/ miércoles 17 de junio de 2020

Continúa la multiplicación de panes y peces

El pasado martes 16 de junio visité la capilla de Cristo Rey en la calle Querétaro de la colonia 2 de Mayo, para encontrarme con un grupo de mujeres y hombres que desde muy temprano, todos los días, desde que inició la pandemia por el Covid-19 trabajan en un proyecto de apoyo alimentario a quienes más lo necesitan.

A diferencia de otras instancias oficiales —como el Ayuntamiento de Xalapa, que pidió a los necesitados colocar una bandera roja en las ventanas de sus casas y un número de whatsApp que nunca contestan—, los católicos de la parroquia de San Antonio de Padua, que preside el padre Juan Beristáin de los Santos, se organizaron cuidadosamente, visitaron casa por casa y elaboraron un padrón que hasta el día de hoy atiende a más de 600 personas con una comida caliente diaria.

Coordinados en el lugar por la señora Evertina Fuentes Demanos y el señor Héctor Velázquez Rueda —y a nivel diocesano por el padre Quintín López Cessa y Margarita Roa— este equipo de Cáritas parroquial invierte su tiempo, sus fuerzas y arriesga su propia vida por brindar este servicio comunitario. A ninguno de ellos los mueve el interés, el aplauso o el reconocimiento. No buscan votos ni cargos de elección ni prebendas sociales o políticas. Siguiendo todas las recomendaciones de las autoridades —cuando llegué sanitizaron mi ropa y mi calzado, y así con cada persona—, protegidos con cubrebocas, cuidando al máximo la higiene, la calidad de los alimentos, estos hombres y mujeres trabajan alegres, sonrientes, de buen ánimo. La señora Evertina Fuentes me comenta que aunque originalmente el plan era servir 200 comidas diarias, al día de hoy están entregando poco más de 600 raciones a igual número de personas. ¿De dónde sale el dinero para comprar los alimentos, quién provee diariamente, quién abastece?

"Es Dios", contesta. Tal y como lo hizo Jesús, en una montaña a orillas del mar de Galilea, hoy en la capilla de Cristo Rey en Xalapa los feligreses de San Antonio de Padua siguen sacando de un cesto de cinco panes y dos peces, alimentos para alimentar una multitud.

Esa es la única explicación que tienen al ver cómo se han sumado voluntarios para hacer la comida, voluntarios para entregarla y sobre todo muchas personas creyentes o de buena voluntad, que están entregando donativos para ayudar a quienes más lo necesitan.

Mientras en el atrio de la capilla unos cortan el pollo en trocitos, otras guisan los frijoles, una más acomoda las tortillas o numeran los recipientes biodegradables que utilizan para entregar los alimentos; adentro, ante el Sagrario, una mujer reza para pedir a Dios por quienes sufren el flagelo de esta pandemia, ya sea por la enfermedad o por las secuelas del desempleo y el hambre. De rodillas, ante la hostia consagrada, la piedad de esta mujer me recuerda las palabras que alguna vez en entrevista me dijera el cardenal Sergio Obeso Rivera, de feliz memoria: la fe es como la cruz, no puede ser sólo vertical ni sólo horizontal. Tiene que mirar hacia arriba, pero también debe estar atenta a los problemas de este mundo, al prójimo. Héctor Velázquez Rueda me saca de mis reflexiones cuando me dice que es empresario, que tiene su negocio cerrado desde hace tres meses, pero que se ha sumado a esta causa porque hay mucha gente que no tiene qué comer. "En mi casa gracias a Dios tenemos, pero hay miles de familias que no tienen alimento en su hogar", indica. Añade que el proyecto se llama "Programa de Ayuda Alimenticia por Covid-19, Cardenal Sergio Obeso Rivera" y que todos los que están aquí están por amor a Dios y amor al prójimo. "Es una manera de agradecerle sus bendiciones y de seguir sus enseñanzas, porque él mismo nos dijo ‘tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber".

