/ viernes 5 de octubre de 2018

Cambio de política y también cambio de mentalidad

Un amigo médico que atendía al papá de López Obrador, quien estaba internado en uno de los hospitales del sur de la Ciudad de México, lo trasladó en su vehículo a visitar al enfermo. A López Obrador no le agradó el lujo y la ostentosidad del vehículo y le sugirió que de ser posible optara por ser austero y mantener un “perfil bajo”, el médico había sido diputado federal por el PRD, y después ocupó otros puestos dentro del gobierno de la Ciudad de México, es decir, era un funcionario público surgido de la oposición de izquierda, cuando al PRD así se le consideraba.

De esta confesión de mi amigo arribé a dos conclusiones: una, que López Obrador sin declararse miembro de la vieja izquierda socialista, mantiene esos principios de ética política, que desprecia todo aquello que sea la exaltación del individualismo, el lujo y la ostentosidad como signo de poder. Mi amigo no apreció este consejo de un líder político y el comportamiento que debe ser del funcionario público de izquierda, que contraviene la subcultura perversa y corrupta del funcionario neoliberal que sirve al capital y tiene como divisa el enriquecimiento a costa del dinero público. Lo otro, es posible que mi amigo quiso presumir su vehículo que impresionó hasta al mismo López Obrador.

Ya como presidente electo, López Obrador da una filípica a los funcionarios y algunos diputados que serán los protagonistas de la Cuarta Transformación. Una nueva política requiere de nueva mentalidad y de principios, con los que López Obrador ha mostrado ser consecuente. Por supuesto esta ética política no la inventó AMLO, los luchadores sociales de todos los tiempos entienden cuál es la función del servidor público, la humildad, la capacidad de servicio, la solidaridad. Fue don José María Morelos el que se autonombró como siervo de la nación. O la austeridad y humildad con que ejerció la función de presidente de Uruguay, Pepe Mújica. En un reportaje de un periódico nacional a Evo Morales, presidente de Bolivia, se narra cuando una señora se acerca al presidente Evo y lo llama “señor presidente”, éste rechaza amablemente “tal distinción”, y le aclara que él no “proviene de ninguna señoría, llámeme como compañero presidente o como hermano presidente, si quiere”.

Entiendo lo difícil que es armar un equipo más o menos homogéneo que puede o no estar de acuerdo con el 100% de lo prometido, pero sí con la ideología, el espíritu de la nueva política que se pretende ejercer: cero corrupción, disminuir los salarios de los funcionarios y eliminar las pensiones insultantes a los expresidentes y exfuncionarios de primer y segundo nivel. Y nunca sentirse por encima de la gente como personajes de otro nivel superior.

El último ejemplo que muestra que no se ha entendido la ética del nuevo gobierno es la boda de su vocero el señor Yanes, derroche de dinero, de lujo y de ostentación que no pide nada a los festejos de funcionarios del antiguo régimen. Funcionando con los valores de la burguesía. Hay que llegar al pueblo con humildad, rechazar la escala de valores que la burguesía impone, que nos echa a competir y ésta se convierte en la ideología, “el vestido de marca” se transforma en su piel. Dios es el mercado y el centro comercial, la plaza la nueva iglesia y nosotros —la clase media— en su esclavo fiel.

No sé si López Obrador mantenga esa norma o costumbre nefasta de saturar las oficinas de servicios públicos del retrato del presidente, del gobernador y hasta del presidente municipal. Culto a la personalidad que choca con el espíritu del nuevo gobierno. Y en eso cabe esos monumentales retratos de nuestro gobernador electo: Cuitláhuac García, ya peinado con gomina, como dice López Obrador, para terminar clonando a los funcionarios, que ya queremos ubicarlos en el pasado del pasado.


Un amigo médico que atendía al papá de López Obrador, quien estaba internado en uno de los hospitales del sur de la Ciudad de México, lo trasladó en su vehículo a visitar al enfermo. A López Obrador no le agradó el lujo y la ostentosidad del vehículo y le sugirió que de ser posible optara por ser austero y mantener un “perfil bajo”, el médico había sido diputado federal por el PRD, y después ocupó otros puestos dentro del gobierno de la Ciudad de México, es decir, era un funcionario público surgido de la oposición de izquierda, cuando al PRD así se le consideraba.

De esta confesión de mi amigo arribé a dos conclusiones: una, que López Obrador sin declararse miembro de la vieja izquierda socialista, mantiene esos principios de ética política, que desprecia todo aquello que sea la exaltación del individualismo, el lujo y la ostentosidad como signo de poder. Mi amigo no apreció este consejo de un líder político y el comportamiento que debe ser del funcionario público de izquierda, que contraviene la subcultura perversa y corrupta del funcionario neoliberal que sirve al capital y tiene como divisa el enriquecimiento a costa del dinero público. Lo otro, es posible que mi amigo quiso presumir su vehículo que impresionó hasta al mismo López Obrador.

Ya como presidente electo, López Obrador da una filípica a los funcionarios y algunos diputados que serán los protagonistas de la Cuarta Transformación. Una nueva política requiere de nueva mentalidad y de principios, con los que López Obrador ha mostrado ser consecuente. Por supuesto esta ética política no la inventó AMLO, los luchadores sociales de todos los tiempos entienden cuál es la función del servidor público, la humildad, la capacidad de servicio, la solidaridad. Fue don José María Morelos el que se autonombró como siervo de la nación. O la austeridad y humildad con que ejerció la función de presidente de Uruguay, Pepe Mújica. En un reportaje de un periódico nacional a Evo Morales, presidente de Bolivia, se narra cuando una señora se acerca al presidente Evo y lo llama “señor presidente”, éste rechaza amablemente “tal distinción”, y le aclara que él no “proviene de ninguna señoría, llámeme como compañero presidente o como hermano presidente, si quiere”.

Entiendo lo difícil que es armar un equipo más o menos homogéneo que puede o no estar de acuerdo con el 100% de lo prometido, pero sí con la ideología, el espíritu de la nueva política que se pretende ejercer: cero corrupción, disminuir los salarios de los funcionarios y eliminar las pensiones insultantes a los expresidentes y exfuncionarios de primer y segundo nivel. Y nunca sentirse por encima de la gente como personajes de otro nivel superior.

El último ejemplo que muestra que no se ha entendido la ética del nuevo gobierno es la boda de su vocero el señor Yanes, derroche de dinero, de lujo y de ostentación que no pide nada a los festejos de funcionarios del antiguo régimen. Funcionando con los valores de la burguesía. Hay que llegar al pueblo con humildad, rechazar la escala de valores que la burguesía impone, que nos echa a competir y ésta se convierte en la ideología, “el vestido de marca” se transforma en su piel. Dios es el mercado y el centro comercial, la plaza la nueva iglesia y nosotros —la clase media— en su esclavo fiel.

No sé si López Obrador mantenga esa norma o costumbre nefasta de saturar las oficinas de servicios públicos del retrato del presidente, del gobernador y hasta del presidente municipal. Culto a la personalidad que choca con el espíritu del nuevo gobierno. Y en eso cabe esos monumentales retratos de nuestro gobernador electo: Cuitláhuac García, ya peinado con gomina, como dice López Obrador, para terminar clonando a los funcionarios, que ya queremos ubicarlos en el pasado del pasado.