desarrollados.

Hoy en día tenemos ante nosotros la cresta de una ola de desigualdad. Lo que ocurra a continuación dependerá de las decisiones que se tomen. Las políticas destinadas a prevenir las desigualdades pueden seguir el ciclo vital. Desde las inversiones del mercado laboral, en la salud y la nutrición de los niños de corta edad hasta las inversiones del post mercado laboral en pro del acceso al capital, los salarios mínimos y los servicios sociales, la educación. Los políticos y responsables de la formulación de políticas disponen de una batería de opciones que, si se combinan correctamente para responder al contexto de cada país o grupo, se traducirán en una inversión en igualdad y sostenibilidad a lo largo de toda la vida.

El abordaje de estas nuevas desigualdades puede tener un impacto profundo en la formulación de políticas. El informe no afirma que exista un conjunto de políticas universalmente válido, pero sí que las políticas que se adopten deben ser capaces de atravesar la superficie de la desigualdad y combatir los factores subyacentes que la provocan. Esto conlleva la necesidad de realinear los objetivos de las políticas existentes haciendo hincapié, por ejemplo, en la educación de calidad en todas las edades —incluida la enseñanza preescolar— en lugar de centrarse en las tasas de matriculación en la educación primaria y secundaria. Muchas de estas aspiraciones están ya reflejadas en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU.

México, en 2018, ocupó el lugar 76 en el índice de desarrollo humano entre 189 países. Gerardo Esquivel, economista por la UNAM y el Colegio de México, al referirse a este problema señalaba que el país “está dentro del 25% de países con mayores niveles de desigualdad en el mundo y es uno de los dos países más desiguales de la OCDE, por lo que la desigualdad extrema en el país debe ser debatido por razones morales, éticas, económicas y políticas”.

En México, antes de la pandemia, más 4 millones de niños, niñas y adolescentes no asistían a la escuela, mientras que 600 mil más estaban en riesgo de dejarla por diversos factores. Aquellos que viven en comunidades indígenas o hablan una lengua indígena como lengua materna están particularmente en riesgo de no ir a la escuela o de tener un bajo aprovechamiento.

Solamente dos de cada cinco adolescentes que viven en pobreza extrema continúan su educación más allá de la secundaria.

En el PNUD se argumenta que es posible combatir las desigualdades. Sin embargo, esta no es una tarea sencilla. Exige aclarar qué desigualdades obstaculizan el desarrollo humano y comprender mejor los patrones de desigualdad y los factores que las provocan. En este sentido el Coneval propone: una nueva política social con enfoque universal y de derechos. Un uso eficiente del gasto público en educación y salud, y una política laboral que termine con la precarización de la clase trabajadora.

En un informe sobre Desigualdad extrema en México. Concentración del Poder Económico y Político, presentado por Oxfam México, se considera que las desigualdades siguen siendo severas, principalmente en lo relacionado con los aprendizajes y la finalización del nivel medio superior.

El reto para el Estado es lograr que todos los niños, niñas y jóvenes accedan a educación de calidad, permanezcan en ella y la concluyan con los aprendizajes esperados para su edad y nivel educativo, especialmente los niños, niñas y adolescentes más vulnerables.