/ sábado 18 de diciembre de 2021

Comentarios sobre la actual política educativa

Históricamente la educación pública en México se ha sostenido básicamente sobre los principios del laicismo, la solidaridad, el nacionalismo, la gratuidad, los resultados del progreso científico, también que será democrática y contribuirá a la mejor convivencia humana.

El afán de los mexicanos ha sido llevar sus beneficios a toda la población y el de los educadores la búsqueda de la formación integral de las personas. Como tales han quedado asentadas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Sin embargo, estos principios no siempre se han cumplido en sentido estricto, aunque los gobernantes por lo general sostienen el apego a ellos y la búsqueda de nuevas fórmulas de más y mejores servicios educativos para la población.

En la actualidad no podemos aún cantar victoria de los resultados que hay sobre la atención que ha tenido la educación en el país. Arcelia Martínez Bordón, integrante de Mujeres Unidas por la Educación y, entre otros estudios, Doctora en Política por la Universidad de York Inglaterra, opina que previo a la crisis que se vive con la pandemia, “en un primer recuento de daños dejó a 5.2 millones de niñas, niños y jóvenes fuera del ciclo escolar 2021-2022, ya sabíamos que nuestro sistema educativo no garantiza la cobertura para todos los grupos sociales en todos los niveles, pero tampoco la permanencia y mucho menos el logro de aprendizajes”.

Hay fuertes rezagos en el aprendizaje de los alumnos de educación básica. Abelardo Carro Nava comenta que vivimos en un país donde los políticos que están al frente de la SEP “diseñan programas que no acaban de concretarse para beneficio de la población a los que están dirigidos: niños, niñas y adolescentes (NNA) en edad escolar, ya sea en educación básica o media superior. NNA que, indudablemente, sufren las consecuencias de una serie de decisiones mal tomadas por quienes tendrían que procurar el derecho irrestricto, en este marco, a una educación de calidad”.

Existen problemas de antaño no superados; en informes de 2018 registrados en las pruebas Planea “sabíamos que los niños del país que cursaban sexto grado de primaria tenían un nivel de dominio insuficiente en sus conocimientos de las asignaturas de Lenguaje y comunicación (49%) y de Matemáticas (59 %). Esta cifra es alarmante porque da cuenta de las pocas probabilidades que tienen las y los estudiantes de transitar exitosamente en su educación…”

“La hoy tan poco valorada evaluación de aprendizajes hacía patente los magros resultados del sistema. Pero ¿qué está fallando? ¿Por qué las niñas, niños y adolescentes de este país no están aprendiendo lo que deben aprender? ¿Qué cambios necesita el sistema educativo?” Martínez Bordón opina que “a la par de la expansión de la cobertura educativa, también ha habido avances muy importantes, y más recientemente, en las últimas dos décadas, en la generación de información sobre los factores –socioeconómicos, familiares y escolares– que influyen en el logro académico”. Sin embargo también comenta: A la información que produce la investigación educativa y la evaluación estandarizada de aprendizajes le falta un examen desde una perspectiva de políticas públicas, que no solo mire el avance en la concreción de la titularidad de derechos –derecho de acceso a la escuela, permanencia y logro de aprendizajes de las y los estudiantes–, sino lo que se está haciendo desde el ámbito de la titularidad de obligaciones –responsabilidad máxima del Estado– para garantizar el derecho a la educación.

También en algún momento se ha señalado que la escuela es un importante factor de logro académico junto a las interacciones de estudiantes y maestros, además del factor económico, “la infraestructura y el equipamiento; la preparación efectiva de clases; la organización escolar, que a partir de un liderazgo pedagógico del director/a logre convocar a su comunidad para realizar un trabajo colegiado; y muy importante, el clima del aula”.

El análisis que hace Arcelia Martínez Bordón es interesante porque nos plantea un nuevo tipo de evaluación para mejorar el sistema educativo, sus resultados y lograr una educación de calidad. Considera que es necesaria una evaluación de políticas más que de programas. No solo debe mirar, por ejemplo, para el caso de la deserción escolar, la cobertura de un programa de becas o qué también se está realizando la entrega del apoyo, sino qué otras intervenciones existen para atender el compromiso no económico del abandono, como pueden ser los sistemas de alerta temprana para detectar a estudiantes rezagados y en riesgo de abandono o bien espacios de tutoría entre jóvenes y/o de mentoría con profesores en temas socioemocionales. Sin duda, hay que repensar qué tipo de evaluación necesitamos en México para dar seguimiento puntual a la actuación del Estado mexicano. No podemos renunciar a la evaluación de aprendizajes.

La investigadora concreta: "Si bien la política está hecha de palabras y de promesas, y ello siempre ha sido así, a las y los investigadores del sistema educativo, a quienes lo evaluamos, nos compete escudriñar esas palabras y mirar hasta dónde las promesas y los discursos se transforman en acciones concretas. Hasta qué punto dichas acciones son pertinentes, eficaces, coherentes, articuladas.

En qué medida los recursos que se asignan para su implementación son suficientes. Empecemos entonces por interesarnos más en lo que hacen los gobiernos y por construir, para el caso educativo, un semáforo de cumplimiento de los compromisos y acuerdos del Programa Sectorial de Educación 2020-2024".

