/ miércoles 11 de julio de 2018

Américo debe seguir en el PRI

La mañana del 2 de julio, cuando ya se sabía que el PRI lo había perdido todo en Veracruz, comenzaron los gritos de quienes exigieron la cabeza de Américo Zúñiga Martínez al que le cargaron el muerto de la derrota.

Como dato curioso, los gritones eran los que le estorbaron al candidato José Yunes Zorrilla, los que lo bloquearon, engañaron y traicionaron. Los que votaron por otro partido sin renunciar al tricolor y los que se largaron del PRI a presumir su adhesión con Miguel Ángel Yunes Márquez, pero al saberlo también derrotado, regresaron apresurados al tricolor con la esperanza de que no se hubiera notado su ausencia.

Américo aguantó vara hasta este lunes en que habló y habló claro: “Quien piense que con cambios de cargos en dirigencias se puede retomar el rumbo del partido es que no entendió el mensaje de la sociedad”, sentenció.

Desde la sede de su partido Américo dijo a los que se quedaron, a los que no le dieron la espalda al PRI y a los que hicieron su esfuerzo por evitar que la nave se fuera a pique: “A pesar de todo me siento contento de estar aquí dando la cara por el trabajo que se hizo desde el PRI y no estar en ningún otro espacio, no estar dándole la espalda a mi partido, ni tampoco servir en las reuniones de quienes no levantaron un solo dedo para evitar esta debacle”.

Y a renglón seguido soltó el contragolpe: “No vamos a permitir que sean los carroñeros los que decidan el futuro de un partido que se debe a su militancia y a su trabajo, tendremos que identificar claramente el mensaje del electorado y trabajar en consecuencia”.

Cargarle a Américo el peso de la derrota no sólo es irresponsable sino injusto, ya que desde el altiplano se hicieron mal las cosas por Veracruz desde el momento en que tanto Enrique Ochoa como Aurelio Nuño escogieron de entre sus cuates a sujetos impresentables para las diputaciones y senadurías.

Desde ahí empezó el problema pues con esos bueyes hubo que jalar la carreta.

En 1982 cuando bajó el precio del petróleo y al país se lo llevó la tristeza por enésima ocasión, José López Portillo dijo una muy cuestionable frase: “Soy responsable del timón, mas no de la tormenta”.

Américo Zúñiga fue responsable del timón mas no de la tormenta ni del amotinamiento de gran parte de la tripulación, que en medio de la batalla se pasó al bando enemigo y desde ahí disparó contra la que fue su embarcación.

¿Qué sigue? Recomponer la averiada nave que tiene varios boquetes en su línea de flotación, pero no abandonarla a los carroñeros.

“Vamos a iniciar una transformación del partido y lo haremos con quienes a pesar de las adversidades trabajaron a favor; empezaremos con una intensa agenda de reencuentros con la militancia y reconoceremos a quien sí trabajó”, dijo Zúñiga Martínez y el plan no está nada mal para empezar.

Pero que presente su renuncia y se vaya a su casa en medio de la crisis más grave del tricolor, ésa sí que sería una pésima señal para los desmoralizados militantes.

Américo debe quedarse a reorganizar al PRI. La ventaja es que lo hará sin el pesado lastre que cargó el partido por décadas; lastre que o ya se fue o está a punto de ser echado por la borda. Y la reorganización debe comenzar ya… ahora.


bernardogup@hotmail.com

La mañana del 2 de julio, cuando ya se sabía que el PRI lo había perdido todo en Veracruz, comenzaron los gritos de quienes exigieron la cabeza de Américo Zúñiga Martínez al que le cargaron el muerto de la derrota.

Como dato curioso, los gritones eran los que le estorbaron al candidato José Yunes Zorrilla, los que lo bloquearon, engañaron y traicionaron. Los que votaron por otro partido sin renunciar al tricolor y los que se largaron del PRI a presumir su adhesión con Miguel Ángel Yunes Márquez, pero al saberlo también derrotado, regresaron apresurados al tricolor con la esperanza de que no se hubiera notado su ausencia.

Américo aguantó vara hasta este lunes en que habló y habló claro: “Quien piense que con cambios de cargos en dirigencias se puede retomar el rumbo del partido es que no entendió el mensaje de la sociedad”, sentenció.

Desde la sede de su partido Américo dijo a los que se quedaron, a los que no le dieron la espalda al PRI y a los que hicieron su esfuerzo por evitar que la nave se fuera a pique: “A pesar de todo me siento contento de estar aquí dando la cara por el trabajo que se hizo desde el PRI y no estar en ningún otro espacio, no estar dándole la espalda a mi partido, ni tampoco servir en las reuniones de quienes no levantaron un solo dedo para evitar esta debacle”.

Y a renglón seguido soltó el contragolpe: “No vamos a permitir que sean los carroñeros los que decidan el futuro de un partido que se debe a su militancia y a su trabajo, tendremos que identificar claramente el mensaje del electorado y trabajar en consecuencia”.

Cargarle a Américo el peso de la derrota no sólo es irresponsable sino injusto, ya que desde el altiplano se hicieron mal las cosas por Veracruz desde el momento en que tanto Enrique Ochoa como Aurelio Nuño escogieron de entre sus cuates a sujetos impresentables para las diputaciones y senadurías.

Desde ahí empezó el problema pues con esos bueyes hubo que jalar la carreta.

En 1982 cuando bajó el precio del petróleo y al país se lo llevó la tristeza por enésima ocasión, José López Portillo dijo una muy cuestionable frase: “Soy responsable del timón, mas no de la tormenta”.

Américo Zúñiga fue responsable del timón mas no de la tormenta ni del amotinamiento de gran parte de la tripulación, que en medio de la batalla se pasó al bando enemigo y desde ahí disparó contra la que fue su embarcación.

¿Qué sigue? Recomponer la averiada nave que tiene varios boquetes en su línea de flotación, pero no abandonarla a los carroñeros.

“Vamos a iniciar una transformación del partido y lo haremos con quienes a pesar de las adversidades trabajaron a favor; empezaremos con una intensa agenda de reencuentros con la militancia y reconoceremos a quien sí trabajó”, dijo Zúñiga Martínez y el plan no está nada mal para empezar.

Pero que presente su renuncia y se vaya a su casa en medio de la crisis más grave del tricolor, ésa sí que sería una pésima señal para los desmoralizados militantes.

Américo debe quedarse a reorganizar al PRI. La ventaja es que lo hará sin el pesado lastre que cargó el partido por décadas; lastre que o ya se fue o está a punto de ser echado por la borda. Y la reorganización debe comenzar ya… ahora.


bernardogup@hotmail.com