/ jueves 12 de agosto de 2021

Amor al arte, el idealismo

Cuando algo se hace desinteresadamente se dice que es por amor al arte. Es una expresión afortunada y de profundo contenido. Hablar del arte es lo mismo que referirse a la belleza y a la calidad humana, esa capacidad de inspirarse ante la creatividad y alimentar el espíritu.

Su intención es genérica, se puede quedar en el ámbito artístico pero va mucho más allá. Es esencia humana, de buenas personas, hacer lo correcto, ser positivos y solidarios sin esperar nada a cambio. Son evidentes esas conductas en muchos actos sociales con acento especial entre las cabezas de familia, las parejas de enamorados, los integrantes de asociaciones filantrópicas, los religiosos, los activistas civiles, algunos (muy pocos) políticos, ciertas minorías y colectivos. Cada ámbito tiene sus propias características con alcances diversos. Hay quienes asumen una personalidad así de por vida, como una vocación; mientras que, otros, lo hacen en ciertos momentos y etapas de su existencia.

Esos son los idealistas y románticos de la vida. Los que confían y creen en los otros por sistema, los que no vuelven un medio su forma de ser, los que no creen que el fin justifique los medios, los que saben de las consecuencias de sus actos, los que no privilegian el valor de las cosas sobre las personas y se realizan con la felicidad de los demás aun sobre la propia. Esos son los idealistas. Tienen ideología pero ya son los menos. Están en ámbitos sociales y políticos como minorías. Resisten heroicamente en un mundo pragmático donde predomina el tanto tienes, tanto vales. Su idealismo es racional, incluso básico, y combina perfectamente con las utopías. Son idealistas con bases y razonables. No piden mucho, acaso una convivencia sana con propósitos comunes de tolerancia y justicia. En asuntos de amor de pareja, esas relaciones indispensables entre los seres humanos, hay cambios de formas pero no en su esencia. Cuando inician el enamoramiento invariablemente se idealizan. El tiempo trae la normal tensión entre idealismo y pragmatismo. El idealismo adopta la forma del romanticismo. Excepcionalmente es eterno. Lo ideal sostiene y justifica esfuerzos, sacrificios y diferencias. No existen dos gotas idénticas. Con todo y el amor sublime cada quien tiene su propia personalidad. Habrá un círculo virtuoso si se unen dos románticos, con mayores posibilidades de perpetuidad feliz. Ser o aceptar y compartir al romántico e idealista implica una sensibilidad especial. Es asumir su realidad y condiciones, anteponer el corazón. Lamentablemente un mundo materialista va en sentido contrario a la gente noble que se desgasta tanto en el intento que cede al pragmatismo. La salvación humana radica en vivir del amor al arte. Insistir en lo esencial que son los valores por sí mismos, en los ideales individuales y colectivos. Como antes, simbólicamente, imaginar el petate y el taco con sal como un homenaje a la vida sencilla pero esencialmente humana. Que no gane el ventajoso, el que utiliza, el del brillo falso, el pragmático.

En asuntos políticos es mucho más clara la abismal diferencia entre los idealistas y los pragmáticos. Los primeros están en extinción. Se han borrado las ideologías con las naturales consecuencias en un discurso falso y simulador prácticamente en todos los ámbitos partidistas que es donde casi se monopoliza la práctica política. El predominio del pragmatismo ataca al idealismo y a las ideas. De ahí que reine la oscuridad y tendencias anti intelectuales. Se premia la ocurrencia y la deshonestidad a nombre de lo que signifiquen sus proclamas transformadoras o restauradoras. El poder los ha vuelto idénticos, lo usan para tener más poder y lo disfrutan como miel adictiva. En un extremo pragmático dan rienda suelta a sus peores instintos. Habrá algunas pequeñas franjas de idealistas, eficaces o doctrinarios, en los partidos políticos pero con casi nulas posibilidades de influir en su rumbo. Más bien están fuera. Creyendo en un bienestar parejo, en justicia, en derechos, en medio ambiente, etc.. No se debe renunciar al idealismo ni a las ideas. Hay que promover y ganar los debates, dar ejemplos a las nuevas generaciones. Mostrarles que no siempre ganan los malos, los vivillos y vivales.

g-mail: ufa.1959@gmail.com

Recadito: en violaciones de derechos humanos y medidas anti Covid brillan por su ausencia los y las legisladores. Son de ornato.

ufa.1959@gmail.com

Cuando algo se hace desinteresadamente se dice que es por amor al arte. Es una expresión afortunada y de profundo contenido. Hablar del arte es lo mismo que referirse a la belleza y a la calidad humana, esa capacidad de inspirarse ante la creatividad y alimentar el espíritu.

