/ domingo 16 de junio de 2019

Caficultor: Pobreza extrema (Primera parte)

Años felices se vivieron en Veracruz en la parte intermedia del siglo XX, con una agricultura floreciente en el bicultivo del café y el azúcar, principalmente en la zona de las Altas Montañas: Coatepec, Xalapa, Córdoba, Orizaba, Huatusco, Ixhuatlán del Café y desde luego los puntos agrícolas de esta vasta zona.

Circulaba el dinero porque valían el café y el azúcar, la referencia eran Córdoba y Coatepec; en ese orden primero fue Córdoba y posteriormente Coatepec; así cotizaba el café mexicano, Lab. Nuevo Laredo.

En esta zona se asentó 33% de la producción azucarera, con sus dos grandes ingenio: San Cristóbal, en volumen, y El Potrero, en calidad; ¡Ah qué tiempos aquellos!

Florecían los millonarios; qué decir de las familias Regules, Porres, Sáenz y Zardaín en Córdoba, estos últimos tambien en Chiapas; Domingo Muguira apenas figuraba como gran comprador de estas casas; las familias Nieva, Rubach y Guillome en Huatusco; los Martínez, Piñeiro, Fernández, Vázquez de Alto Lucero en la zona de Xalapa, grandes millonarios ante la sociedad; su fortuna: el café.

De los azucareros, la familia Perdomo figuraba en la zona centro del estado, con los Machado y García Mora en la cuenca del Papaloapan, con precios sustentables, donde los productores eran codiciados. En el caso del café se instalaban compras de todas las casas en puntos estratégicos donde se producía; el productor vivía de regular para mejor.

Qué decir del que cultivaba la caña de azúcar, “establecida la relación con el ingenio, le daban dinero para todo: sembrar, abonar, cortar y el pago del flete hasta en la entrega en el batey del ingenio”.

Como dije, la zona de Córdoba era un gran centro productor, ahí florecieron los ingenios San Miguelito, San José de Tapia, Nuevo Toxpan, El Carmen, El Potrero, San José de Abajo, Providencia, Motzorongo, sólo por citar algunos.

Los tiempos del siglo XX fueron fructíferos para la agricultura de las Altas Montañas y gran parte de Veracruz.

Pero como también lo he citado, nada es permanente; lo que es permanente es el “cambio” y ése llegó para quedarse.

Los grandes capitales se acabaron; de los empresarios caficultores sólo quedaron los Porres-Bueno con descafeinado, soluble y café en sus diversas versiones de agregados de valor, con entregas diferenciadas a hoteles y cafeterías exclusivas.

El gran líder de esta industria a nivel nacional es Domingo Muguira Revuelta con la empresa “Los Portales y Cafés Finos de Exportación”, con ventas a más de 30 países desde europeos, orientales, hasta asiáticos con marca propia o elaborada.

Con especialidad en cafés solubles y gourmet, es un industrial de la producción, sólo existe su socio productor enamorado de este concepto: Adrián Marenco Olavarrieta, en Chiapas, quien cree en la cosecha. Cada año hace su planeación con grandes perspectivas; pero el destino lo alcanza, si no es el clima, es la falta de mano de obra o lo último, la roya; y lo fundamental, precios del comodite menores a la producción; ahí acaban sus buenos oficios y con él la aparicion del “Te lo dije, de Domingo”.

El que aspire a estar en el café tendrá que tener valor agregado, sea verde o transformado. Puedo asegurar que el que gana seguro es el que lo vende en tasa, ése sí no tiene pierde, sólo cuidar los gastos de operación y por supuesto vender mucho.

¿Qué le sucedió al azúcar?, pues dando tumbos, defendiéndose de la zacarina y de los derivados cosméticos endulzantes; sólo con apoyo gubernamental para la operación de los ingenios y con buenos precios en la Central de Abastos le irá regular.

