/ jueves 21 de enero de 2021

Asegurar mínimos de subsistencia evitará el Estado fallido

Frente al criminal e irresponsable mal manejo de la lucha institucional del gobierno de la 4T en contra del Covid-19.

La sociedad civil ha tenido que organizarse para improvisar nuevas formas de agenciarse recursos económicos que les permitan adquirir alimentos, medicamentos y los mínimos de subsistencia, que por la pérdida de empleos, cierre de negocios y cancelación de programas gubernamentales de apoyo a los más necesitados han multiplicado la pobreza, que no se ve para cuándo terminará o por lo menos disminuya la brecha entre ricos y pobres.

Si el comercio informal y los pequeños negocios resultaron severamente afectados y algunos fueron clausurados o desaparecieron por efectos de la cuarentena obligada y mal llevada, a casi diez meses del reconocimiento oficial del mortal virus y su desmesurado contagio, ahora comenzamos a ver los remates y cierres de negocios ubicados en plazas comerciales, donde empresas corporativas también han despedido a su personal y amenazan con cerrar sus negocios de forma definitiva, apresurando con ello la gran depresión económica que parece inminente. Al derrumbe de la precaria economía corre aparejada la inseguridad urbana y rural, que ha enlutado a miles de hogares. Ante ello, debemos luchar por los derechos fundamentales de los mexicanos consagrados en la Constitución (humanos, civiles, políticos, sociales y económicos), evitando la intimidación y la violencia, imparables por la ineficacia gubernamental de la 4T, sentando sus reales y sepultando caprichosamente las esperanzas de reivindicación de los mexicanos, sin excepción. Para quienes nos ha tocado vivir durante la segunda mitad del siglo XX y las dos primeras décadas del siglo XXI, la aparición del Covid ha sido el acontecimiento funesto más grande que estamos enfrentando, sin habernos preparado para sumarnos a la tarea humanitaria más importante de nuestra existencia: salvar vidas. Velar por la integridad física de nuestros seres queridos y la propia, cuando se nos presentan en agonía y en una tribulación indescriptibles. Nuestra tarea fundamental tiene que concretarse a seguir luchando a brazo partido, hasta sacar fuerzas de flaqueza, dominando el cansancio y la fatiga, para sobrevivir, adaptándonos a nuevas formas de convivencia que las circunstancias ajenas a nuestra voluntad nos imponen.

Frente al criminal e irresponsable mal manejo de la lucha institucional del gobierno de la 4T en contra del Covid-19.

La sociedad civil ha tenido que organizarse para improvisar nuevas formas de agenciarse recursos económicos que les permitan adquirir alimentos, medicamentos y los mínimos de subsistencia, que por la pérdida de empleos, cierre de negocios y cancelación de programas gubernamentales de apoyo a los más necesitados han multiplicado la pobreza, que no se ve para cuándo terminará o por lo menos disminuya la brecha entre ricos y pobres.

Si el comercio informal y los pequeños negocios resultaron severamente afectados y algunos fueron clausurados o desaparecieron por efectos de la cuarentena obligada y mal llevada, a casi diez meses del reconocimiento oficial del mortal virus y su desmesurado contagio, ahora comenzamos a ver los remates y cierres de negocios ubicados en plazas comerciales, donde empresas corporativas también han despedido a su personal y amenazan con cerrar sus negocios de forma definitiva, apresurando con ello la gran depresión económica que parece inminente. Al derrumbe de la precaria economía corre aparejada la inseguridad urbana y rural, que ha enlutado a miles de hogares. Ante ello, debemos luchar por los derechos fundamentales de los mexicanos consagrados en la Constitución (humanos, civiles, políticos, sociales y económicos), evitando la intimidación y la violencia, imparables por la ineficacia gubernamental de la 4T, sentando sus reales y sepultando caprichosamente las esperanzas de reivindicación de los mexicanos, sin excepción. Para quienes nos ha tocado vivir durante la segunda mitad del siglo XX y las dos primeras décadas del siglo XXI, la aparición del Covid ha sido el acontecimiento funesto más grande que estamos enfrentando, sin habernos preparado para sumarnos a la tarea humanitaria más importante de nuestra existencia: salvar vidas. Velar por la integridad física de nuestros seres queridos y la propia, cuando se nos presentan en agonía y en una tribulación indescriptibles. Nuestra tarea fundamental tiene que concretarse a seguir luchando a brazo partido, hasta sacar fuerzas de flaqueza, dominando el cansancio y la fatiga, para sobrevivir, adaptándonos a nuevas formas de convivencia que las circunstancias ajenas a nuestra voluntad nos imponen.