Con don Martín al volante, me subo a una camioneta para ser testigo de la entrega de los primeros paquetes de alimentos. —¿Cuánto cobra por los viajes?, le pregunto a Martín. "Nada, nada", me dice sonriente y sorprendido. "Esto lo hago por ayudar a la gente que se ha quedado sin trabajo, sin sustento. Para mí es una alegría servir, dar un poquito de lo que Dios me ha regalado", me dice. Desde la batea de la camioneta, una jovencita, Zayuri, me refrenda su vocación de servicio. "Dios nos llama a servir. Hago esto por eso y porque a pesar de la contingencia uno sigue teniendo techo y comida". A su lado, Miriam Ortega, me comenta: "Jesús nos dijo que él está en el más pobre, en el más necesitado. Cada vez que ayudo a alguien trato de ver el rostro de Jesucristo. Estamos aquí para servir".

Cuando el recorrido concluye y regresamos a la capilla de Cristo Rey recuerdo la voz de un español en un video que escuché el pasado 18 de mayo. Frente a la Sede del partido comunista de Madrid, el hombre dice: "Esta mañana me he desayunado con la noticia de que en una parroquia del barrio de Aluche se está dando de comer a más de 400 personas diarias que están sin trabajo y sin nada que llevar a su mesa".

"En otras 50 parroquias de todo el distrito sur de latina de Madrid se está dando de comer a miles y miles de personas, sobre todo inmigrantes, que se han quedado sin un trozo de pan qué llevar a la mesa".

"¿Dónde están las colas de la gente que tiene de hambre delante de este local? En este local se cerraron las actividades a cal y canto el día que se decretó el estado de excepción. Desde entonces no han abierto las puertas ni para limpiar".

"¿Por qué no dan de comer ellos que critican tanto a la iglesia católica? ¿Por qué no dan de comer a los que les votan, que son los pobres y los trabajadores, los que ahora están pasando hambre? Al final, lo de siempre: los únicos que responden después de las guerras, después de las catástrofes y demás, son los de la Iglesia católica, no este atajo de sinvergüenzas, que están viviendo como ricos, con el voto de los pobres". Fue en España, pero puede aplicar para cualquier parte del mundo.

Nos vemos los jueves

valeramk@hotmail.com

El pasado martes 16 de junio visité la capilla de Cristo Rey en la calle Querétaro de la colonia 2 de Mayo, para encontrarme con un grupo de mujeres y hombres que desde muy temprano, todos los días, desde que inició la pandemia por el Covid-19 trabajan en un proyecto de apoyo alimentario a quienes más lo necesitan.

A diferencia de otras instancias oficiales —como el Ayuntamiento de Xalapa, que pidió a los necesitados colocar una bandera roja en las ventanas de sus casas y un número de whatsApp que nunca contestan—, los católicos de la parroquia de San Antonio de Padua, que preside el padre Juan Beristáin de los Santos, se organizaron cuidadosamente, visitaron casa por casa y elaboraron un padrón que hasta el día de hoy atiende a más de 600 personas con una comida caliente diaria.

Coordinados en el lugar por la señora Evertina Fuentes Demanos y el señor Héctor Velázquez Rueda —y a nivel diocesano por el padre Quintín López Cessa y Margarita Roa— este equipo de Cáritas parroquial invierte su tiempo, sus fuerzas y arriesga su propia vida por brindar este servicio comunitario. A ninguno de ellos los mueve el interés, el aplauso o el reconocimiento. No buscan votos ni cargos de elección ni prebendas sociales o políticas. Siguiendo todas las recomendaciones de las autoridades —cuando llegué sanitizaron mi ropa y mi calzado, y así con cada persona—, protegidos con cubrebocas, cuidando al máximo la higiene, la calidad de los alimentos, estos hombres y mujeres trabajan alegres, sonrientes, de buen ánimo. La señora Evertina Fuentes me comenta que aunque originalmente el plan era servir 200 comidas diarias, al día de hoy están entregando poco más de 600 raciones a igual número de personas. ¿De dónde sale el dinero para comprar los alimentos, quién provee diariamente, quién abastece?

