/ miércoles 19 de agosto de 2020

Claroscuros de ayer y hoy

Los temores del hombre y la mujer contemporáneos son muy semejantes a los de los hombres de la baja Edad Media europea, hace unos 900 años, por ejemplo. En aquella época existía una gran ignorancia en la población, puesto que todavía no había escuelas para el pueblo. Hablaban lenguajes similares a los actuales en los distintos países en que las lenguas han sobrevivido, y la concepción del mundo y de la vida no estaba muy distante de la nuestra.

Tal vez lo más interesante son los cambios que se han operado a lo largo de los años con la evolución de la sociedad y la tecnología. Pero la esencia humana sigue siendo la misma. La sociedad actual es muy inquieta y percibe que muchas cosas de su pasado se están perdiendo. Pierde identidad, pertenencia, arraigo y amor por sus coterráneos. Por eso vuelve su vista al pasado, a la memoria histórica, y conmemora a los héroes y los hechos más relevantes de la humanidad, como a los pueblos indígenas, el cáncer, el agua, la salud, libertad de prensa, el padre y la madre, etcétera.

No decimos que eso esté mal. La mente hoy está tan dispersa y el conocimiento es tremendamente amplio que nos hace sentir que no sabemos nada. Quizá necesitemos recuperar confianza en un futuro inmediato a pesar de la incertidumbre. Tal vez no queremos que los hechos crueles y bochornosos se repitan. Pero, obviamente, siempre aprendemos del pasado colectivo y del ayer de cada quien.

La violencia ha sido igual a lo largo de estos años. El hombre es tan complejo que puede ser amoroso y bondadoso, egoísta y ambicioso, soberbio y orgulloso, cruel e iracundo, siempre buscando poseer bienes sin importar el medio. Desde un asalto agresivamente innecesario en un paraje despoblado, un acto terrorista o hasta el sofisticado armamento nuclear que se controla desde una oficina gubernamental. Siempre buscando pretextos para matar a sus semejantes.

Cosa contraria, la idea de una vida mejor de continuo ronda sus sueños. Las migraciones han sido recurrentes en busca de mejores estilos de vida. El fenómeno de asiáticos y africanos cruzando el Mediterráneo o el Medio Oriente para llegar a Europa; cubanos arriesgando la vida para llegar a la Florida; mexicanos desafiando el desierto para internarse en los Estados Unidos, centroamericanos cruzando México en pos de una ilusión, con un espíritu de aventura y la aspiración de una mejor forma de vida que no le ofrece su país de origen.

La suerte ha jugado un papel en el subconsciente de la gente. Siempre se han preguntado qué tan fuerte es el papel de la suerte en la vida de cada uno, en la empresa de cada quien. Dicen –pero no creen– que el hombre puede ser el arquitecto de su propio destino. Carlos Marx define que “el hombre es dueño de su destino bajo circunstancias que no puede prever”. Muchas personas tienen suerte y su vida, con mayor o menor mérito, es como la hubiesen deseado siempre.

El nuevo sujeto político es la multitud, pero no tiene una identidad bien definida y no siempre tiene la razón. ¿Será que el conflicto es parte inherente a la sociedad y no puede eliminarse? ¿Qué niveles superiores de conciencia necesita escalar la humanidad para hacerse excelente o simplemente mejor?

gnietoa@hotmail.com

Los temores del hombre y la mujer contemporáneos son muy semejantes a los de los hombres de la baja Edad Media europea, hace unos 900 años, por ejemplo. En aquella época existía una gran ignorancia en la población, puesto que todavía no había escuelas para el pueblo. Hablaban lenguajes similares a los actuales en los distintos países en que las lenguas han sobrevivido, y la concepción del mundo y de la vida no estaba muy distante de la nuestra.

Tal vez lo más interesante son los cambios que se han operado a lo largo de los años con la evolución de la sociedad y la tecnología. Pero la esencia humana sigue siendo la misma. La sociedad actual es muy inquieta y percibe que muchas cosas de su pasado se están perdiendo. Pierde identidad, pertenencia, arraigo y amor por sus coterráneos. Por eso vuelve su vista al pasado, a la memoria histórica, y conmemora a los héroes y los hechos más relevantes de la humanidad, como a los pueblos indígenas, el cáncer, el agua, la salud, libertad de prensa, el padre y la madre, etcétera.

No decimos que eso esté mal. La mente hoy está tan dispersa y el conocimiento es tremendamente amplio que nos hace sentir que no sabemos nada. Quizá necesitemos recuperar confianza en un futuro inmediato a pesar de la incertidumbre. Tal vez no queremos que los hechos crueles y bochornosos se repitan. Pero, obviamente, siempre aprendemos del pasado colectivo y del ayer de cada quien.

La violencia ha sido igual a lo largo de estos años. El hombre es tan complejo que puede ser amoroso y bondadoso, egoísta y ambicioso, soberbio y orgulloso, cruel e iracundo, siempre buscando poseer bienes sin importar el medio. Desde un asalto agresivamente innecesario en un paraje despoblado, un acto terrorista o hasta el sofisticado armamento nuclear que se controla desde una oficina gubernamental. Siempre buscando pretextos para matar a sus semejantes.

Cosa contraria, la idea de una vida mejor de continuo ronda sus sueños. Las migraciones han sido recurrentes en busca de mejores estilos de vida. El fenómeno de asiáticos y africanos cruzando el Mediterráneo o el Medio Oriente para llegar a Europa; cubanos arriesgando la vida para llegar a la Florida; mexicanos desafiando el desierto para internarse en los Estados Unidos, centroamericanos cruzando México en pos de una ilusión, con un espíritu de aventura y la aspiración de una mejor forma de vida que no le ofrece su país de origen.

La suerte ha jugado un papel en el subconsciente de la gente. Siempre se han preguntado qué tan fuerte es el papel de la suerte en la vida de cada uno, en la empresa de cada quien. Dicen –pero no creen– que el hombre puede ser el arquitecto de su propio destino. Carlos Marx define que “el hombre es dueño de su destino bajo circunstancias que no puede prever”. Muchas personas tienen suerte y su vida, con mayor o menor mérito, es como la hubiesen deseado siempre.

El nuevo sujeto político es la multitud, pero no tiene una identidad bien definida y no siempre tiene la razón. ¿Será que el conflicto es parte inherente a la sociedad y no puede eliminarse? ¿Qué niveles superiores de conciencia necesita escalar la humanidad para hacerse excelente o simplemente mejor?

gnietoa@hotmail.com