En ambos cultivos el productor-agricultor casi no existe y el que queda es explotado hasta la saciedad, está a la buena de Dios o a la mano de multitud de líderes que han merodeado en este entorno y que se han llevado gran parte de los apoyos.

La desaparición del Inmecafé privó al campo de un área de alta técnica en la producción, tanto en la variedad de siembra como en abonos y folaciones; ahora nada se hace y el apoyo es de 5 mil pesos anuales, que sólo le sirven al caficultor para un buen fin de semana.

Las políticas incluidas en la Ley de Desarrollo Sustentable de Productos Agropecuarios en cadenas productivas, bajo el esquema de sistema-productos, creo el Sistema Producto- Café Nacional y con ello la aparición de Amecafé, que ha sido uno de los últimos clavos al ataud para el productor, pues es tan ineficiente que no hay padrón real; son números que ellos quieren o les interesa.

Es tan grande el fracaso que el propio presidente Vicente Fox alguna vez manifestó: “El café no tiene llenadera”; le había invertido 2 mil millones de pesos y el sector pedía para todo:

Si el precio bajaba, dame; si hay plaga, dame; si hay que renovar, dame; si hay plaga, dame; y así sucesivamente, dame, dame, dame.

La corrupción se desató al interior de las instituciones tanto federales como estatales, contando con la complacencia de líderes del sector productivo e industrial, lo que impidió llevar a cabo los programas más simples.

En Veracruz fue tan grave el tema, que el senador José Yunes Zorrilla consiguió 200 millones de pesos adicionales de apoyo al productor —que no pudieron repartirse— y hubo que devolverlos por la codicia de los líderes.

El gran problema del café y del azúcar es que su precio se fija sin considerar a quién lo produce, lo fija el mercado (?); es decir las bolsas de Nueva York o Chicago, la de los comodities, a los cuales nada les importan los mexicanos, guatemaltecos, chinos, brasileños, colombianos, vietnamitas, africanos, sólo les interesa especular con lotes.

La semana entrante comentaré sobre la pobreza extrema del caficultor mexicano.

Años felices se vivieron en Veracruz en la parte intermedia del siglo XX, con una agricultura floreciente en el bicultivo del café y el azúcar, principalmente en la zona de las Altas Montañas: Coatepec, Xalapa, Córdoba, Orizaba, Huatusco, Ixhuatlán del Café y desde luego los puntos agrícolas de esta vasta zona.

Circulaba el dinero porque valían el café y el azúcar, la referencia eran Córdoba y Coatepec; en ese orden primero fue Córdoba y posteriormente Coatepec; así cotizaba el café mexicano, Lab. Nuevo Laredo.

En esta zona se asentó 33% de la producción azucarera, con sus dos grandes ingenio: San Cristóbal, en volumen, y El Potrero, en calidad; ¡Ah qué tiempos aquellos!

Florecían los millonarios; qué decir de las familias Regules, Porres, Sáenz y Zardaín en Córdoba, estos últimos tambien en Chiapas; Domingo Muguira apenas figuraba como gran comprador de estas casas; las familias Nieva, Rubach y Guillome en Huatusco; los Martínez, Piñeiro, Fernández, Vázquez de Alto Lucero en la zona de Xalapa, grandes millonarios ante la sociedad; su fortuna: el café.

De los azucareros, la familia Perdomo figuraba en la zona centro del estado, con los Machado y García Mora en la cuenca del Papaloapan, con precios sustentables, donde los productores eran codiciados. En el caso del café se instalaban compras de todas las casas en puntos estratégicos donde se producía; el productor vivía de regular para mejor.

Qué decir del que cultivaba la caña de azúcar, “establecida la relación con el ingenio, le daban dinero para todo: sembrar, abonar, cortar y el pago del flete hasta en la entrega en el batey del ingenio”.

Como dije, la zona de Córdoba era un gran centro productor, ahí florecieron los ingenios San Miguelito, San José de Tapia, Nuevo Toxpan, El Carmen, El Potrero, San José de Abajo, Providencia, Motzorongo, sólo por citar algunos.

