/ martes 31 de mayo de 2022

¿Cómo amanecerá México el 6 de junio?

Antes de comenzar con el análisis de nuestra realidad en los próximos días y lo que eventualmente puede suceder en nuestro país, mi querido lector, quisiera que nos pongamos, si usted así lo quiere ver, algo idealistas y románticos, porque a veces también esta realidad necesita que aportemos algo de sueños, que a mí me parece llevamos por buen camino y finalmente, si usted me lo permite, aterrizamos con los datos reales con que cierran las seis campañas en juego.

Actualmente cuando alguien aspira a un cargo de elección popular, es un deber imperativo y ético aspirar a desmitificar la figura del político, dada la imagen de los políticos de antaño y lo que representaban en su mayoría antes de que comenzara este proceso de transformación que ocurre en México. Me refiero al político en su persona, en su función, en sus resultados, no así la política que como ciencia u oficio tiene por prioridad entender la necesidad de erigirse como un instrumento de servicio, un elemento transformador de la vida de una sociedad, es decir, la nobleza de la política es virtuosa, lejos de las malas prácticas del pasado que, por fortuna, se está luchando para que no ocurran -de acuerdo, es probable que aun haya mucho por hacer-, pero vamos por el sendero de la transformación y ello implica esta reflexión sencilla pero eficaz al momento de ejercer el poder, que como acertadamente lo dice el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando se convierte en servicio se transforma en virtud, y hacia allá vamos con esta tesis que se convertirá al paso de los años en una realidad que todos los que aspiramos a un cargo tenemos que entender, pues ahora la sociedad está consciente y despierta y ya no se le engaña, hay una revolución de las conciencias en proceso imparable y aunque como lo decía un pensador moderno, André Bethiaume, quien afirmó: “todos llevamos máscaras, pero a algunos se les ha pegado tanto a la piel que ya es imposible separarlos de ellas”, y en política eso ya no tiene cabida.

Hoy más que nunca la ética tiene que ser no solo un valor agregado en el ejercicio del servicio público, sino una condición sine qua non para aspirar a dirigir o participar en la vida pública nacional, estatal o municipal.

Hoy esta buena práctica es la esencia de todo servidor, no el poder y sí el servicio, que aunque a algunos les cause pena, la realidad es todo un honor, el buen Pepe Mujica lo decía: “Nosotros los políticos debemos de pagarle a la ciudadanía por el honor de servirles”, y remataba: “Quien quiera hacer plata que se vaya a la industria, al comercio, pero acá hay que servir”; sencillas las palabras pero muy contundente el concepto.

Por ello, cuando nos referimos a la posibilidad de servir desde un cargo de elección popular, estamos refiriéndonos a una actividad que es un verdadero privilegio y –reitero– honor, algo superior, por la gran oportunidad de cambiar la vida de quienes están bajo nuestro gobierno.

Estamos a solo unos días de que se definan seis elecciones muy importantes que se han visto influenciadas por una agenda nacional, tal vez como ningunas otras en la historia de nuestro país. Si bien es cierto son elecciones muy locales, representan una auténtica área de oportunidad, no solo para sus entidades federativas, sino para entender lo que ocurrirá el 2024 con las corrientes políticas que están definiendo para bien a nuestro querido país.

Veamos. Para 2018, en términos estatales, Morena gobernaba 37.5 millones de ciudadanos, había ganado seis gubernaturas. Para 2021, de las 15 que estaban en juego ganó 11, traduciéndose esto en gobernar a casi 58.5 millones de personas. El próximo 6 de junio es muy probable que uno de los escenarios de nuestro país sea que el movimiento transformador siga expandiéndose como ola y esté gobernando a más de 65 millones de mexicanas y mexicanos, de acuerdo al número de habitantes que arrojan los seis estados en juego; no es cosa menor.

La dignificación de la política se observa, algo así como 23 gobernadores serán emanados del movimiento transformador más fuerte en toda Latinoamérica y que ya se presenta como una influencia continental, no solo en nuestro país, sino siendo líder y ejemplo de buen gobierno en otras latitudes, dando muestra de servicio y de privilegiar la atención a los más desfavorecidos. Lo hemos mencionado aquí, hay seis gubernaturas en juego, cuatro muy definidas: Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas e Hidalgo; dos ya muy cerradas en empates técnicos a pesar de que la oposición iba muy arriba: Aguascalientes y Durango, a quienes la no aprobación de la reforma energética, los audios de Alejandro Moreno, líder nacional del Revolucionario Institucional; la evidente desesperación de Claudio X. González, que recurre a fórmulas del pasado para intentar dañar a un movimiento, pero sobre todo el despertar de un pueblo sabio que hoy ya no se deja engañar, están colocando un escenario absolutamente histórico y de continua cimentación.

Déjeme volver a soñar, vamos camino a una circunstancia de cambio imparable, por las circunstancias que continuamente citamos en esta opinión. En un libro muy recurrido para quienes nos gusta la motivación -sé que algunos no, pero otros sí la necesitamos- dice un diálogo al que se hace referencia: “Todo cambio es duro al principio, aparentemente desordenado a la mitad, pero precioso al final”, y en la política más aun, porque en la práctica la política, con todo y su hermosa virtuosidad, conlleva la necesidad de darle certidumbre a lo que parece que no la tiene, darle orden a lo que parece caos, que para algunos es lo más bello, pues alguien dijo alguna vez: “Si todo parece estar bajo control, significa que vas muy despacio”, entonces estamos en proceso de que esos días lleguen a hacer de la política lo que es: un honor y servir a la gente, por eso este 6 de junio en su amanecer todo volverá a ocurrir. La transformación seguirá.

