/ viernes 6 de julio de 2018

AMLO y su política de la liberación

“Escucharemos a todos, atenderemos a todos, respetaremos a todos, pero daremos preferencia a los más humildes y olvidados”, han sido las palabras que ha pronunciado el virtual ganador de los comicios de la semana pasada, Andrés Manuel López Obrador.

¿Quién es el pobre?, la imagen del pobre es una imagen que se reviste de diversas tonalidades: pobre no es éste o aquél porque cumpla las características sociológicas que lo hagan pertenecer al grupo de los desposeídos. El asunto, en realidad, va más allá de ello. La pobreza es una actitud de vida que nos hace andar a un ritmo inhumano. En el cual el aspecto económico es sólo uno de los diversos modos en que se puede ser pobre. Pobre es el que está situado a la orilla del camino, pobre es aquel que no tiene un sueño que lo haga caminar. Pobre es quien no ama y no se deja amar. Pobre es quien anda los días de su vida herido, cansado, insatisfecho. Pobre es quien se afana sin saber por qué hace las cosas. Pobre es el que está, incluso causando temor e incomodidad a los que se tienen por ricos. Es el que se ha dejado de lado, el mal situado, el despreciado, como dirá Adela Cortina con su término “aporofobia”.

La actitud que la pobreza nos invita a tomar es una actitud de responsabilidad y de justicia, pero es una actitud que para ser honesta no corresponde tomar sólo al presidente de la República. Es, en realidad, el grito punzante que todos estamos llamados a escuchar, a encarnar, a hacerlo nuestro. No podemos pasar la vida en calma sabiendo que tantos hermanos nuestros sufren por no tener las condiciones básicas para que su vida sea, por lo menos, humana. No podríamos cobijar el descanso sabiendo las situaciones tan molestas y hostiles que enfrentan nuestros hermanos. Los pobres están cansados de no ser tomados con seriedad. Cuando se piensa que con un acto aislado de supuesta generosidad se está encarnando un hecho prodigioso, más que ofender al otro dejamos al descubierto la poca sensibilidad con que vivimos. No podemos usar una situación tan importante como bandera para erigirnos frente a los demás. No sólo es inhumano, es indecente, es un juego terrible.

La invitación que nos hace la política de la liberación es una invitación profundamente humana, una invitación que es nuestra y no de ciertos personajes o partidos, tener preferencia por los pobres no es ir y asistirlos “de vez en cuando”.

“Escucharemos a todos, atenderemos a todos, respetaremos a todos, pero daremos preferencia a los más humildes y olvidados”, han sido las palabras que ha pronunciado el virtual ganador de los comicios de la semana pasada, Andrés Manuel López Obrador.

¿Quién es el pobre?, la imagen del pobre es una imagen que se reviste de diversas tonalidades: pobre no es éste o aquél porque cumpla las características sociológicas que lo hagan pertenecer al grupo de los desposeídos. El asunto, en realidad, va más allá de ello. La pobreza es una actitud de vida que nos hace andar a un ritmo inhumano. En el cual el aspecto económico es sólo uno de los diversos modos en que se puede ser pobre. Pobre es el que está situado a la orilla del camino, pobre es aquel que no tiene un sueño que lo haga caminar. Pobre es quien no ama y no se deja amar. Pobre es quien anda los días de su vida herido, cansado, insatisfecho. Pobre es quien se afana sin saber por qué hace las cosas. Pobre es el que está, incluso causando temor e incomodidad a los que se tienen por ricos. Es el que se ha dejado de lado, el mal situado, el despreciado, como dirá Adela Cortina con su término “aporofobia”.

La actitud que la pobreza nos invita a tomar es una actitud de responsabilidad y de justicia, pero es una actitud que para ser honesta no corresponde tomar sólo al presidente de la República. Es, en realidad, el grito punzante que todos estamos llamados a escuchar, a encarnar, a hacerlo nuestro. No podemos pasar la vida en calma sabiendo que tantos hermanos nuestros sufren por no tener las condiciones básicas para que su vida sea, por lo menos, humana. No podríamos cobijar el descanso sabiendo las situaciones tan molestas y hostiles que enfrentan nuestros hermanos. Los pobres están cansados de no ser tomados con seriedad. Cuando se piensa que con un acto aislado de supuesta generosidad se está encarnando un hecho prodigioso, más que ofender al otro dejamos al descubierto la poca sensibilidad con que vivimos. No podemos usar una situación tan importante como bandera para erigirnos frente a los demás. No sólo es inhumano, es indecente, es un juego terrible.

La invitación que nos hace la política de la liberación es una invitación profundamente humana, una invitación que es nuestra y no de ciertos personajes o partidos, tener preferencia por los pobres no es ir y asistirlos “de vez en cuando”.