/ sábado 24 de julio de 2021

Cultura e identidad

Entre los años 60 y 70 del siglo pasado, durante la gestión del profesor Ángel J. Hermida Ruiz como director general de Educación Popular del Estado de Veracruz, se propuso impulsar las actividades estéticas y, en especial el “folclore” veracruzano.

Para ello se fundó el Departamento de Educación Estética y desde ahí se diseñaron actividades culturales para maestros y alumnos de educación básica. El personal docente de cada escuela recibió cursos intensivos de capacitación profesional y se le preparó para que integraran en cada escuela grupos de coros, teatro, declamación, música , grupos de danza y bailes folclóricos.

Como resultado de esta iniciativa y materialización de la identidad regional y nacional se llevaron a cabo “Festivales de la Cultura” en toda la entidad. Ello trajo consigo que maestros, alumnos , padres de familia y equipos técnicos desarrollaran diversas actividades de investigación sobre las costumbres regionales de Veracruz y de México.

En virtud que el término cultura tiene muchos matices, para los fines del proyecto educativo se entendió por cultura “el proceso de creación y recreación del conjunto de tradiciones, creencias, folclore, arte, instituciones y conocimientos sistematizados expresado por el hombre como ser social y que distingue a una sociedad de otra. Desde antes de la llegada de los españoles, para los pueblos que habitaban Mesoamérica las danzas rituales eran parte importante en su vida cotidiana. Los religiosos que evangelizaron estas tierras trataron de suprimirlas, pero en vista de lo arraigadas que estaban, las fueron adaptando o cristianizando, dándoles nuevos significados. Sin embargo, los diferentes grupos originales modificaron de muy diversas maneras sus ancestrales tradiciones dancísticas; pero a pesar de esas modificaciones, en apariencia fundamentales, hasta hoy día parece indudable que los pasos, movimientos e incluso la vestimenta con que se ejecutan estas danzas, refieren tradiciones heredadas.

Los jarabes y los sones fueron tomados como bandera de identidad en los años de independencia, incorporando sones patrióticos y canciones populares, convirtiéndose el zapateado español en lo que hoy se conoce como Jarabe, pero con elementos propios. El deseo de libertad del pueblo mexicano se comienza a manifestar en muchas actividades sociales, políticas y culturales, en las cuales el arte no podía ser la excepción.

Cada región y entidad de la República presentan las formas de la danza y bailes mexicanos, en un estilo que refleja sus propias costumbres y tradiciones.

Es la comida, la bebida, el vestuario, las leyendas, las canciones, las danzas, la mitología; todas las manifestaciones artesanales, como cerámica, cestería, tejidos, construcción de casas, talabartería, mueblería, la manera de sentir a los muertos, de celebrar los santos. Es toda la vivencia de un pueblo. Lamentablemente ahora la sociedad mexicana no le da la importancia a este patrimonio nacional, hecho al que contribuyen los medios de comunicación masiva, donde se ha prefabricado una identidad que imita modelos ajenos a la idiosincracia de los mexicanos.

Todas esas expresiones populares se tomaron en cuenta en esa aventura educativa del siglo pasado, para generar la motivación, el interés de docentes y alumnos, el saber más de lo que habitualmente estamos acostumbrados. Se insistió y así lo manifestaron después los estudiantes, la comunidad educativa en general, que esas manifestaciones populares constituyen la base de la verdadera cultura nacional.

Mirar hacia atrás –lo que se ha heredado– debe tener como uno de sus propósitos construirse una cultura propia y con ello nuestra identidad, porque finalmente, la identidad es la conciencia que tenemos de nosotros, asevera Abelardo Villegas. “Uno de los rasgos más característicos de la cultura mexicana es su pluralidad, la diversidad de etnias y grupos que a partir de sí mismos expresan su propia visión del mundo. Cultura fincada en ideas y costumbres que conforman un lenguaje propio, reconocible a través de expresiones estéticas, rituales y espirituales”.

Estas experiencias educativas se han perdido poco a poco y con ello el interés de las nuevas generaciones por aquellos rasgos culturales que identifican a los diversos grupos y culturas específicas.

Los programas escolares ya no contemplan esos valores culturales como primordiales en la formación integral de los estudiantes, donde la educación artística debe ser parte de ellos. No hay que perder de vista que el aprendizaje es una experiencia cognitiva y emocional. “La integración constructiva de pensar, hacer y sentir constituye el eje fundamental del engrandecimiento humano”. Con las experiencias que tuvieron los alumnos y docentes el aprendizaje fue duradero, les aportaron beneficios, lo aplicaron de manera concreta en su vida. Fue un aprendizaje reelevante que les dió una mejora en la vida. Hoy todavía aquellos estudiantes comentan lo que les sirvió aquello que la escuela los motivó a pensar, hacer y sentir.

Al mirar lo que han pretendido las reformas educativas, uno se percata que no hemos educado a los niños, niñas y jóvenes para que se sorprendan con esas manifestaciones culturales, por desgracia poco provecho se ha obtenido de esa diversidad local, regional, del país, para estimular la verdadera identidad nacional.

