/ domingo 23 de junio de 2019

Asesinatos, secuestros y extorsiones, por muchos años más

Si hay algunos que aún tienen la esperanza de que el gobierno de López Obrador bajará considerablemente los índices delictivos que azotan a los mexicanos, que la pierdan ya. Todo indica que la inseguridad, a niveles muy altos, continuará por muchos años más.

Puede verse esto porque, por un lado, el principal plan para combatir a la delincuencia, la Guardia Nacional, nace con notorias deficiencias, y por otro, el grado de descomposición social es tal que en la actualidad pueblos enteros están del lado de la delincuencia pero creen firmemente estar en lo correcto.

Durante los últimos 18 años hemos visto cómo fracasan las políticas anticrimen. Tres sexenios y ninguno pudo contra la delincuencia.

Fox ni supo de qué se trataba el asunto. Desmanteló instituciones del área de seguridad y los jefes de los cárteles, que estaban a poco de hacerse del control, empezaron a mandar no sólo en su submundo, sino en las corporaciones policiacas.

Calderón desató la guerra y el Ejército terminó de desgastarse. Entonces incorporó a la batalla a la Armada de México y ésta dio buenos golpes al inicio, pero después sus mandos habrían caído en lo mismo que los del Ejército.

Con Peña Nieto lo único bueno que hicieron fue la detención y reaprehensión del Chapo Guzmán, pero crecieron otros grupos, entre ellos el Cártel de Jalisco Nueva Generación y los secuestros, extorsiones, tráfico de migrantes y asesinatos se arraigaron por todo el país.

Ahora el presidente López Obrador ha dicho que no es prioridad detener a los jefes de los cárteles, que ya no hay guerra, que mejor abrazos que balazos y pone al frente de la lucha a la Guardia Nacional, que no es otra cosa que expolicías federales, soldados y algunas nuevas contrataciones bajo el mando de militares.

Pero en tanto para el gobierno ya no hay guerra, los grupos de la delincuencia organizada han multiplicado sus actividades delictivas y miles y miles de mexicanos lo resienten. Lo sufren los maestros a los que secuestran para quitarles 30 mil pesos, los trabajadores petroleros a quienes les exigen 50 mil, los médicos a los que les arrebatan 100 mil, los comerciantes de plazas comerciales o los de la tiendita o el mecánico que tiene su taller y todos deben pagar su cuota mensual, los traileros, los pasajeros de autobuses, los dueños de bares o restaurantes y muchos más.

Esto nos ha llevado a la descomposición social. Ahora muchos jóvenes ven en la delincuencia una forma de vida. Si antes se aspiraba a ser ingeniero, médico o abogado, ahora se quiere ser sicario. Tener de conocido a un delincuente es motivo para presumirlo.

Así las cosas, es muy complicado acabar con la inseguridad. Habrá crimen organizado por mucho tiempo.

Si hay algunos que aún tienen la esperanza de que el gobierno de López Obrador bajará considerablemente los índices delictivos que azotan a los mexicanos, que la pierdan ya. Todo indica que la inseguridad, a niveles muy altos, continuará por muchos años más.

Puede verse esto porque, por un lado, el principal plan para combatir a la delincuencia, la Guardia Nacional, nace con notorias deficiencias, y por otro, el grado de descomposición social es tal que en la actualidad pueblos enteros están del lado de la delincuencia pero creen firmemente estar en lo correcto.

Durante los últimos 18 años hemos visto cómo fracasan las políticas anticrimen. Tres sexenios y ninguno pudo contra la delincuencia.

Fox ni supo de qué se trataba el asunto. Desmanteló instituciones del área de seguridad y los jefes de los cárteles, que estaban a poco de hacerse del control, empezaron a mandar no sólo en su submundo, sino en las corporaciones policiacas.

Calderón desató la guerra y el Ejército terminó de desgastarse. Entonces incorporó a la batalla a la Armada de México y ésta dio buenos golpes al inicio, pero después sus mandos habrían caído en lo mismo que los del Ejército.

Con Peña Nieto lo único bueno que hicieron fue la detención y reaprehensión del Chapo Guzmán, pero crecieron otros grupos, entre ellos el Cártel de Jalisco Nueva Generación y los secuestros, extorsiones, tráfico de migrantes y asesinatos se arraigaron por todo el país.

Ahora el presidente López Obrador ha dicho que no es prioridad detener a los jefes de los cárteles, que ya no hay guerra, que mejor abrazos que balazos y pone al frente de la lucha a la Guardia Nacional, que no es otra cosa que expolicías federales, soldados y algunas nuevas contrataciones bajo el mando de militares.

Pero en tanto para el gobierno ya no hay guerra, los grupos de la delincuencia organizada han multiplicado sus actividades delictivas y miles y miles de mexicanos lo resienten. Lo sufren los maestros a los que secuestran para quitarles 30 mil pesos, los trabajadores petroleros a quienes les exigen 50 mil, los médicos a los que les arrebatan 100 mil, los comerciantes de plazas comerciales o los de la tiendita o el mecánico que tiene su taller y todos deben pagar su cuota mensual, los traileros, los pasajeros de autobuses, los dueños de bares o restaurantes y muchos más.

Esto nos ha llevado a la descomposición social. Ahora muchos jóvenes ven en la delincuencia una forma de vida. Si antes se aspiraba a ser ingeniero, médico o abogado, ahora se quiere ser sicario. Tener de conocido a un delincuente es motivo para presumirlo.

Así las cosas, es muy complicado acabar con la inseguridad. Habrá crimen organizado por mucho tiempo.