/ viernes 31 de diciembre de 2021

¿Adónde se habrán ido nuestras letras?

A veces las palabras enmudecen y las cartas al corazón mienten como navajas al vuelo, en ocasiones hacemos del cielo limpio y abierto un pequeño infierno, que no nos permite ver el placer de ser, hacer, fluir, o meramente estar.

¿Adónde se habrán ido nuestras letras? Y bien lo sé que volveremos a encontrarlas, detrás de la neblina del silencio, detrás de la corte del tiempo, en el camino al final del arcoiris y en la sombra rugiente de los últimos jaguares.

Las palabras, las letras no podrán enmudecer, sino regresar a nuestra alma con placer, con el cierre de un año más, de un amanecer renovado y un soplo vital del aliento de la vida. Porque perder la música, la palabra y las letras en el meditabundo silencio es fatal, donde la silente imagen de un ser renovado emergerá, se sustraerá de lo superfluo, nos impondremos lo positivo, y volaremos al tiempo con el mismo tiempo, dinamitaremos nuestros odios, pesares, envidias, discordias, celos y malentendidos con amor de verdad, con palabras y letras de la poesía viva, con la música de los cielos infinitos y el recuento del balance de otra página que se quemó en un instante.

Y daremos el paso rumbo a otro espacio, abrazando el corazón que no nos miente, desde el fondo del ser; bien sabemos amar sin chistar, recibir y dar, abrir las puertas al amor y dejar que el sinsabor y la amargura se diluyan en la oscuridad de la nada. Amaremos la enredadera del tiempo, el tobogán del mismo, en el rostro de nuestra ilusión habrá paz, serenidad y fe. Al recuperar la música de la alegría, las letras, las palabras amables que no empobrecen a nadie, al final sabremos que el vivir es ahora y aquí, lo demás es fugaz, sólo tú y yo, yo y tú, como águilas aventureras que han retado los espacios de los ocho cielos.

Con esta pequeña poesía de la autoría de su servidor y amigo, creo necesario comunicarles que todo pensamiento es materia y, por lo tanto, al pensar materializamos nuestro mundo, y aquello que sentimos lo enfocamos en palabras o sentimientos de vida o de muerte, ya en la Biblia se dice que una opción u otra yacen en el poder de la lengua, y que siendo una parte tan pequeña del ser humano, es esta la que puede incendiar enormes campos y superficies de nuestras vidas, pero también de las de otros. No pretendo ser santo, que en otros conceptos significa apartado o dedicado por entero a Dios.

He notado una pequeña expresión del presidente AMLO, que afirma con profunda sencillez: “El centro de la civilización es el ser humano”. Él tiene una forma cifrada de comunicarse con nosotros, independiente a las críticas, desbalances y tironeos habituales dentro de la actividad pública cotidiana. El Ejecutivo federal viene cerrando el año con todos nosotros, en un ambiente plural, democrático, y básicamente de tolerancia y reacomodo, en la renovación de un estilo de gobernar a nivel federal nunca antes visto. No quiero hablar de siglas o nomenclaturas, lo interlineal de nuestras letras se pudiera malentender, pero hay que cerrar el año y felicitarnos nosotros mismos, por ser quienes somos, por tener poco, regular o mucho de algo, de alguien, o de algún factor que nos dé satisfacción y ganas por vivir, luchar, ser libres, en la medida de lo posible.

Somos la medida justa de la civilización que nos rodea, al cerrar el ciclo con ánimo, esperanza, alegría y confianza. Veremos cambios en poco tiempo, el año 2022 será de retos y devenires a superar.

A veces las palabras enmudecen y las cartas al corazón mienten como navajas al vuelo, en ocasiones hacemos del cielo limpio y abierto un pequeño infierno, que no nos permite ver el placer de ser, hacer, fluir, o meramente estar.

¿Adónde se habrán ido nuestras letras? Y bien lo sé que volveremos a encontrarlas, detrás de la neblina del silencio, detrás de la corte del tiempo, en el camino al final del arcoiris y en la sombra rugiente de los últimos jaguares.

Las palabras, las letras no podrán enmudecer, sino regresar a nuestra alma con placer, con el cierre de un año más, de un amanecer renovado y un soplo vital del aliento de la vida. Porque perder la música, la palabra y las letras en el meditabundo silencio es fatal, donde la silente imagen de un ser renovado emergerá, se sustraerá de lo superfluo, nos impondremos lo positivo, y volaremos al tiempo con el mismo tiempo, dinamitaremos nuestros odios, pesares, envidias, discordias, celos y malentendidos con amor de verdad, con palabras y letras de la poesía viva, con la música de los cielos infinitos y el recuento del balance de otra página que se quemó en un instante.

Y daremos el paso rumbo a otro espacio, abrazando el corazón que no nos miente, desde el fondo del ser; bien sabemos amar sin chistar, recibir y dar, abrir las puertas al amor y dejar que el sinsabor y la amargura se diluyan en la oscuridad de la nada. Amaremos la enredadera del tiempo, el tobogán del mismo, en el rostro de nuestra ilusión habrá paz, serenidad y fe. Al recuperar la música de la alegría, las letras, las palabras amables que no empobrecen a nadie, al final sabremos que el vivir es ahora y aquí, lo demás es fugaz, sólo tú y yo, yo y tú, como águilas aventureras que han retado los espacios de los ocho cielos.

Con esta pequeña poesía de la autoría de su servidor y amigo, creo necesario comunicarles que todo pensamiento es materia y, por lo tanto, al pensar materializamos nuestro mundo, y aquello que sentimos lo enfocamos en palabras o sentimientos de vida o de muerte, ya en la Biblia se dice que una opción u otra yacen en el poder de la lengua, y que siendo una parte tan pequeña del ser humano, es esta la que puede incendiar enormes campos y superficies de nuestras vidas, pero también de las de otros. No pretendo ser santo, que en otros conceptos significa apartado o dedicado por entero a Dios.

He notado una pequeña expresión del presidente AMLO, que afirma con profunda sencillez: “El centro de la civilización es el ser humano”. Él tiene una forma cifrada de comunicarse con nosotros, independiente a las críticas, desbalances y tironeos habituales dentro de la actividad pública cotidiana. El Ejecutivo federal viene cerrando el año con todos nosotros, en un ambiente plural, democrático, y básicamente de tolerancia y reacomodo, en la renovación de un estilo de gobernar a nivel federal nunca antes visto. No quiero hablar de siglas o nomenclaturas, lo interlineal de nuestras letras se pudiera malentender, pero hay que cerrar el año y felicitarnos nosotros mismos, por ser quienes somos, por tener poco, regular o mucho de algo, de alguien, o de algún factor que nos dé satisfacción y ganas por vivir, luchar, ser libres, en la medida de lo posible.

Somos la medida justa de la civilización que nos rodea, al cerrar el ciclo con ánimo, esperanza, alegría y confianza. Veremos cambios en poco tiempo, el año 2022 será de retos y devenires a superar.