/ viernes 24 de abril de 2020

Ahued no pudo; ahora va por la gubernatura

No quiso o no supo decirle no al presidente, pero ahora Ricardo Ahued sabe que aceptar la Administración General de las Aduanas fue un error.

Tan fue un error que ni siquiera duró un año al frente de ese organismo que depende del Servicio de Administración Tributaria (SAT) y, que se sepa, no pudo sanear.

Ahora tendrá que regresar al Senado, en donde volverá a estar cómodo, en una posición que le agrada y que de una u otra forma conoce, pues ha sido dos veces diputado, postulado por el PRI, y sabe que ahí hay “libertad”, pues cuando lo considera conveniente dice lo que quiere.

Su renuncia era previsible. En las aduanas confluyen intereses ilegales muy fuertes. Entran armas, pasan y salen drogas, así como otro tipo de mercancías con las que, por lo menos, se evaden impuestos al por mayor.

Y no es que todos los puertos sean como el de Manzanillo, símbolo de lo que puede hacer un cártel… pero casi.

En Veracruz no se olvida lo que le sucedió, en 2009, al administrador de la aduana del puerto, Francisco Serrano Aramoni, quien era cercano al entonces presidente Felipe Calderón.

Los zetas dominaban Veracruz y Serrano no les quiso hacer caso. Una noche, aseguran que con la ayuda de agentes de Tránsito, lo secuestraron y casi un año tuvo que pasar para que hallaran su cadáver.

Calderón le encargó vengar esto a su principal brazo en la lucha contra los narcotraficantes. Hubo dos detenciones, una del jefe de plaza y otra de quien se habría encargado del operativo del “levantón”. De los demás que participaron nunca más se supo nada, pero hicieron circular videos de ejecuciones.

Hubo venganza, pues, pero al jefe de la Aduana de Veracruz nada de eso lo revivió. Fue una víctima más, de las cientos de miles, de la violencia que se sufre en México.

Las aduanas siguen igual, en todo el país. Por cierto, en últimas fechas han hecho circular extensas cartas de lo que supuestamente sucede en Tuxpan y en donde salpican a todo mundo.

Así las cosas, Ahued no pudo sanearlas y además los números iban mal, es decir, los ingresos reportados estaban a la baja en algunas, tal vez resultado de una economía que no está bien.

Vino ahora la renuncia, a la que le quisieron dar el tinte de la enfermedad, lo que desmintió el propio exalcalde de Xalapa.

En fin, paga su error, lo más probable derivado de una mezcla de no saberle decir no al Presidente y de querer experimentar en un puesto muy atractivo.

¿Qué sigue a esto? Ahued puede negarlo, pero nadie le cree que no tiene puesta su meta en la gubernatura. Ahí llegará, ahora o en unos años, dicen sus cercanos.

Por lo pronto, en el Senado, ¿actuará como Germán Martínez, quien también le renunció al Presidente (IMSS) y en su regreso a la Cámara alta ha estado más o menos tranquilo o, pasado un tiempo, Ahued disparará como es su costumbre, lo que tan buenos resultados le ha dado hasta ahora?

Calcula que si Morena lo rechaza, una alianza de partidos opositores lo respaldará y ganará.

No quiso o no supo decirle no al presidente, pero ahora Ricardo Ahued sabe que aceptar la Administración General de las Aduanas fue un error.

Tan fue un error que ni siquiera duró un año al frente de ese organismo que depende del Servicio de Administración Tributaria (SAT) y, que se sepa, no pudo sanear.

Ahora tendrá que regresar al Senado, en donde volverá a estar cómodo, en una posición que le agrada y que de una u otra forma conoce, pues ha sido dos veces diputado, postulado por el PRI, y sabe que ahí hay “libertad”, pues cuando lo considera conveniente dice lo que quiere.

Su renuncia era previsible. En las aduanas confluyen intereses ilegales muy fuertes. Entran armas, pasan y salen drogas, así como otro tipo de mercancías con las que, por lo menos, se evaden impuestos al por mayor.

Y no es que todos los puertos sean como el de Manzanillo, símbolo de lo que puede hacer un cártel… pero casi.

En Veracruz no se olvida lo que le sucedió, en 2009, al administrador de la aduana del puerto, Francisco Serrano Aramoni, quien era cercano al entonces presidente Felipe Calderón.

Los zetas dominaban Veracruz y Serrano no les quiso hacer caso. Una noche, aseguran que con la ayuda de agentes de Tránsito, lo secuestraron y casi un año tuvo que pasar para que hallaran su cadáver.

Calderón le encargó vengar esto a su principal brazo en la lucha contra los narcotraficantes. Hubo dos detenciones, una del jefe de plaza y otra de quien se habría encargado del operativo del “levantón”. De los demás que participaron nunca más se supo nada, pero hicieron circular videos de ejecuciones.

Hubo venganza, pues, pero al jefe de la Aduana de Veracruz nada de eso lo revivió. Fue una víctima más, de las cientos de miles, de la violencia que se sufre en México.

Las aduanas siguen igual, en todo el país. Por cierto, en últimas fechas han hecho circular extensas cartas de lo que supuestamente sucede en Tuxpan y en donde salpican a todo mundo.

Así las cosas, Ahued no pudo sanearlas y además los números iban mal, es decir, los ingresos reportados estaban a la baja en algunas, tal vez resultado de una economía que no está bien.

Vino ahora la renuncia, a la que le quisieron dar el tinte de la enfermedad, lo que desmintió el propio exalcalde de Xalapa.

En fin, paga su error, lo más probable derivado de una mezcla de no saberle decir no al Presidente y de querer experimentar en un puesto muy atractivo.

¿Qué sigue a esto? Ahued puede negarlo, pero nadie le cree que no tiene puesta su meta en la gubernatura. Ahí llegará, ahora o en unos años, dicen sus cercanos.

Por lo pronto, en el Senado, ¿actuará como Germán Martínez, quien también le renunció al Presidente (IMSS) y en su regreso a la Cámara alta ha estado más o menos tranquilo o, pasado un tiempo, Ahued disparará como es su costumbre, lo que tan buenos resultados le ha dado hasta ahora?

Calcula que si Morena lo rechaza, una alianza de partidos opositores lo respaldará y ganará.