/ martes 16 de marzo de 2021

Al margen de la ley, nada, exclamó una vez el Presidente

Tal parece que el presidente Andrés Manuel López Obrador olvidó la importancia de la división de poderes y que ella es la cualidad fundamental que caracteriza a la democracia, es de las clases básicas de civismo que nos enseñaron desde la primaria y que a la fecha sigue vigente en el país.

Y si no lo recuerda, deberían pasarle una tarjeta y recordarle que en la República mexicana, el Estado se divide en tres poderes: Ejecutivo, que se encarga de ejecutar, administrar y gobernar; Legislativo, de las leyes, y Judicial, de aplicar dichas leyes; y cada uno de ellos tiene su función específica, y no lo digo yo, así lo establece la Constitución.

“Al margen de la ley, nada, y por encima de la ley, nadie”, exclamó López Obrador un 17 de enero de 2019 y ocupa esa frase cada vez que quiere mostrarse como un hombre respetuoso de las leyes y que quien lo escuche piense que el Presidente respeta fielmente los preceptos que marca la Constitución.

Pero la semana pasada demostró nuevamente que el personaje populista que vende cada vez que puede se convirtió en dictador, al pedir que se investigara a los jueces que otorgaron una suspensión provisional a la Ley de la Industria Eléctrica (LIE), por su proceder y porque, dicho textual por el Presidente, “sería el colmo que el Poder Judicial del país estuviera al servicio de particulares”.

López Obrador volvió hacer el mismo que en septiembre de 2006, dijo a todo pulmón "¡al diablo con las instituciones!", cuando los resultados de las elecciones presidenciales no le favorecieron, el subconsciente traicionó al hoy Presidente y no de palabra, pero con acciones, demostró que las decisiones dependen de su estado de ánimo.

A AMLO no le preocupa que su reforma eléctrica tenga un proceso más caro, más contaminante, menos productivo y que el último que terminará pagando los platos rotos será el consumidor, porque su ley establece que se eliminará la competencia en el sector energético para dar preferencia a la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Lo que a él le preocupó tanto, que le provocó un cortocircuito, fue la suspensión a su reforma eléctrica. Tal parece que olvidó lo “aprendido” en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, que las instituciones son las que hacen posible que el Estado funcione y si algo está mal las instituciones están para corregirlas, no para ser subordinadas.

Es terrible y temible la postura del Presidente que no solo atenta contra la división de poderes, sino que estigmatiza y pone en duda el proceder de un juez; el Ejecutivo no debe amenazar ni fijar una lamentable actitud autocrática e intimidante, muy lejos del modelo de gobierno que pregona ser “la esperanza de México”.

El Presidente debe aprender a respetar nuestra Carta Magna, que ésta no cumple caprichos; de saber que su investidura no puede ser utilizada para intimidar y amedrentar, no solo a las instituciones, sino a las personas encargadas de hacer valer las leyes, los jueces no están para defenderlo a él y a sus intereses personales, sino a la Constitución.

Andrés Manuel López Obrador debe recordar a cada momento que al tomar posesión de su cargo, juró “guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen”, y olvidó muy rápido ese juramento, porque con acciones como esta representa un grave delito a la independencia judicial.

El Presidente no debe utilizar su posición y poder para ir contra un juez por detener de manera provisional su reforma eléctrica, que solo retrasará al país y nos aleja de las energías limpias y baratas. Él como máxima autoridad debe tener en cuenta que un país sin división de poderes es una dictadura y que la legalidad está por encima de las ideologías.

*Senador del PAN por Veracruz

Tal parece que el presidente Andrés Manuel López Obrador olvidó la importancia de la división de poderes y que ella es la cualidad fundamental que caracteriza a la democracia, es de las clases básicas de civismo que nos enseñaron desde la primaria y que a la fecha sigue vigente en el país.

Y si no lo recuerda, deberían pasarle una tarjeta y recordarle que en la República mexicana, el Estado se divide en tres poderes: Ejecutivo, que se encarga de ejecutar, administrar y gobernar; Legislativo, de las leyes, y Judicial, de aplicar dichas leyes; y cada uno de ellos tiene su función específica, y no lo digo yo, así lo establece la Constitución.

“Al margen de la ley, nada, y por encima de la ley, nadie”, exclamó López Obrador un 17 de enero de 2019 y ocupa esa frase cada vez que quiere mostrarse como un hombre respetuoso de las leyes y que quien lo escuche piense que el Presidente respeta fielmente los preceptos que marca la Constitución.

Pero la semana pasada demostró nuevamente que el personaje populista que vende cada vez que puede se convirtió en dictador, al pedir que se investigara a los jueces que otorgaron una suspensión provisional a la Ley de la Industria Eléctrica (LIE), por su proceder y porque, dicho textual por el Presidente, “sería el colmo que el Poder Judicial del país estuviera al servicio de particulares”.

López Obrador volvió hacer el mismo que en septiembre de 2006, dijo a todo pulmón "¡al diablo con las instituciones!", cuando los resultados de las elecciones presidenciales no le favorecieron, el subconsciente traicionó al hoy Presidente y no de palabra, pero con acciones, demostró que las decisiones dependen de su estado de ánimo.

A AMLO no le preocupa que su reforma eléctrica tenga un proceso más caro, más contaminante, menos productivo y que el último que terminará pagando los platos rotos será el consumidor, porque su ley establece que se eliminará la competencia en el sector energético para dar preferencia a la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Lo que a él le preocupó tanto, que le provocó un cortocircuito, fue la suspensión a su reforma eléctrica. Tal parece que olvidó lo “aprendido” en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, que las instituciones son las que hacen posible que el Estado funcione y si algo está mal las instituciones están para corregirlas, no para ser subordinadas.

Es terrible y temible la postura del Presidente que no solo atenta contra la división de poderes, sino que estigmatiza y pone en duda el proceder de un juez; el Ejecutivo no debe amenazar ni fijar una lamentable actitud autocrática e intimidante, muy lejos del modelo de gobierno que pregona ser “la esperanza de México”.

El Presidente debe aprender a respetar nuestra Carta Magna, que ésta no cumple caprichos; de saber que su investidura no puede ser utilizada para intimidar y amedrentar, no solo a las instituciones, sino a las personas encargadas de hacer valer las leyes, los jueces no están para defenderlo a él y a sus intereses personales, sino a la Constitución.

Andrés Manuel López Obrador debe recordar a cada momento que al tomar posesión de su cargo, juró “guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen”, y olvidó muy rápido ese juramento, porque con acciones como esta representa un grave delito a la independencia judicial.

El Presidente no debe utilizar su posición y poder para ir contra un juez por detener de manera provisional su reforma eléctrica, que solo retrasará al país y nos aleja de las energías limpias y baratas. Él como máxima autoridad debe tener en cuenta que un país sin división de poderes es una dictadura y que la legalidad está por encima de las ideologías.

*Senador del PAN por Veracruz