/ miércoles 4 de julio de 2018

AMLO, triunfo anunciado

Como la muerte anunciada del personaje de García Márquez, la victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la elección presidencial del domingo anterior fue un triunfo anunciado. Tan es así que el precio del dólar ante el peso bajó sólo en diez centavos, para volver a subir al día siguiente, aunque por causas ajenas al éxito del tabasqueño. Sus contrincantes, con pulcritud democrática, reconocieron su derrota incluso antes de que se informara oficialmente. Nadie habló de sacar los tigres del zoológico o los demonios del asadero infernal. Hay avances, sin duda. AMLO ganó con el 53% de los votos emitidos, y el mismo margen obtuvo su partido en ambas cámaras del Congreso de la Unión.

En éste no obtuvo mayoría absoluta, aunque pudiera lograrla mediante negociaciones para reformar la Carta Magna. Así pues, para efectos prácticos, tendrá un Congreso a modo como en los tiempos del PRI anteriores a 1997, para ejercer una presidencia que se define constitucionalmente como el “Supremo Poder Ejecutivo de la Unión”. ¿Qué hacer con este poder inmenso? Puede hacer mucho bien aunque también mucho mal, ya que la historia enseña que a mayor poder, es muy fácil caer en la tentación del autoritarismo. Desde luego, todos deseamos que le vaya bien a AMLO como presidente de México, porque con él se juega la suerte del país. Él llamó a la reconciliación, por lo tanto es la hora de sumar nuestro esfuerzo para que las cosas mejoren; sin renunciar a la crítica, ni soslayar que algunas de sus propuestas carecen de sustento o contradicen la terca realidad nacional o internacional, y que ante ello el voluntarismo será insuficiente. En lo político para la elección sumó a tirios y troyanos, ricos y pobres, hombres y mujeres honorables e impresentables; falta saber ahora por quiénes se decantará. A todos les dijo lo que querían oír, para cuando dé congruencia a su discurso sabremos a qué atenernos, no antes. Eso será en la toma de posesión.

La historia no la hacen sólo los grandes hombres como escribió Carlyle, aunque tampoco en exclusiva la colectividad como pretendía el marxismo; empero existe una interrelación entre unos y otros. Aquí lo importante es que, el líder, en este caso el futuro presidente, respete las instituciones que hicieron posible su triunfo y, en especial, que no sólo respete sino que exija el cumplimiento del Estado de derecho. Con ello los mexicanos podremos dormir tranquilos.

Como la muerte anunciada del personaje de García Márquez, la victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la elección presidencial del domingo anterior fue un triunfo anunciado. Tan es así que el precio del dólar ante el peso bajó sólo en diez centavos, para volver a subir al día siguiente, aunque por causas ajenas al éxito del tabasqueño. Sus contrincantes, con pulcritud democrática, reconocieron su derrota incluso antes de que se informara oficialmente. Nadie habló de sacar los tigres del zoológico o los demonios del asadero infernal. Hay avances, sin duda. AMLO ganó con el 53% de los votos emitidos, y el mismo margen obtuvo su partido en ambas cámaras del Congreso de la Unión.

En éste no obtuvo mayoría absoluta, aunque pudiera lograrla mediante negociaciones para reformar la Carta Magna. Así pues, para efectos prácticos, tendrá un Congreso a modo como en los tiempos del PRI anteriores a 1997, para ejercer una presidencia que se define constitucionalmente como el “Supremo Poder Ejecutivo de la Unión”. ¿Qué hacer con este poder inmenso? Puede hacer mucho bien aunque también mucho mal, ya que la historia enseña que a mayor poder, es muy fácil caer en la tentación del autoritarismo. Desde luego, todos deseamos que le vaya bien a AMLO como presidente de México, porque con él se juega la suerte del país. Él llamó a la reconciliación, por lo tanto es la hora de sumar nuestro esfuerzo para que las cosas mejoren; sin renunciar a la crítica, ni soslayar que algunas de sus propuestas carecen de sustento o contradicen la terca realidad nacional o internacional, y que ante ello el voluntarismo será insuficiente. En lo político para la elección sumó a tirios y troyanos, ricos y pobres, hombres y mujeres honorables e impresentables; falta saber ahora por quiénes se decantará. A todos les dijo lo que querían oír, para cuando dé congruencia a su discurso sabremos a qué atenernos, no antes. Eso será en la toma de posesión.

La historia no la hacen sólo los grandes hombres como escribió Carlyle, aunque tampoco en exclusiva la colectividad como pretendía el marxismo; empero existe una interrelación entre unos y otros. Aquí lo importante es que, el líder, en este caso el futuro presidente, respete las instituciones que hicieron posible su triunfo y, en especial, que no sólo respete sino que exija el cumplimiento del Estado de derecho. Con ello los mexicanos podremos dormir tranquilos.