Los tiempos del siglo XX fueron fructíferos para la agricultura de las Altas Montañas y gran parte de Veracruz.

Pero como también lo he citado, nada es permanente; lo que es permanente es el “cambio” y ése llegó para quedarse.

Los grandes capitales se acabaron; de los empresarios caficultores sólo quedaron los Porres-Bueno con descafeinado, soluble y café en sus diversas versiones de agregados de valor, con entregas diferenciadas a hoteles y cafeterías exclusivas.

El gran líder de esta industria a nivel nacional es Domingo Muguira Revuelta con la empresa “Los Portales y Cafés Finos de Exportación”, con ventas a más de 30 países desde europeos, orientales, hasta asiáticos con marca propia o elaborada.

Con especialidad en cafés solubles y gourmet, es un industrial de la producción, sólo existe su socio productor enamorado de este concepto: Adrián Marenco Olavarrieta, en Chiapas, quien cree en la cosecha. Cada año hace su planeación con grandes perspectivas; pero el destino lo alcanza, si no es el clima, es la falta de mano de obra o lo último, la roya; y lo fundamental, precios del comodite menores a la producción; ahí acaban sus buenos oficios y con él la aparicion del “Te lo dije, de Domingo”.

El que aspire a estar en el café tendrá que tener valor agregado, sea verde o transformado. Puedo asegurar que el que gana seguro es el que lo vende en tasa, ése sí no tiene pierde, sólo cuidar los gastos de operación y por supuesto vender mucho.

¿Qué le sucedió al azúcar?, pues dando tumbos, defendiéndose de la zacarina y de los derivados cosméticos endulzantes; sólo con apoyo gubernamental para la operación de los ingenios y con buenos precios en la Central de Abastos le irá regular.

En ambos cultivos el productor-agricultor casi no existe y el que queda es explotado hasta la saciedad, está a la buena de Dios o a la mano de multitud de líderes que han merodeado en este entorno y que se han llevado gran parte de los apoyos.

La desaparición del Inmecafé privó al campo de un área de alta técnica en la producción, tanto en la variedad de siembra como en abonos y folaciones; ahora nada se hace y el apoyo es de 5 mil pesos anuales, que sólo le sirven al caficultor para un buen fin de semana.

Las políticas incluidas en la Ley de Desarrollo Sustentable de Productos Agropecuarios en cadenas productivas, bajo el esquema de sistema-productos, creo el Sistema Producto- Café Nacional y con ello la aparición de Amecafé, que ha sido uno de los últimos clavos al ataud para el productor, pues es tan ineficiente que no hay padrón real; son números que ellos quieren o les interesa.

Es tan grande el fracaso que el propio presidente Vicente Fox alguna vez manifestó: “El café no tiene llenadera”; le había invertido 2 mil millones de pesos y el sector pedía para todo:

Si el precio bajaba, dame; si hay plaga, dame; si hay que renovar, dame; si hay plaga, dame; y así sucesivamente, dame, dame, dame.

La corrupción se desató al interior de las instituciones tanto federales como estatales, contando con la complacencia de líderes del sector productivo e industrial, lo que impidió llevar a cabo los programas más simples.

En Veracruz fue tan grave el tema, que el senador José Yunes Zorrilla consiguió 200 millones de pesos adicionales de apoyo al productor —que no pudieron repartirse— y hubo que devolverlos por la codicia de los líderes.

El gran problema del café y del azúcar es que su precio se fija sin considerar a quién lo produce, lo fija el mercado (?); es decir las bolsas de Nueva York o Chicago, la de los comodities, a los cuales nada les importan los mexicanos, guatemaltecos, chinos, brasileños, colombianos, vietnamitas, africanos, sólo les interesa especular con lotes.

La semana entrante comentaré sobre la pobreza extrema del caficultor mexicano.