/ miércoles 25 de marzo de 2020

Covid-19 y el desempleo

El coronavirus está canijo. Hay días, como en Italia, donde han muerto más de 750 personas. Mil millones de personas acuarteladas en sus casas.

Y a pesar de tantas medidas extremas en el mundo, el virus sigue para adelante y cuyo origen estuvo en China, cuando un cochino fue picado por un murciélago y la familia se lo comió en una fiesta familiar y ahí están los estragos.

Pero más canijos son el desempleo y el subempleo y la inseguridad y la impunidad.

La errática política económica ha originado que uno de cada 3 jefes de familia lleve el itacate a casa con el ingresito del changarro en la vía pública vendiendo picadas y gordas y tacos y tortas.

Más la población migrando a Estados Unidos y a los campos agrícolas de la frontera norte. Más la población trabajando con los cárteles y cartelitos. Más Veracruz en el primer lugar nacional en producción y exportación de trabajadoras sexuales.

Y cientos, miles de empresas, negocios y changarros cerrados por la cuarentena. Y sin pagar el sueldo a los empleados.

Los restaurantes, reducidos al 25% de su capacidad con uno que otro cliente audaz y temerario por ahí. Los puestos de antojitos afuera de unas plazas comerciales, en cero vendimia. Los viejitos cerilleros en las plazas comerciales enviados a sus casas. Fábricas cerradas, o en todo caso, trabajando al mínimo de su capacidad.

Las bajas, bajísimas ventas en los cines, y ni se diga en las tiendas de servicios generales y múltiples.

Incluso hasta en las casas de citas y los moteles la clientela va en caída libre. Peor tantito, con las bajas ventas a domicilio, con todo y que el mundo está concentrado en sus casas.

Desde la semana anterior, una camioneta con bocina se metió al fraccionamiento Costa de Oro, de Boca del Río, a promover la venta a domicilio de tortas y tacos con el micrófono a todo volumen, repartiendo volantes a diestra y siniestra.

En los prostíbulos, ni siquiera el anuncio de la estripera más cotizada del país en debut en Veracruz jaló gente.

Algún día el coronavirus será derrotado y otra vez el remedo de paraíso terrenal volverá a la tierra.

Pero como sucede en la novela “La peste” de Albert Camus, de aquí a que se recupere la vida normal y la economía está canijo, pues varios veranos han de pasar.

Y es que los estragos son duros. Y más, en materia económica.

Nunca antes, en unos 75 años, se había vivido aquí, en el país, y en el otro extremo del mundo, una pandemia tan avasallante como ahora.

Algunos católicos dicen que la Biblia anuncia el fin del mundo, la resurrección de los muertos, los Jinetes del Apocalipsis caminando en el planeta, uno de ellos, las pandemias.

El desempleo sigue, jugando un mano a mano, con la inseguridad y la impunidad.

Hay familias en Veracruz, con hijos en Estados Unidos y Europa, que de pronto han llegado con sus padres aquí, en la tierra jarocha, porque las empresas donde laboran fueron cerradas por un mes.

Y como se trata de una emergencia sanitaria entonces, ni modo, les ofrecieron pagar, en unos casos, la mitad del salario y en otros ni un día de pago, porque la economía está descalabrada.

Y peor se pondrá.

El coronavirus está canijo. Hay días, como en Italia, donde han muerto más de 750 personas. Mil millones de personas acuarteladas en sus casas.

Y a pesar de tantas medidas extremas en el mundo, el virus sigue para adelante y cuyo origen estuvo en China, cuando un cochino fue picado por un murciélago y la familia se lo comió en una fiesta familiar y ahí están los estragos.

Pero más canijos son el desempleo y el subempleo y la inseguridad y la impunidad.

La errática política económica ha originado que uno de cada 3 jefes de familia lleve el itacate a casa con el ingresito del changarro en la vía pública vendiendo picadas y gordas y tacos y tortas.

Más la población migrando a Estados Unidos y a los campos agrícolas de la frontera norte. Más la población trabajando con los cárteles y cartelitos. Más Veracruz en el primer lugar nacional en producción y exportación de trabajadoras sexuales.

Y cientos, miles de empresas, negocios y changarros cerrados por la cuarentena. Y sin pagar el sueldo a los empleados.

Los restaurantes, reducidos al 25% de su capacidad con uno que otro cliente audaz y temerario por ahí. Los puestos de antojitos afuera de unas plazas comerciales, en cero vendimia. Los viejitos cerilleros en las plazas comerciales enviados a sus casas. Fábricas cerradas, o en todo caso, trabajando al mínimo de su capacidad.

Las bajas, bajísimas ventas en los cines, y ni se diga en las tiendas de servicios generales y múltiples.

Incluso hasta en las casas de citas y los moteles la clientela va en caída libre. Peor tantito, con las bajas ventas a domicilio, con todo y que el mundo está concentrado en sus casas.

Desde la semana anterior, una camioneta con bocina se metió al fraccionamiento Costa de Oro, de Boca del Río, a promover la venta a domicilio de tortas y tacos con el micrófono a todo volumen, repartiendo volantes a diestra y siniestra.

En los prostíbulos, ni siquiera el anuncio de la estripera más cotizada del país en debut en Veracruz jaló gente.

Algún día el coronavirus será derrotado y otra vez el remedo de paraíso terrenal volverá a la tierra.

Pero como sucede en la novela “La peste” de Albert Camus, de aquí a que se recupere la vida normal y la economía está canijo, pues varios veranos han de pasar.

Y es que los estragos son duros. Y más, en materia económica.

Nunca antes, en unos 75 años, se había vivido aquí, en el país, y en el otro extremo del mundo, una pandemia tan avasallante como ahora.

Algunos católicos dicen que la Biblia anuncia el fin del mundo, la resurrección de los muertos, los Jinetes del Apocalipsis caminando en el planeta, uno de ellos, las pandemias.

El desempleo sigue, jugando un mano a mano, con la inseguridad y la impunidad.

Hay familias en Veracruz, con hijos en Estados Unidos y Europa, que de pronto han llegado con sus padres aquí, en la tierra jarocha, porque las empresas donde laboran fueron cerradas por un mes.

Y como se trata de una emergencia sanitaria entonces, ni modo, les ofrecieron pagar, en unos casos, la mitad del salario y en otros ni un día de pago, porque la economía está descalabrada.

Y peor se pondrá.

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