/ martes 19 de marzo de 2019

AMLO no debe desgastarse en una lucha desigual, contra quienes no tienen nada que perder

Enfrentar desde el gobierno a los añorantes del poder no puede llevar a buenos resultados. Los que saben dicen que para pelear hay que escoger a los contendientes porque de lo contrario, subir al ring a quien ya perdió (hasta la vergüenza), equivale a darle oportunidad a levantarse de la lona sin tener nada que perder y con un golpe de suerte, alcanzar la victoria destronando al campeón.

Así es como se ve a quien hoy representa el gran poder, para gobernar a México, ajustándose a un Plan Nacional de Desarrollo, que de seguro está delineado por Andrés Manuel Lopez Obrador y sus más cercanos colaboradores, quienes han actuado con prudencia, a lo seguro, en vez de usar toda la fuerza del Estado, para aplicar el castigo ejemplar que se merecen quienes desafiando al Estado, contribuyen con los enemigos del pueblo.

Los desafíos del crimen organizado al gobierno federal y a los gobiernos estatales, como acaba de ocurrir el pasado fin de semana en entidades federativas del Bajío, en la Ciudad de México y en el centro y sur del Estado de Veracruz, no deben ignorarse, sino por el contrario, deben castigarse con energía, para devolver la tranquilidad a la población, que desde los gobiernos de Calderón y Peña, exige que se termine con la impunidad y clama porque se restablezca el imperio de la Ley.

Por otro lado, el juego sucio a través de las redes sociales se ha impuesto y se ha perdido la valoración de la verdad o la mentira que se divulga, solo para intranquilizar y amedrentar a la población. De por si, que durante el sexenio de los expresidentes Fox, Calderón y Peña nos acostumbramos a creer en las palabras presidenciales, sin detenernos a exigir los hechos prometidos mediante discursos demagógicos que jamás se cumplieron.

La muchedumbre tiene muchas cabezas, muchos ojos para ver la malicia y muchas lenguas para el descrédito. La desconfianza y la incredulidad en el quehacer político ha sido siempre; por eso resulta sencillo arruinar una buena reputación de los que nos gobiernan, que exaltar la reputación y el buen nombre de quienes se preocupan por resolver los problemas y atender las necesidades de la población. La credibilidad en la 4ª Transformación, no se ha consolidado; hay que terminar con la incredulidad y la falsedad de neófitos burócratas federales y estatales, que no están preparados para el servicio público.

Enfrentar desde el gobierno a los añorantes del poder no puede llevar a buenos resultados. Los que saben dicen que para pelear hay que escoger a los contendientes porque de lo contrario, subir al ring a quien ya perdió (hasta la vergüenza), equivale a darle oportunidad a levantarse de la lona sin tener nada que perder y con un golpe de suerte, alcanzar la victoria destronando al campeón.

Así es como se ve a quien hoy representa el gran poder, para gobernar a México, ajustándose a un Plan Nacional de Desarrollo, que de seguro está delineado por Andrés Manuel Lopez Obrador y sus más cercanos colaboradores, quienes han actuado con prudencia, a lo seguro, en vez de usar toda la fuerza del Estado, para aplicar el castigo ejemplar que se merecen quienes desafiando al Estado, contribuyen con los enemigos del pueblo.

Los desafíos del crimen organizado al gobierno federal y a los gobiernos estatales, como acaba de ocurrir el pasado fin de semana en entidades federativas del Bajío, en la Ciudad de México y en el centro y sur del Estado de Veracruz, no deben ignorarse, sino por el contrario, deben castigarse con energía, para devolver la tranquilidad a la población, que desde los gobiernos de Calderón y Peña, exige que se termine con la impunidad y clama porque se restablezca el imperio de la Ley.

Por otro lado, el juego sucio a través de las redes sociales se ha impuesto y se ha perdido la valoración de la verdad o la mentira que se divulga, solo para intranquilizar y amedrentar a la población. De por si, que durante el sexenio de los expresidentes Fox, Calderón y Peña nos acostumbramos a creer en las palabras presidenciales, sin detenernos a exigir los hechos prometidos mediante discursos demagógicos que jamás se cumplieron.

La muchedumbre tiene muchas cabezas, muchos ojos para ver la malicia y muchas lenguas para el descrédito. La desconfianza y la incredulidad en el quehacer político ha sido siempre; por eso resulta sencillo arruinar una buena reputación de los que nos gobiernan, que exaltar la reputación y el buen nombre de quienes se preocupan por resolver los problemas y atender las necesidades de la población. La credibilidad en la 4ª Transformación, no se ha consolidado; hay que terminar con la incredulidad y la falsedad de neófitos burócratas federales y estatales, que no están preparados para el servicio público.