/ jueves 28 de octubre de 2021

Detrás de la gran cortina

Tras los pasos silentes de las despedidas infortunadas, hemos creado un velo del recuerdo, entre la luna y el sol, bifurcando el día y la noche; ¿a dónde habrán ido?, esa es una parte de la cortina.

En el silencio de un parque escondido sopla el viento, llevándose las hojas secas que han fallecido, y veo la tolvanera y el silbido del viento que agita mi alma, que a mis oídos susurra un hasta pronto, quizá un hasta luego. La vida cambia, muta, se transforma en breves instantes, y las noticias son sorpresas y las despedidas sólo son un reencuentro con el mismo tiempo; me he acostumbrado a tales hechos, pero también he querido echar un vistazo detrás de la cortina y en mis sueños he visto gente alegre, en laberintos misteriosos, como pasadizos de un infinito cronos, que entre sus murallas abraza a las almas y las impulsa a seguir en su ascenso rumbo a una luz superior y celestial; ése es el nicho mayor, la carrera por llegar a lo alto, a lo sublime, desde la imperfección hasta lograr alcanzar la parte más alta del velo del "supremo creador".

La búsqueda más grande, humana y profunda ha sido descifrar el misterio que lleva en sus entrañas la muerte; mucha gente prefiere no hablar de ello. Sin embargo, el hecho es incuestionable, ya que al igual que están naciendo muchas gentes con exagerada rapidez, con mayor lentitud va el conteo de decesos en todo el mundo. Y aquí en México no sólo somos un tanto ocultistas, sino además celebramos a nuestra gente que ha partido de este mundo terrenal. La tradición nos presenta como un país burlón de tal hecho y es en ese sentido en el que se estructura la mentalidad de los mexicanos.

Diría que para qué preocuparse en aspectos fuera de nuestro alcance, pues ya en la Biblia se cita una parte que dice: quién de ustedes por preocuparse o afanarse, por estar ansioso, podrá añadir un día más a su vida o un codo más a su estatura.

Sostengo la firme creencia que el creador absoluto tiene un plan trazado para toda la humanidad en lo general, y para cada cual en lo particular, sin embargo, somos humanamente propensos a cierta inestabilidad al respecto, sobre todo si ya se padece alguna enfermedad, o en su caso se vive a contracorriente en ciertos aspectos.

Me siento muy afortunado, me tocó tratar a muchos seres amados muy de cerca y con calidad de tiempo, no pesa sobre mi conciencia ningún tipo de remordimiento para con ellos, ya que lo mejor que pude convivir con ellos, lo hice en plenas facultades de nuestras vidas; y en la pérdida más fuerte que he tenido, que fue la de mi papá, me sentí resignado y hasta agradecido porque él había descansado de sus males. Muchas veces los he soñado, pero los veo fuertes, vigorosos, contentos, lo que me aporta alegría. Tres días antes del fallecimiento de mi abuela materna, soñé que subía de noche por la Sexta de Juárez y de repente escupía un diente frontal con un poco de sangre lo miraba entre mis manos, entonces volteé hacia la oscuridad del cielo y ahí estaba el rostro de ella, sonriente, como en sus mejores momentos, se estaba despidiendo, quizá, de su nieto más cercano y querido; me sentí muy satisfecho, así que cuando recibí la noticia la tomé con toda la calma del mundo.

Esto no significa ser indolente, no, pues debemos asistir a nuestros seres amados, amistades, gente cercana, e infundir el ánimo de la vida, quizá y muy probablemente más allá de la vida misma con amor y cariño.

Tras los pasos silentes de las despedidas infortunadas, hemos creado un velo del recuerdo, entre la luna y el sol, bifurcando el día y la noche; ¿a dónde habrán ido?, esa es una parte de la cortina.

En el silencio de un parque escondido sopla el viento, llevándose las hojas secas que han fallecido, y veo la tolvanera y el silbido del viento que agita mi alma, que a mis oídos susurra un hasta pronto, quizá un hasta luego. La vida cambia, muta, se transforma en breves instantes, y las noticias son sorpresas y las despedidas sólo son un reencuentro con el mismo tiempo; me he acostumbrado a tales hechos, pero también he querido echar un vistazo detrás de la cortina y en mis sueños he visto gente alegre, en laberintos misteriosos, como pasadizos de un infinito cronos, que entre sus murallas abraza a las almas y las impulsa a seguir en su ascenso rumbo a una luz superior y celestial; ése es el nicho mayor, la carrera por llegar a lo alto, a lo sublime, desde la imperfección hasta lograr alcanzar la parte más alta del velo del "supremo creador".

La búsqueda más grande, humana y profunda ha sido descifrar el misterio que lleva en sus entrañas la muerte; mucha gente prefiere no hablar de ello. Sin embargo, el hecho es incuestionable, ya que al igual que están naciendo muchas gentes con exagerada rapidez, con mayor lentitud va el conteo de decesos en todo el mundo. Y aquí en México no sólo somos un tanto ocultistas, sino además celebramos a nuestra gente que ha partido de este mundo terrenal. La tradición nos presenta como un país burlón de tal hecho y es en ese sentido en el que se estructura la mentalidad de los mexicanos.

Diría que para qué preocuparse en aspectos fuera de nuestro alcance, pues ya en la Biblia se cita una parte que dice: quién de ustedes por preocuparse o afanarse, por estar ansioso, podrá añadir un día más a su vida o un codo más a su estatura.

Sostengo la firme creencia que el creador absoluto tiene un plan trazado para toda la humanidad en lo general, y para cada cual en lo particular, sin embargo, somos humanamente propensos a cierta inestabilidad al respecto, sobre todo si ya se padece alguna enfermedad, o en su caso se vive a contracorriente en ciertos aspectos.

Me siento muy afortunado, me tocó tratar a muchos seres amados muy de cerca y con calidad de tiempo, no pesa sobre mi conciencia ningún tipo de remordimiento para con ellos, ya que lo mejor que pude convivir con ellos, lo hice en plenas facultades de nuestras vidas; y en la pérdida más fuerte que he tenido, que fue la de mi papá, me sentí resignado y hasta agradecido porque él había descansado de sus males. Muchas veces los he soñado, pero los veo fuertes, vigorosos, contentos, lo que me aporta alegría. Tres días antes del fallecimiento de mi abuela materna, soñé que subía de noche por la Sexta de Juárez y de repente escupía un diente frontal con un poco de sangre lo miraba entre mis manos, entonces volteé hacia la oscuridad del cielo y ahí estaba el rostro de ella, sonriente, como en sus mejores momentos, se estaba despidiendo, quizá, de su nieto más cercano y querido; me sentí muy satisfecho, así que cuando recibí la noticia la tomé con toda la calma del mundo.

Esto no significa ser indolente, no, pues debemos asistir a nuestros seres amados, amistades, gente cercana, e infundir el ánimo de la vida, quizá y muy probablemente más allá de la vida misma con amor y cariño.