/ domingo 9 de septiembre de 2018

Cuidado con la UNAM, el Poli y las universidades de provincia

Basta con recordar la masacre del 2 de octubre de 1968, para preocuparse por la solución del conflicto universitario, para no complicar la asunción de AMLO.

Las declaraciones del rector de la UNAM Enrique Graue, acusando a “grupos porriles” de la pretensión de desestabilizar a la más importante institución educativa del país, ha encendido las alertas en las oficinas donde despacha el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, pues para nadie es novedad y menos un secreto, que para el próximo 2 de octubre se habrá de conmemorar el cincuentenario de la masacre con la que terminó la huelga y movilizaciones estudiantiles.

Hasta hoy no se ha dado la demanda de diálogo con el Gobierno de la República; se dio en 1968, ante la falta de solución a las demandas y pliegos petitorios emanados de la comunidad estudiantil de la UNAM, del Politécnico Nacional y de otras instituciones que aprovecharon el movimiento para sacar provecho y llevar agua a su molino.

Siempre se dijo que atrás del movimiento estudiantil había intereses de políticos mexicanos desplazados de la sucesión presidencial para relevar a Gustavo Díaz Ordaz; y fue precisamente el secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, quien ocupó la presidencia del país, a la salida de don Gustavo.

Para hoy está programada a las diez de la mañana una reunión de trabajo entre el presidente electo y el rector de la UNAM, para analizar el conflicto estudiantil que se inició con el repudio al porrismo, a la venta de drogas y a la presencia de “fósiles” malandros, que permanecen en el campus universitario, asolando a la comunidad estudiantil con toda clase de tropelías, que han llegado a la comisión de ilícitos ante la inacción y complicidad de autoridades académicas y policiacas, cuya colusión con la clase política desplazada, no se descarta, para sembrar el caos con fines deleznables.

El rector Enrique Graue ha reprobado los hechos recientes y con ese motivo determinó la expulsión de los 19 porros identificados como los autores de los últimos ataques a estudiantes de la UNAM, y el presidente electo AMLO, además de reprobar al porrismo enquistado en la UNAM, aseguró que no permitirá (en cuanto asuma el poder) ni porros ni delincuentes en instituciones educativas.

Dada la magnitud del problema, existe enorme preocupación del rector de la UNAM, pero más, de quien tomará posesión de su cargo el primero de diciembre de este año.


Basta con recordar la masacre del 2 de octubre de 1968, para preocuparse por la solución del conflicto universitario, para no complicar la asunción de AMLO.

Las declaraciones del rector de la UNAM Enrique Graue, acusando a “grupos porriles” de la pretensión de desestabilizar a la más importante institución educativa del país, ha encendido las alertas en las oficinas donde despacha el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, pues para nadie es novedad y menos un secreto, que para el próximo 2 de octubre se habrá de conmemorar el cincuentenario de la masacre con la que terminó la huelga y movilizaciones estudiantiles.

Hasta hoy no se ha dado la demanda de diálogo con el Gobierno de la República; se dio en 1968, ante la falta de solución a las demandas y pliegos petitorios emanados de la comunidad estudiantil de la UNAM, del Politécnico Nacional y de otras instituciones que aprovecharon el movimiento para sacar provecho y llevar agua a su molino.

Siempre se dijo que atrás del movimiento estudiantil había intereses de políticos mexicanos desplazados de la sucesión presidencial para relevar a Gustavo Díaz Ordaz; y fue precisamente el secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, quien ocupó la presidencia del país, a la salida de don Gustavo.

Para hoy está programada a las diez de la mañana una reunión de trabajo entre el presidente electo y el rector de la UNAM, para analizar el conflicto estudiantil que se inició con el repudio al porrismo, a la venta de drogas y a la presencia de “fósiles” malandros, que permanecen en el campus universitario, asolando a la comunidad estudiantil con toda clase de tropelías, que han llegado a la comisión de ilícitos ante la inacción y complicidad de autoridades académicas y policiacas, cuya colusión con la clase política desplazada, no se descarta, para sembrar el caos con fines deleznables.

El rector Enrique Graue ha reprobado los hechos recientes y con ese motivo determinó la expulsión de los 19 porros identificados como los autores de los últimos ataques a estudiantes de la UNAM, y el presidente electo AMLO, además de reprobar al porrismo enquistado en la UNAM, aseguró que no permitirá (en cuanto asuma el poder) ni porros ni delincuentes en instituciones educativas.

Dada la magnitud del problema, existe enorme preocupación del rector de la UNAM, pero más, de quien tomará posesión de su cargo el primero de diciembre de este año.