/ miércoles 24 de marzo de 2021

Acuerdos y honestidad

Buen día lector. A propósito de acuerdos y desacuerdos, apenas en la colaboración anterior este reportero recordó que si bien la sencillez, la sensibilidad, los valores morales y las buenas relaciones siempre conducen al buen entendimiento entre los seres humanos, ahora se entiende que en el servicio público es de vital importancia.

El haber observado de cerca la actuación de gobernadores desde Rafael Murillo Vidal a la fecha, permite también traer a la memoria que hace muchos, muchos años, en un pueblito español habitó un estudioso de la vida pública al que le gustaba observar y apuntar sobre el desempeño de la gente que gobernaba, cómo llegaban al poder, cómo lo hacían, cómo se desempeñaban y cómo salían.

Y de tanto ver lo que hacían sus mandatarios, escribió ensayos y novelas hace muchos, muchos años y se convirtió en el más consultado por los políticos que buscan un catálogo de lo que se debe hacer para ser un buen servidor público.

En nuestras aldeas mexicanas y con todo el nuevo rejuego electoral municipal que se avecina en el estado, bueno es recordar al lector las virtudes que debiera tener el político ideal, según Azorín. Ojalá lo hicieran los candidatos actuales.

En su obra, Azorín describe que el político ideal ha de tener fortaleza; arte en el vestir; no prodigarse; tener la virtud de la Eubolia; saber desentenderse; no tener impaciencia; conservarse en el fiel; tener desdén para el elogio; conocer a las gentes que le rodean; aceptar con sencillez las distinciones; no prestarse a la exhibición.

También estar impasible ante el ataque; tener manera de insinuarse; serenidad en la desgracia espíritu y fervor; fingir conformidad; ser innovador dentro del orden; la balanza del yo; el enigma del honor; libros que ha de leer; mañas en escuchar; faz serena; saber preparar el discurso; evitar el escándalo y no dudar de sí mismo.

Ya imagino a toda la escudería de cada partido con estas cualidades. Los electores seríamos felices y tendríamos excelentes gobernantes.

Pero en serio, quisiéramos que algunos de los aspirantes que contenderán tuvieran por lo menos la cualidad que no menciona abiertamente Azorín: la honestidad.

Tenga paz y armonía en su hogar. Sigamos cuidando el agua y sembrando plantas. ¡Ya es primavera!

gustavocadenamathey@gmail.com

Buen día lector. A propósito de acuerdos y desacuerdos, apenas en la colaboración anterior este reportero recordó que si bien la sencillez, la sensibilidad, los valores morales y las buenas relaciones siempre conducen al buen entendimiento entre los seres humanos, ahora se entiende que en el servicio público es de vital importancia.

El haber observado de cerca la actuación de gobernadores desde Rafael Murillo Vidal a la fecha, permite también traer a la memoria que hace muchos, muchos años, en un pueblito español habitó un estudioso de la vida pública al que le gustaba observar y apuntar sobre el desempeño de la gente que gobernaba, cómo llegaban al poder, cómo lo hacían, cómo se desempeñaban y cómo salían.

Y de tanto ver lo que hacían sus mandatarios, escribió ensayos y novelas hace muchos, muchos años y se convirtió en el más consultado por los políticos que buscan un catálogo de lo que se debe hacer para ser un buen servidor público.

En nuestras aldeas mexicanas y con todo el nuevo rejuego electoral municipal que se avecina en el estado, bueno es recordar al lector las virtudes que debiera tener el político ideal, según Azorín. Ojalá lo hicieran los candidatos actuales.

En su obra, Azorín describe que el político ideal ha de tener fortaleza; arte en el vestir; no prodigarse; tener la virtud de la Eubolia; saber desentenderse; no tener impaciencia; conservarse en el fiel; tener desdén para el elogio; conocer a las gentes que le rodean; aceptar con sencillez las distinciones; no prestarse a la exhibición.

También estar impasible ante el ataque; tener manera de insinuarse; serenidad en la desgracia espíritu y fervor; fingir conformidad; ser innovador dentro del orden; la balanza del yo; el enigma del honor; libros que ha de leer; mañas en escuchar; faz serena; saber preparar el discurso; evitar el escándalo y no dudar de sí mismo.

Ya imagino a toda la escudería de cada partido con estas cualidades. Los electores seríamos felices y tendríamos excelentes gobernantes.

Pero en serio, quisiéramos que algunos de los aspirantes que contenderán tuvieran por lo menos la cualidad que no menciona abiertamente Azorín: la honestidad.

Tenga paz y armonía en su hogar. Sigamos cuidando el agua y sembrando plantas. ¡Ya es primavera!

gustavocadenamathey@gmail.com