/ domingo 19 de septiembre de 2021

Biden no vendrá y nos mete a la lista del narco

El presidente López Obrador cerró este sábado una semana de pesadilla en materia de relaciones internacionales: Biden declinó la invitación de AMLO para venir a México y colocó a nuestro país en la lista negra de países infiltrados por el narcotráfico.

Luego de tres años de ostracismo, López Obrador retomó la política exterior de México para hacer una apuesta por demás arriesgada: reivindicar a los fenecientes regímenes cubano y venezolano para desafiar una vez más al nuevo gobierno de Joe Biden, lo que podría tener un fuerte impacto en tres aspectos fundamentales de nuestra relación bilateral: los mexicanos que residen en EU, el libre comercio y la seguridad nacional frente al crimen organizado.

La respuesta no se hizo esperar. Joe Biden declinó la invitación hecha por el Presidente mexicano para visitar nuestro país, y al día siguiente, puso a México –por tercer año consecutivo- en la lista de los 22 principales países productores de drogas ilícitas o de tránsito de drogas, lo que implica además una serie de restricciones en materia comercial y financiera.

Hoy México está cada vez más cerca de Cuba, Venezuela e incluso China, y cada vez más lejos de la defensa de los intereses de los mexicanos que viven en Estados Unidos, sin contar las consecuencias migratorias y comerciales de una relación diplomática que se deteriora de manera irresponsable.

En los últimos días, López Obrador ha llenado de elogios a la dictadura cubana. Hasta hoy, el gobierno de la 4T no ha hecho ninguna defensa tan apasionada de los millones de mexicanos que radican en Estados Unidos como la hizo del gobierno de la isla y su presidente.

El jueves pasado, López Obrador concedió al dignatario de Cuba, Miguel Díaz-Canel, la inusual distinción de acompañarlo durante el Desfile Militar por los festejos de la Independencia de México. A lo lejos, en la tribuna, el recién nombrado embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, escuchaba con atención la arenga del mandatario mexicano a favor de la herencia del régimen castrista.

“Se ve mal que el gobierno de Estados Unidos utilice el bloqueo para impedir el bienestar del pueblo de Cuba con el propósito de que éste, obligado por la necesidad, tenga que enfrentar a su propio gobierno”, dijo el presidente de México, con lo que reconoció involuntariamente el repudio del pueblo cubano a su gobierno dictatorial.

La respuesta del embajador Salazar fue una cátedra de diplomacia frente a la provocación del gobierno de la 4T: dijo que ambos países no deben “distraerse”, porque lo más importante es que pueden hacer cosas juntos y fortalecer su relación; y aclaró que la administración estadounidense seguirá luchando por la democracia de Cuba.

Pero el Presidente está convencido que la lucha debe ser a favor de las dictaduras latinoamericanas y no por los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos ni las consecuencias económicas, financieras y de migración que conlleva su arrogante arrebato de ignorancia diplomática.

Apenas este sábado, durante la inauguración de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), López Obrador hizo lo que mejor sabe: polarizar. Ahora les tocó a los gobiernos de América Latina y el Caribe, concediendo un exacerbado protagonismo a los presidentes de Cuba Miguel Díaz-Canel y de Venezuela, Nicolás Maduro, e invitando al presidente de China, Xi Jinping, a pronunciar un discurso virtual desde aquél país. ¡La tormenta perfecta!

El rechazo no se hizo esperar. Durante su participación en la reunión, el presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, reiteró su rechazo al gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro. "Mi presencia en esta cumbre, en ningún sentido ni circunstancia, representa el reconocimiento al gobierno del señor Nicolás Maduro”, dijo el mandatario, quien tras su intervención, abandonó la Cumbre.

Por su parte, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle, también criticó la falta de democracia que persiste en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Al final, la Asamblea fue un desastre. Sólo asistieron 17 de los 33 miembros de la Comunidad, entre ellos, cinco islas caribeñas que sumada sus poblaciones es menor que la alcaldía de Iztapalapa.

Si el propósito de la VI cumbre de la CELAC era fomentar la integración de América a partir de la autodeterminación de los pueblos, la cooperación para el desarrollo y la ayuda mutua, entonces la diplomacia de la 4T falló de manera vergonzante. Si lo que buscaba era dividir al continente latinoamericano y desafiar a los Estados Unidos, el Presidente mexicano puede estar muy satisfecho con el resultado.

