/ martes 9 de abril de 2019

Construyendo puentes y política de ficción

Una de las reacciones que más ha llamado mi atención desde hace años es la que tienen nuestros legisladores, gobernantes y funcionarios de los tres órdenes de gobierno, así como dirigentes de partidos políticos y de los integrantes de esa numerosísima legión que es la corrección política.

Todos ellos por encima de sus diferencias políticas e ideológicas están hermanados en algo que a no pocos parecería inverosímil: su rechazo a toda opinión que no encaje, cabal y completamente en su manera de ver el desarrollo del país, si no son similares a la idea que tienen de lo que debe hacerse para modernizar nuestra economía, y poner al día nuestro vetusto y caduco andamiaje jurídico.

Este rechazo automático y total se da no únicamente frente a las posiciones que expresa éste o aquel integrante del círculo guinda, o ante las que expresa algún académico fracasado devenido en comentarista de todo y de nada, sino que se extiende a lo que plantean organizaciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, o la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo y el Banco Mundial, entre otras.

Dicho lo último con otras palabras, diría que las únicas recomendaciones aceptables para ellos serían todas las que recomendaren mantener el status quo o de proponer cambios, para que fueren aceptados, deberían acrecentar sus privilegios, jamás reducirlos y menos aún, eliminarlos.

Documentos de aquellas organizaciones multilaterales van y vienen y aquí, para decirlo claro, nadie los toma en cuenta; es más me atrevería a afirmar que ni siquiera los asesores los revisan, dejé usted que los estudian y busquen en ellos, elementos aplicables a nuestra realidad que hoy exuda atraso e ineficiencias en el uso de los recursos de todo tipo.

Ante esa realidad, ¿qué caso le hacen los atados en el primer párrafo, a las opiniones que emitimos algunos ilusos en los espacios mediáticos, cuyo único fin es tratar que las cosas mejoren?, ¿me creerías si le dijera que nos ignoran? Por eso, me río cuando dicen de alguien: Es un líder de opinión.

Ahora bien: ¿Qué hay en la mentalidad de nuestros políticos para proceder así?, ¿de dónde viene esa visión endógena que tanto daño nos ha causado desde hace varias décadas?, ¿en verdad piensan que como México no hay dos?

Como herederos pues del Estridentismo, ¿qué futuro ven para México?

Sin duda alguna, AMLO está inventando o intentando inventar una nueva manera de explicar la comunicación política. La velocidad, la diversidad y la profundidad con la que acomete diariamente provocan que no exista cerebro humano que pueda seguirle sobre lo que significa la trascendencia de un hecho al otro. Lo importante y lo anecdótico se confunde y los análisis, dada la velocidad de los tiempos, resultan casi imposibles.

A los políticos se les debe exigir que hagan política y de que encuentren caminos, es necesario recordar que más allá de los ecos y del aluvión de las palabras, lo más importante es la trascendencia de los hechos.

Las perogrulladas son eso, perogrulladas. Pero tiene sentido invocarlas cuando los despropósitos son enormes.

La historia no es un continuo ascendente hacia mejores estudios. La ansiada modernidad sigue pendiente. No se ha podido consolidar el Estado de derecho y las garantías elementales de seguridad para personas y sus bienes. Algo se ha hecho mal. Hay que reconocerlo y no escamotear el problema.

Porque así como es un disparate exigir una disculpa por el hecho fundamental de lo que llamamos México, es una locura atribuir al "neoliberalismo y sus vicios" todos los problemas que enfrentamos hoy.

Cerrojo: un mal diagnóstico conduce a un pésimo remedio, que termina resultando peor que la enfermedad.

La disculpa pedida sin humildad ni heroísmo confronta. Encuentro mis razones para que los pueblos del mundo se disculpen unos con otros. Mil razones para que los varones pidamos disculpas a las mujeres, otras mil para que, como homo sapiens, nos culpemos con otras especies.

¿Imaginan un nacionalismo criollo abiertamente racista?

Las democracias se sustentan parcialmente en preguntas sistemáticas. Pero no todo debe someterse a ellas. Todo orden legal tiene un contenido axiomático, de valores, que debe regir el comportamiento de gobernantes y gobernados.

Sólo ciertos asuntos son sometidos a la opinión popular, nunca los principios.

Un futuro brillante sólo llegará si nos pensamos como mexicanos todos, como mexicanos unidos. Ésa es la síntesis que viene, a la que debemos apostarle.

