/ viernes 18 de enero de 2019

AMLO, contra la discordia que impide solucionar los grandes problemas

Los problemas nacionales de mayor impacto social se repiten al inicio de cada período sexenal y desde las postrimerías del siglo pasado observamos en cada proceso electoral las ofertas al electorado, asegurando los candidatos tener la solución para acabar con el hambre de los marginados de la sociedad y tener la fórmula para multiplicar las oportunidades de empleo, salud, educación pública; y lo que hoy más impacta, la desaparición forzada de personas, secuestros, feminicidios, homicidios dolosos y extorsiones, que las estadísticas oficiales de INEGI y Coneval, registran en ascenso constante.

En lo que ha transcurrido del presente siglo, lo que antes se afirmaba de que México sólo era un lugar de paso y de trasiego de drogas con destino a los consumidores norteamericanos, hoy lamentamos que también se haya convertido en un país de consumidores, con adictos que no reciben atención médica y psicológica especializada para su recuperación, convirtiéndose tal situación en un flagelo social que nos afecta a todos.

La discordia divide a la sociedad y promueve el racismo, la discriminación y la intolerancia, que cuando invade el ámbito de la política, genera una gran división, pulveriza a los miembros de la sociedad y los conduce a enfrentamientos estériles que impiden el desarrollo individual y colectivo de un pueblo.

Tal es el caso de la discriminación que hoy se da de los ricos hacia los pobres; de los estudiosos y letrados hacia los ignorantes; de los inmovilistas y retardatarios hacia los revolucionarios y transformadores de un sistema político. Y lo peor, de los gobernantes con los gobernados, ya que los primeros ejercen un poder sin límites, en perjuicio de la población que para hacer valer sus derechos debe recurrir a la defensa de la legalidad y el estado de Derecho, impidiendo que la autoridad esté por encima de la Ley y los ciudadanos sean reprimidos por la clase gobernante.

De vital importancia resulta la postura ecuánime del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien afirma que no se deja llevar por las pasiones en contra de nadie y como bien lo dice, para barrer una escalera siempre se hace de arriba hacia abajo; lo que no significa que habrá perdón y olvido, pues habrá de aplicarse todo el peso de la ley para erradicar la corrupción y acabar con la impunidad. AMLO no es promotor de la discordia política, sino impulsor de la libertad y el imperio de la ley.

Los problemas nacionales de mayor impacto social se repiten al inicio de cada período sexenal y desde las postrimerías del siglo pasado observamos en cada proceso electoral las ofertas al electorado, asegurando los candidatos tener la solución para acabar con el hambre de los marginados de la sociedad y tener la fórmula para multiplicar las oportunidades de empleo, salud, educación pública; y lo que hoy más impacta, la desaparición forzada de personas, secuestros, feminicidios, homicidios dolosos y extorsiones, que las estadísticas oficiales de INEGI y Coneval, registran en ascenso constante.

En lo que ha transcurrido del presente siglo, lo que antes se afirmaba de que México sólo era un lugar de paso y de trasiego de drogas con destino a los consumidores norteamericanos, hoy lamentamos que también se haya convertido en un país de consumidores, con adictos que no reciben atención médica y psicológica especializada para su recuperación, convirtiéndose tal situación en un flagelo social que nos afecta a todos.

La discordia divide a la sociedad y promueve el racismo, la discriminación y la intolerancia, que cuando invade el ámbito de la política, genera una gran división, pulveriza a los miembros de la sociedad y los conduce a enfrentamientos estériles que impiden el desarrollo individual y colectivo de un pueblo.

Tal es el caso de la discriminación que hoy se da de los ricos hacia los pobres; de los estudiosos y letrados hacia los ignorantes; de los inmovilistas y retardatarios hacia los revolucionarios y transformadores de un sistema político. Y lo peor, de los gobernantes con los gobernados, ya que los primeros ejercen un poder sin límites, en perjuicio de la población que para hacer valer sus derechos debe recurrir a la defensa de la legalidad y el estado de Derecho, impidiendo que la autoridad esté por encima de la Ley y los ciudadanos sean reprimidos por la clase gobernante.

De vital importancia resulta la postura ecuánime del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien afirma que no se deja llevar por las pasiones en contra de nadie y como bien lo dice, para barrer una escalera siempre se hace de arriba hacia abajo; lo que no significa que habrá perdón y olvido, pues habrá de aplicarse todo el peso de la ley para erradicar la corrupción y acabar con la impunidad. AMLO no es promotor de la discordia política, sino impulsor de la libertad y el imperio de la ley.