Su intención es genérica, se puede quedar en el ámbito artístico pero va mucho más allá. Es esencia humana, de buenas personas, hacer lo correcto, ser positivos y solidarios sin esperar nada a cambio. Son evidentes esas conductas en muchos actos sociales con acento especial entre las cabezas de familia, las parejas de enamorados, los integrantes de asociaciones filantrópicas, los religiosos, los activistas civiles, algunos (muy pocos) políticos, ciertas minorías y colectivos. Cada ámbito tiene sus propias características con alcances diversos. Hay quienes asumen una personalidad así de por vida, como una vocación; mientras que, otros, lo hacen en ciertos momentos y etapas de su existencia.

Esos son los idealistas y románticos de la vida. Los que confían y creen en los otros por sistema, los que no vuelven un medio su forma de ser, los que no creen que el fin justifique los medios, los que saben de las consecuencias de sus actos, los que no privilegian el valor de las cosas sobre las personas y se realizan con la felicidad de los demás aun sobre la propia. Esos son los idealistas. Tienen ideología pero ya son los menos. Están en ámbitos sociales y políticos como minorías. Resisten heroicamente en un mundo pragmático donde predomina el tanto tienes, tanto vales. Su idealismo es racional, incluso básico, y combina perfectamente con las utopías. Son idealistas con bases y razonables. No piden mucho, acaso una convivencia sana con propósitos comunes de tolerancia y justicia. En asuntos de amor de pareja, esas relaciones indispensables entre los seres humanos, hay cambios de formas pero no en su esencia. Cuando inician el enamoramiento invariablemente se idealizan. El tiempo trae la normal tensión entre idealismo y pragmatismo. El idealismo adopta la forma del romanticismo. Excepcionalmente es eterno. Lo ideal sostiene y justifica esfuerzos, sacrificios y diferencias. No existen dos gotas idénticas. Con todo y el amor sublime cada quien tiene su propia personalidad. Habrá un círculo virtuoso si se unen dos románticos, con mayores posibilidades de perpetuidad feliz. Ser o aceptar y compartir al romántico e idealista implica una sensibilidad especial. Es asumir su realidad y condiciones, anteponer el corazón. Lamentablemente un mundo materialista va en sentido contrario a la gente noble que se desgasta tanto en el intento que cede al pragmatismo. La salvación humana radica en vivir del amor al arte. Insistir en lo esencial que son los valores por sí mismos, en los ideales individuales y colectivos. Como antes, simbólicamente, imaginar el petate y el taco con sal como un homenaje a la vida sencilla pero esencialmente humana. Que no gane el ventajoso, el que utiliza, el del brillo falso, el pragmático.

En asuntos políticos es mucho más clara la abismal diferencia entre los idealistas y los pragmáticos. Los primeros están en extinción. Se han borrado las ideologías con las naturales consecuencias en un discurso falso y simulador prácticamente en todos los ámbitos partidistas que es donde casi se monopoliza la práctica política. El predominio del pragmatismo ataca al idealismo y a las ideas. De ahí que reine la oscuridad y tendencias anti intelectuales. Se premia la ocurrencia y la deshonestidad a nombre de lo que signifiquen sus proclamas transformadoras o restauradoras. El poder los ha vuelto idénticos, lo usan para tener más poder y lo disfrutan como miel adictiva. En un extremo pragmático dan rienda suelta a sus peores instintos. Habrá algunas pequeñas franjas de idealistas, eficaces o doctrinarios, en los partidos políticos pero con casi nulas posibilidades de influir en su rumbo. Más bien están fuera. Creyendo en un bienestar parejo, en justicia, en derechos, en medio ambiente, etc.. No se debe renunciar al idealismo ni a las ideas. Hay que promover y ganar los debates, dar ejemplos a las nuevas generaciones. Mostrarles que no siempre ganan los malos, los vivillos y vivales.

g-mail: ufa.1959@gmail.com

Recadito: en violaciones de derechos humanos y medidas anti Covid brillan por su ausencia los y las legisladores. Son de ornato.

ufa.1959@gmail.com