Entre los años 60 y 70 del siglo pasado, durante la gestión del profesor Ángel J. Hermida Ruiz como director general de Educación Popular del Estado de Veracruz, se propuso impulsar las actividades estéticas y, en especial el “folclore” veracruzano.

Para ello se fundó el Departamento de Educación Estética y desde ahí se diseñaron actividades culturales para maestros y alumnos de educación básica. El personal docente de cada escuela recibió cursos intensivos de capacitación profesional y se le preparó para que integraran en cada escuela grupos de coros, teatro, declamación, música , grupos de danza y bailes folclóricos.

Como resultado de esta iniciativa y materialización de la identidad regional y nacional se llevaron a cabo “Festivales de la Cultura” en toda la entidad. Ello trajo consigo que maestros, alumnos , padres de familia y equipos técnicos desarrollaran diversas actividades de investigación sobre las costumbres regionales de Veracruz y de México.

En virtud que el término cultura tiene muchos matices, para los fines del proyecto educativo se entendió por cultura “el proceso de creación y recreación del conjunto de tradiciones, creencias, folclore, arte, instituciones y conocimientos sistematizados expresado por el hombre como ser social y que distingue a una sociedad de otra. Desde antes de la llegada de los españoles, para los pueblos que habitaban Mesoamérica las danzas rituales eran parte importante en su vida cotidiana. Los religiosos que evangelizaron estas tierras trataron de suprimirlas, pero en vista de lo arraigadas que estaban, las fueron adaptando o cristianizando, dándoles nuevos significados. Sin embargo, los diferentes grupos originales modificaron de muy diversas maneras sus ancestrales tradiciones dancísticas; pero a pesar de esas modificaciones, en apariencia fundamentales, hasta hoy día parece indudable que los pasos, movimientos e incluso la vestimenta con que se ejecutan estas danzas, refieren tradiciones heredadas.

Los jarabes y los sones fueron tomados como bandera de identidad en los años de independencia, incorporando sones patrióticos y canciones populares, convirtiéndose el zapateado español en lo que hoy se conoce como Jarabe, pero con elementos propios. El deseo de libertad del pueblo mexicano se comienza a manifestar en muchas actividades sociales, políticas y culturales, en las cuales el arte no podía ser la excepción.

Cada región y entidad de la República presentan las formas de la danza y bailes mexicanos, en un estilo que refleja sus propias costumbres y tradiciones.

Es la comida, la bebida, el vestuario, las leyendas, las canciones, las danzas, la mitología; todas las manifestaciones artesanales, como cerámica, cestería, tejidos, construcción de casas, talabartería, mueblería, la manera de sentir a los muertos, de celebrar los santos. Es toda la vivencia de un pueblo. Lamentablemente ahora la sociedad mexicana no le da la importancia a este patrimonio nacional, hecho al que contribuyen los medios de comunicación masiva, donde se ha prefabricado una identidad que imita modelos ajenos a la idiosincracia de los mexicanos.

Todas esas expresiones populares se tomaron en cuenta en esa aventura educativa del siglo pasado, para generar la motivación, el interés de docentes y alumnos, el saber más de lo que habitualmente estamos acostumbrados. Se insistió y así lo manifestaron después los estudiantes, la comunidad educativa en general, que esas manifestaciones populares constituyen la base de la verdadera cultura nacional.

Mirar hacia atrás –lo que se ha heredado– debe tener como uno de sus propósitos construirse una cultura propia y con ello nuestra identidad, porque finalmente, la identidad es la conciencia que tenemos de nosotros, asevera Abelardo Villegas. “Uno de los rasgos más característicos de la cultura mexicana es su pluralidad, la diversidad de etnias y grupos que a partir de sí mismos expresan su propia visión del mundo. Cultura fincada en ideas y costumbres que conforman un lenguaje propio, reconocible a través de expresiones estéticas, rituales y espirituales”.

Estas experiencias educativas se han perdido poco a poco y con ello el interés de las nuevas generaciones por aquellos rasgos culturales que identifican a los diversos grupos y culturas específicas.

Los programas escolares ya no contemplan esos valores culturales como primordiales en la formación integral de los estudiantes, donde la educación artística debe ser parte de ellos. No hay que perder de vista que el aprendizaje es una experiencia cognitiva y emocional. “La integración constructiva de pensar, hacer y sentir constituye el eje fundamental del engrandecimiento humano”. Con las experiencias que tuvieron los alumnos y docentes el aprendizaje fue duradero, les aportaron beneficios, lo aplicaron de manera concreta en su vida. Fue un aprendizaje reelevante que les dió una mejora en la vida. Hoy todavía aquellos estudiantes comentan lo que les sirvió aquello que la escuela los motivó a pensar, hacer y sentir.

Al mirar lo que han pretendido las reformas educativas, uno se percata que no hemos educado a los niños, niñas y jóvenes para que se sorprendan con esas manifestaciones culturales, por desgracia poco provecho se ha obtenido de esa diversidad local, regional, del país, para estimular la verdadera identidad nacional.