/ miércoles 18 de agosto de 2021

Cuando la locura gobierna

No encuentro otras palabras para explicar que la cultural igual que la ciencia, se benefician del intercambio, el contraste y la discusión. Cerrarse a ideas e influencias de fuera significa auxiliar la posibilidad de crear, de innovar, de imaginar otra realidad y de echar andar la inquietud natural de las personas por mejorar el estado de cosas.

Mientras en las universidades de la España de Felipe II en 1559 se me machaban las mismas ideas de forma repetitiva hice censuraban libros, en Italia se vivía un ambiente intelectual dinámico y fluido. Se publicaban obras griegas y latinas con libertad, así como textos científicos que hablaban de descubrimientos no inspirados por revelaciones divinas, sino por la observación y la razón. Fue ese ambiente de curiosidad y libertad intelectual que cobijó la originalidad de Galileo. Algo parecido ocurrió en la Inglaterra de Newton y la Francia de Descartes.

La cultura y la ciencia, al igual que el comercio, en un ambiente de polinización cruzada. El intercambio la comunicación con otras sociedades, aprovechamiento de ventajas comparativas y la creación de redes de intercambio intelectual y el comercial es lo que permite hilar una red, crear un entramado mutuamente complementario para todos los que participan en él.

Hace unos días se hicieron públicas declaraciones que no hacen justicia a la valiosa aportación que han hecho nuestro país los mexicanos egresados de la Universidad de Harvard y en general, a quienes han estudiado fuera. Se antoja no tomar estas declaraciones en serio, dado el gran número de egresados de esa universidad que colaboran para el gobierno federal en posiciones de muy alta responsabilidad. Si tomamos en cuenta que el gobierno continúa de forma persistente con una política de contratación de cuadros burocráticos de mexicanos que estudiaron en Harvard y otras universidades extranjeras, es necesario concluir que las declaraciones en las que se le atacan no forman parte de una política de cerrazón intelectual a la manera de Felipe II, sino que son sólo comentarios al vuelo, que tienen como origen un lugar ocupado por prejuicios alimentados con información parcial e impregnada de complejos ideológicos.

Sin embargo, creo que los señalamientos en contra de mexicanos en egresados de universidades de otros países, por su amplia difusión y contenido son muy grave, y merecen ser tomados en serio. Se trata de afirmaciones que alimentan la división y la polarización que tanto daño ha hecho a la vida pública en los últimos años. Son comentarios que van a encontrar una forma de vernos a nosotros y de ver al mundo que sea más abierta, cosmopolita y sensata en tiempos de una amplia globalización e intercambio cultural y comercial.

Es imposible separar este ataque a los egresados de universidades extranjeras de las declaraciones recientes de un funcionario del sector educativo acerca de que la lectura placentera era una especie de vicio capitalista. Imposible dejar de pensar tampoco en los estudiantes mexicanos que dependen de becas públicas y que han tenido que enfrentar situaciones extremas de angustia económica por errores administrativos y el abandono del gobierno. Esos tres asuntos, reflejan un miedo, un desdén y tal vez mejor dicho, una falta de entendimiento sobre la necesidad y la importancia que tiene en la apertura, la diversidad, la curiosidad intelectual y la libertad para buscar y cultivar el conocimiento, aun cuando venga de fuera o incluso a través del placer de la lectura.

Estoy seguro que México será un mejor país en la medida en la que más mexicanos tengan la oportunidad de salir y vivir la experiencia de estudiar en el extranjero. México no podrá desarrollar a plenitud su verdadera grandeza si no alentamos a más estudiantes a que descubran nuevos horizontes de desarrollo intelectual, ya sea dentro o fuera de nuestro país.

A este mundo y a este país le urgen pactos de honestidad que se honren.

No encuentro otras palabras para explicar que la cultural igual que la ciencia, se benefician del intercambio, el contraste y la discusión. Cerrarse a ideas e influencias de fuera significa auxiliar la posibilidad de crear, de innovar, de imaginar otra realidad y de echar andar la inquietud natural de las personas por mejorar el estado de cosas.

Mientras en las universidades de la España de Felipe II en 1559 se me machaban las mismas ideas de forma repetitiva hice censuraban libros, en Italia se vivía un ambiente intelectual dinámico y fluido. Se publicaban obras griegas y latinas con libertad, así como textos científicos que hablaban de descubrimientos no inspirados por revelaciones divinas, sino por la observación y la razón. Fue ese ambiente de curiosidad y libertad intelectual que cobijó la originalidad de Galileo. Algo parecido ocurrió en la Inglaterra de Newton y la Francia de Descartes.

La cultura y la ciencia, al igual que el comercio, en un ambiente de polinización cruzada. El intercambio la comunicación con otras sociedades, aprovechamiento de ventajas comparativas y la creación de redes de intercambio intelectual y el comercial es lo que permite hilar una red, crear un entramado mutuamente complementario para todos los que participan en él.

Hace unos días se hicieron públicas declaraciones que no hacen justicia a la valiosa aportación que han hecho nuestro país los mexicanos egresados de la Universidad de Harvard y en general, a quienes han estudiado fuera. Se antoja no tomar estas declaraciones en serio, dado el gran número de egresados de esa universidad que colaboran para el gobierno federal en posiciones de muy alta responsabilidad. Si tomamos en cuenta que el gobierno continúa de forma persistente con una política de contratación de cuadros burocráticos de mexicanos que estudiaron en Harvard y otras universidades extranjeras, es necesario concluir que las declaraciones en las que se le atacan no forman parte de una política de cerrazón intelectual a la manera de Felipe II, sino que son sólo comentarios al vuelo, que tienen como origen un lugar ocupado por prejuicios alimentados con información parcial e impregnada de complejos ideológicos.

Sin embargo, creo que los señalamientos en contra de mexicanos en egresados de universidades de otros países, por su amplia difusión y contenido son muy grave, y merecen ser tomados en serio. Se trata de afirmaciones que alimentan la división y la polarización que tanto daño ha hecho a la vida pública en los últimos años. Son comentarios que van a encontrar una forma de vernos a nosotros y de ver al mundo que sea más abierta, cosmopolita y sensata en tiempos de una amplia globalización e intercambio cultural y comercial.

Es imposible separar este ataque a los egresados de universidades extranjeras de las declaraciones recientes de un funcionario del sector educativo acerca de que la lectura placentera era una especie de vicio capitalista. Imposible dejar de pensar tampoco en los estudiantes mexicanos que dependen de becas públicas y que han tenido que enfrentar situaciones extremas de angustia económica por errores administrativos y el abandono del gobierno. Esos tres asuntos, reflejan un miedo, un desdén y tal vez mejor dicho, una falta de entendimiento sobre la necesidad y la importancia que tiene en la apertura, la diversidad, la curiosidad intelectual y la libertad para buscar y cultivar el conocimiento, aun cuando venga de fuera o incluso a través del placer de la lectura.

Estoy seguro que México será un mejor país en la medida en la que más mexicanos tengan la oportunidad de salir y vivir la experiencia de estudiar en el extranjero. México no podrá desarrollar a plenitud su verdadera grandeza si no alentamos a más estudiantes a que descubran nuevos horizontes de desarrollo intelectual, ya sea dentro o fuera de nuestro país.

A este mundo y a este país le urgen pactos de honestidad que se honren.