Históricamente la educación pública en México se ha sostenido básicamente sobre los principios del laicismo, la solidaridad, el nacionalismo, la gratuidad, los resultados del progreso científico, también que será democrática y contribuirá a la mejor convivencia humana.

El afán de los mexicanos ha sido llevar sus beneficios a toda la población y el de los educadores la búsqueda de la formación integral de las personas. Como tales han quedado asentadas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Sin embargo, estos principios no siempre se han cumplido en sentido estricto, aunque los gobernantes por lo general sostienen el apego a ellos y la búsqueda de nuevas fórmulas de más y mejores servicios educativos para la población.

En la actualidad no podemos aún cantar victoria de los resultados que hay sobre la atención que ha tenido la educación en el país. Arcelia Martínez Bordón, integrante de Mujeres Unidas por la Educación y, entre otros estudios, Doctora en Política por la Universidad de York Inglaterra, opina que previo a la crisis que se vive con la pandemia, “en un primer recuento de daños dejó a 5.2 millones de niñas, niños y jóvenes fuera del ciclo escolar 2021-2022, ya sabíamos que nuestro sistema educativo no garantiza la cobertura para todos los grupos sociales en todos los niveles, pero tampoco la permanencia y mucho menos el logro de aprendizajes”.

Hay fuertes rezagos en el aprendizaje de los alumnos de educación básica. Abelardo Carro Nava comenta que vivimos en un país donde los políticos que están al frente de la SEP “diseñan programas que no acaban de concretarse para beneficio de la población a los que están dirigidos: niños, niñas y adolescentes (NNA) en edad escolar, ya sea en educación básica o media superior. NNA que, indudablemente, sufren las consecuencias de una serie de decisiones mal tomadas por quienes tendrían que procurar el derecho irrestricto, en este marco, a una educación de calidad”.

Existen problemas de antaño no superados; en informes de 2018 registrados en las pruebas Planea “sabíamos que los niños del país que cursaban sexto grado de primaria tenían un nivel de dominio insuficiente en sus conocimientos de las asignaturas de Lenguaje y comunicación (49%) y de Matemáticas (59 %). Esta cifra es alarmante porque da cuenta de las pocas probabilidades que tienen las y los estudiantes de transitar exitosamente en su educación…”

“La hoy tan poco valorada evaluación de aprendizajes hacía patente los magros resultados del sistema. Pero ¿qué está fallando? ¿Por qué las niñas, niños y adolescentes de este país no están aprendiendo lo que deben aprender? ¿Qué cambios necesita el sistema educativo?” Martínez Bordón opina que “a la par de la expansión de la cobertura educativa, también ha habido avances muy importantes, y más recientemente, en las últimas dos décadas, en la generación de información sobre los factores –socioeconómicos, familiares y escolares– que influyen en el logro académico”. Sin embargo también comenta: A la información que produce la investigación educativa y la evaluación estandarizada de aprendizajes le falta un examen desde una perspectiva de políticas públicas, que no solo mire el avance en la concreción de la titularidad de derechos –derecho de acceso a la escuela, permanencia y logro de aprendizajes de las y los estudiantes–, sino lo que se está haciendo desde el ámbito de la titularidad de obligaciones –responsabilidad máxima del Estado– para garantizar el derecho a la educación.

También en algún momento se ha señalado que la escuela es un importante factor de logro académico junto a las interacciones de estudiantes y maestros, además del factor económico, “la infraestructura y el equipamiento; la preparación efectiva de clases; la organización escolar, que a partir de un liderazgo pedagógico del director/a logre convocar a su comunidad para realizar un trabajo colegiado; y muy importante, el clima del aula”.

El análisis que hace Arcelia Martínez Bordón es interesante porque nos plantea un nuevo tipo de evaluación para mejorar el sistema educativo, sus resultados y lograr una educación de calidad. Considera que es necesaria una evaluación de políticas más que de programas. No solo debe mirar, por ejemplo, para el caso de la deserción escolar, la cobertura de un programa de becas o qué también se está realizando la entrega del apoyo, sino qué otras intervenciones existen para atender el compromiso no económico del abandono, como pueden ser los sistemas de alerta temprana para detectar a estudiantes rezagados y en riesgo de abandono o bien espacios de tutoría entre jóvenes y/o de mentoría con profesores en temas socioemocionales. Sin duda, hay que repensar qué tipo de evaluación necesitamos en México para dar seguimiento puntual a la actuación del Estado mexicano. No podemos renunciar a la evaluación de aprendizajes.

La investigadora concreta: "Si bien la política está hecha de palabras y de promesas, y ello siempre ha sido así, a las y los investigadores del sistema educativo, a quienes lo evaluamos, nos compete escudriñar esas palabras y mirar hasta dónde las promesas y los discursos se transforman en acciones concretas. Hasta qué punto dichas acciones son pertinentes, eficaces, coherentes, articuladas.

En qué medida los recursos que se asignan para su implementación son suficientes. Empecemos entonces por interesarnos más en lo que hacen los gobiernos y por construir, para el caso educativo, un semáforo de cumplimiento de los compromisos y acuerdos del Programa Sectorial de Educación 2020-2024".