"Es Dios", contesta. Tal y como lo hizo Jesús, en una montaña a orillas del mar de Galilea, hoy en la capilla de Cristo Rey en Xalapa los feligreses de San Antonio de Padua siguen sacando de un cesto de cinco panes y dos peces, alimentos para alimentar una multitud.

Esa es la única explicación que tienen al ver cómo se han sumado voluntarios para hacer la comida, voluntarios para entregarla y sobre todo muchas personas creyentes o de buena voluntad, que están entregando donativos para ayudar a quienes más lo necesitan.

Mientras en el atrio de la capilla unos cortan el pollo en trocitos, otras guisan los frijoles, una más acomoda las tortillas o numeran los recipientes biodegradables que utilizan para entregar los alimentos; adentro, ante el Sagrario, una mujer reza para pedir a Dios por quienes sufren el flagelo de esta pandemia, ya sea por la enfermedad o por las secuelas del desempleo y el hambre. De rodillas, ante la hostia consagrada, la piedad de esta mujer me recuerda las palabras que alguna vez en entrevista me dijera el cardenal Sergio Obeso Rivera, de feliz memoria: la fe es como la cruz, no puede ser sólo vertical ni sólo horizontal. Tiene que mirar hacia arriba, pero también debe estar atenta a los problemas de este mundo, al prójimo. Héctor Velázquez Rueda me saca de mis reflexiones cuando me dice que es empresario, que tiene su negocio cerrado desde hace tres meses, pero que se ha sumado a esta causa porque hay mucha gente que no tiene qué comer. "En mi casa gracias a Dios tenemos, pero hay miles de familias que no tienen alimento en su hogar", indica. Añade que el proyecto se llama "Programa de Ayuda Alimenticia por Covid-19, Cardenal Sergio Obeso Rivera" y que todos los que están aquí están por amor a Dios y amor al prójimo. "Es una manera de agradecerle sus bendiciones y de seguir sus enseñanzas, porque él mismo nos dijo ‘tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber".

Con don Martín al volante, me subo a una camioneta para ser testigo de la entrega de los primeros paquetes de alimentos. —¿Cuánto cobra por los viajes?, le pregunto a Martín. "Nada, nada", me dice sonriente y sorprendido. "Esto lo hago por ayudar a la gente que se ha quedado sin trabajo, sin sustento. Para mí es una alegría servir, dar un poquito de lo que Dios me ha regalado", me dice. Desde la batea de la camioneta, una jovencita, Zayuri, me refrenda su vocación de servicio. "Dios nos llama a servir. Hago esto por eso y porque a pesar de la contingencia uno sigue teniendo techo y comida". A su lado, Miriam Ortega, me comenta: "Jesús nos dijo que él está en el más pobre, en el más necesitado. Cada vez que ayudo a alguien trato de ver el rostro de Jesucristo. Estamos aquí para servir".

Cuando el recorrido concluye y regresamos a la capilla de Cristo Rey recuerdo la voz de un español en un video que escuché el pasado 18 de mayo. Frente a la Sede del partido comunista de Madrid, el hombre dice: "Esta mañana me he desayunado con la noticia de que en una parroquia del barrio de Aluche se está dando de comer a más de 400 personas diarias que están sin trabajo y sin nada que llevar a su mesa".

"En otras 50 parroquias de todo el distrito sur de latina de Madrid se está dando de comer a miles y miles de personas, sobre todo inmigrantes, que se han quedado sin un trozo de pan qué llevar a la mesa".

"¿Dónde están las colas de la gente que tiene de hambre delante de este local? En este local se cerraron las actividades a cal y canto el día que se decretó el estado de excepción. Desde entonces no han abierto las puertas ni para limpiar".

"¿Por qué no dan de comer ellos que critican tanto a la iglesia católica? ¿Por qué no dan de comer a los que les votan, que son los pobres y los trabajadores, los que ahora están pasando hambre? Al final, lo de siempre: los únicos que responden después de las guerras, después de las catástrofes y demás, son los de la Iglesia católica, no este atajo de sinvergüenzas, que están viviendo como ricos, con el voto de los pobres". Fue en España, pero puede aplicar para cualquier parte del mundo.

Nos vemos los jueves

valeramk@hotmail.com

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