López Obrador le sigue jalando los bigotes al Tío Sam. No acaba de entender que el presidente Biden no es Donald Trump.

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Luego de tres años de ostracismo, López Obrador retomó la política exterior de México para hacer una apuesta por demás arriesgada: reivindicar a los fenecientes regímenes cubano y venezolano para desafiar una vez más al nuevo gobierno de Joe Biden, lo que podría tener un fuerte impacto en tres aspectos fundamentales de nuestra relación bilateral: los mexicanos que residen en EU, el libre comercio y la seguridad nacional frente al crimen organizado.

La respuesta no se hizo esperar. Joe Biden declinó la invitación hecha por el Presidente mexicano para visitar nuestro país, y al día siguiente, puso a México –por tercer año consecutivo- en la lista de los 22 principales países productores de drogas ilícitas o de tránsito de drogas, lo que implica además una serie de restricciones en materia comercial y financiera.

Hoy México está cada vez más cerca de Cuba, Venezuela e incluso China, y cada vez más lejos de la defensa de los intereses de los mexicanos que viven en Estados Unidos, sin contar las consecuencias migratorias y comerciales de una relación diplomática que se deteriora de manera irresponsable.

En los últimos días, López Obrador ha llenado de elogios a la dictadura cubana. Hasta hoy, el gobierno de la 4T no ha hecho ninguna defensa tan apasionada de los millones de mexicanos que radican en Estados Unidos como la hizo del gobierno de la isla y su presidente.

El jueves pasado, López Obrador concedió al dignatario de Cuba, Miguel Díaz-Canel, la inusual distinción de acompañarlo durante el Desfile Militar por los festejos de la Independencia de México. A lo lejos, en la tribuna, el recién nombrado embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, escuchaba con atención la arenga del mandatario mexicano a favor de la herencia del régimen castrista.

“Se ve mal que el gobierno de Estados Unidos utilice el bloqueo para impedir el bienestar del pueblo de Cuba con el propósito de que éste, obligado por la necesidad, tenga que enfrentar a su propio gobierno”, dijo el presidente de México, con lo que reconoció involuntariamente el repudio del pueblo cubano a su gobierno dictatorial.

La respuesta del embajador Salazar fue una cátedra de diplomacia frente a la provocación del gobierno de la 4T: dijo que ambos países no deben “distraerse”, porque lo más importante es que pueden hacer cosas juntos y fortalecer su relación; y aclaró que la administración estadounidense seguirá luchando por la democracia de Cuba.

Pero el Presidente está convencido que la lucha debe ser a favor de las dictaduras latinoamericanas y no por los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos ni las consecuencias económicas, financieras y de migración que conlleva su arrogante arrebato de ignorancia diplomática.

Apenas este sábado, durante la inauguración de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), López Obrador hizo lo que mejor sabe: polarizar. Ahora les tocó a los gobiernos de América Latina y el Caribe, concediendo un exacerbado protagonismo a los presidentes de Cuba Miguel Díaz-Canel y de Venezuela, Nicolás Maduro, e invitando al presidente de China, Xi Jinping, a pronunciar un discurso virtual desde aquél país. ¡La tormenta perfecta!

El rechazo no se hizo esperar. Durante su participación en la reunión, el presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, reiteró su rechazo al gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro. "Mi presencia en esta cumbre, en ningún sentido ni circunstancia, representa el reconocimiento al gobierno del señor Nicolás Maduro”, dijo el mandatario, quien tras su intervención, abandonó la Cumbre.

Por su parte, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle, también criticó la falta de democracia que persiste en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Al final, la Asamblea fue un desastre. Sólo asistieron 17 de los 33 miembros de la Comunidad, entre ellos, cinco islas caribeñas que sumada sus poblaciones es menor que la alcaldía de Iztapalapa.

Si el propósito de la VI cumbre de la CELAC era fomentar la integración de América a partir de la autodeterminación de los pueblos, la cooperación para el desarrollo y la ayuda mutua, entonces la diplomacia de la 4T falló de manera vergonzante. Si lo que buscaba era dividir al continente latinoamericano y desafiar a los Estados Unidos, el Presidente mexicano puede estar muy satisfecho con el resultado.

López Obrador le sigue jalando los bigotes al Tío Sam. No acaba de entender que el presidente Biden no es Donald Trump.

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