Una de las reacciones que más ha llamado mi atención desde hace años es la que tienen nuestros legisladores, gobernantes y funcionarios de los tres órdenes de gobierno, así como dirigentes de partidos políticos y de los integrantes de esa numerosísima legión que es la corrección política.

Todos ellos por encima de sus diferencias políticas e ideológicas están hermanados en algo que a no pocos parecería inverosímil: su rechazo a toda opinión que no encaje, cabal y completamente en su manera de ver el desarrollo del país, si no son similares a la idea que tienen de lo que debe hacerse para modernizar nuestra economía, y poner al día nuestro vetusto y caduco andamiaje jurídico.

Este rechazo automático y total se da no únicamente frente a las posiciones que expresa éste o aquel integrante del círculo guinda, o ante las que expresa algún académico fracasado devenido en comentarista de todo y de nada, sino que se extiende a lo que plantean organizaciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, o la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo y el Banco Mundial, entre otras.

Dicho lo último con otras palabras, diría que las únicas recomendaciones aceptables para ellos serían todas las que recomendaren mantener el status quo o de proponer cambios, para que fueren aceptados, deberían acrecentar sus privilegios, jamás reducirlos y menos aún, eliminarlos.

Documentos de aquellas organizaciones multilaterales van y vienen y aquí, para decirlo claro, nadie los toma en cuenta; es más me atrevería a afirmar que ni siquiera los asesores los revisan, dejé usted que los estudian y busquen en ellos, elementos aplicables a nuestra realidad que hoy exuda atraso e ineficiencias en el uso de los recursos de todo tipo.

Ante esa realidad, ¿qué caso le hacen los atados en el primer párrafo, a las opiniones que emitimos algunos ilusos en los espacios mediáticos, cuyo único fin es tratar que las cosas mejoren?, ¿me creerías si le dijera que nos ignoran? Por eso, me río cuando dicen de alguien: Es un líder de opinión.

Ahora bien: ¿Qué hay en la mentalidad de nuestros políticos para proceder así?, ¿de dónde viene esa visión endógena que tanto daño nos ha causado desde hace varias décadas?, ¿en verdad piensan que como México no hay dos?

Como herederos pues del Estridentismo, ¿qué futuro ven para México?

Sin duda alguna, AMLO está inventando o intentando inventar una nueva manera de explicar la comunicación política. La velocidad, la diversidad y la profundidad con la que acomete diariamente provocan que no exista cerebro humano que pueda seguirle sobre lo que significa la trascendencia de un hecho al otro. Lo importante y lo anecdótico se confunde y los análisis, dada la velocidad de los tiempos, resultan casi imposibles.

A los políticos se les debe exigir que hagan política y de que encuentren caminos, es necesario recordar que más allá de los ecos y del aluvión de las palabras, lo más importante es la trascendencia de los hechos.

Las perogrulladas son eso, perogrulladas. Pero tiene sentido invocarlas cuando los despropósitos son enormes.

La historia no es un continuo ascendente hacia mejores estudios. La ansiada modernidad sigue pendiente. No se ha podido consolidar el Estado de derecho y las garantías elementales de seguridad para personas y sus bienes. Algo se ha hecho mal. Hay que reconocerlo y no escamotear el problema.

Porque así como es un disparate exigir una disculpa por el hecho fundamental de lo que llamamos México, es una locura atribuir al "neoliberalismo y sus vicios" todos los problemas que enfrentamos hoy.

Cerrojo: un mal diagnóstico conduce a un pésimo remedio, que termina resultando peor que la enfermedad.

La disculpa pedida sin humildad ni heroísmo confronta. Encuentro mis razones para que los pueblos del mundo se disculpen unos con otros. Mil razones para que los varones pidamos disculpas a las mujeres, otras mil para que, como homo sapiens, nos culpemos con otras especies.

¿Imaginan un nacionalismo criollo abiertamente racista?

Las democracias se sustentan parcialmente en preguntas sistemáticas. Pero no todo debe someterse a ellas. Todo orden legal tiene un contenido axiomático, de valores, que debe regir el comportamiento de gobernantes y gobernados.

Sólo ciertos asuntos son sometidos a la opinión popular, nunca los principios.

Un futuro brillante sólo llegará si nos pensamos como mexicanos todos, como mexicanos unidos. Ésa es la síntesis que viene, a la que debemos apostarle.