(*) Diputado federal. Morena

Antes de comenzar con el análisis de nuestra realidad en los próximos días y lo que eventualmente puede suceder en nuestro país, mi querido lector, quisiera que nos pongamos, si usted así lo quiere ver, algo idealistas y románticos, porque a veces también esta realidad necesita que aportemos algo de sueños, que a mí me parece llevamos por buen camino y finalmente, si usted me lo permite, aterrizamos con los datos reales con que cierran las seis campañas en juego.

Actualmente cuando alguien aspira a un cargo de elección popular, es un deber imperativo y ético aspirar a desmitificar la figura del político, dada la imagen de los políticos de antaño y lo que representaban en su mayoría antes de que comenzara este proceso de transformación que ocurre en México. Me refiero al político en su persona, en su función, en sus resultados, no así la política que como ciencia u oficio tiene por prioridad entender la necesidad de erigirse como un instrumento de servicio, un elemento transformador de la vida de una sociedad, es decir, la nobleza de la política es virtuosa, lejos de las malas prácticas del pasado que, por fortuna, se está luchando para que no ocurran -de acuerdo, es probable que aun haya mucho por hacer-, pero vamos por el sendero de la transformación y ello implica esta reflexión sencilla pero eficaz al momento de ejercer el poder, que como acertadamente lo dice el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando se convierte en servicio se transforma en virtud, y hacia allá vamos con esta tesis que se convertirá al paso de los años en una realidad que todos los que aspiramos a un cargo tenemos que entender, pues ahora la sociedad está consciente y despierta y ya no se le engaña, hay una revolución de las conciencias en proceso imparable y aunque como lo decía un pensador moderno, André Bethiaume, quien afirmó: “todos llevamos máscaras, pero a algunos se les ha pegado tanto a la piel que ya es imposible separarlos de ellas”, y en política eso ya no tiene cabida.

Hoy más que nunca la ética tiene que ser no solo un valor agregado en el ejercicio del servicio público, sino una condición sine qua non para aspirar a dirigir o participar en la vida pública nacional, estatal o municipal.

Hoy esta buena práctica es la esencia de todo servidor, no el poder y sí el servicio, que aunque a algunos les cause pena, la realidad es todo un honor, el buen Pepe Mujica lo decía: “Nosotros los políticos debemos de pagarle a la ciudadanía por el honor de servirles”, y remataba: “Quien quiera hacer plata que se vaya a la industria, al comercio, pero acá hay que servir”; sencillas las palabras pero muy contundente el concepto.

Por ello, cuando nos referimos a la posibilidad de servir desde un cargo de elección popular, estamos refiriéndonos a una actividad que es un verdadero privilegio y –reitero– honor, algo superior, por la gran oportunidad de cambiar la vida de quienes están bajo nuestro gobierno.

Estamos a solo unos días de que se definan seis elecciones muy importantes que se han visto influenciadas por una agenda nacional, tal vez como ningunas otras en la historia de nuestro país. Si bien es cierto son elecciones muy locales, representan una auténtica área de oportunidad, no solo para sus entidades federativas, sino para entender lo que ocurrirá el 2024 con las corrientes políticas que están definiendo para bien a nuestro querido país.

Veamos. Para 2018, en términos estatales, Morena gobernaba 37.5 millones de ciudadanos, había ganado seis gubernaturas. Para 2021, de las 15 que estaban en juego ganó 11, traduciéndose esto en gobernar a casi 58.5 millones de personas. El próximo 6 de junio es muy probable que uno de los escenarios de nuestro país sea que el movimiento transformador siga expandiéndose como ola y esté gobernando a más de 65 millones de mexicanas y mexicanos, de acuerdo al número de habitantes que arrojan los seis estados en juego; no es cosa menor.

La dignificación de la política se observa, algo así como 23 gobernadores serán emanados del movimiento transformador más fuerte en toda Latinoamérica y que ya se presenta como una influencia continental, no solo en nuestro país, sino siendo líder y ejemplo de buen gobierno en otras latitudes, dando muestra de servicio y de privilegiar la atención a los más desfavorecidos. Lo hemos mencionado aquí, hay seis gubernaturas en juego, cuatro muy definidas: Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas e Hidalgo; dos ya muy cerradas en empates técnicos a pesar de que la oposición iba muy arriba: Aguascalientes y Durango, a quienes la no aprobación de la reforma energética, los audios de Alejandro Moreno, líder nacional del Revolucionario Institucional; la evidente desesperación de Claudio X. González, que recurre a fórmulas del pasado para intentar dañar a un movimiento, pero sobre todo el despertar de un pueblo sabio que hoy ya no se deja engañar, están colocando un escenario absolutamente histórico y de continua cimentación.

Déjeme volver a soñar, vamos camino a una circunstancia de cambio imparable, por las circunstancias que continuamente citamos en esta opinión. En un libro muy recurrido para quienes nos gusta la motivación -sé que algunos no, pero otros sí la necesitamos- dice un diálogo al que se hace referencia: “Todo cambio es duro al principio, aparentemente desordenado a la mitad, pero precioso al final”, y en la política más aun, porque en la práctica la política, con todo y su hermosa virtuosidad, conlleva la necesidad de darle certidumbre a lo que parece que no la tiene, darle orden a lo que parece caos, que para algunos es lo más bello, pues alguien dijo alguna vez: “Si todo parece estar bajo control, significa que vas muy despacio”, entonces estamos en proceso de que esos días lleguen a hacer de la política lo que es: un honor y servir a la gente, por eso este 6 de junio en su amanecer todo volverá a ocurrir. La transformación seguirá.

(*) Diputado federal. Morena