/ lunes 15 de octubre de 2018

Día del Médico, historia que conforta

Estamos en el Xalapa de 1937. Es el ocaso de un jueves del mes de enero, la niebla acaricia “los chinos”, piedras grises, redondas, que cubren las callejuelas y brillan las baldosas bajo la macilenta luz al reflejarse en el sendero húmedo.

La calle de Alatorre, cuesta angosta y solitaria, flanqueada al inicio por la Catedral y luego, por casonas con gran portón de cedro y ventanas anchas con enrejados centenarios de hierro forjado. Más arriba se encuentra “el árbol”, encino viejo y majestuoso, aun con follaje que anuncia la entrada al mercado Jáuregui. Termina la larga calle a la orilla del pueblo, en “La Cruz de la Misión”, cuyo nombre remonta a la época Porfiriana con su historia y leyendas.

Desde lejos se escucha, al acercarse con lentitud, un cántico que despierta el eco y se repite con monotonía, “Son las once y serenooo…”; se produce, entonces, un sonido híbrido, mezcla del golpeteo de los cascos de un jamelgo contra las piedras de la calle y aquel grito largo, melancólico. En la penumbra un caballero sube la cuesta, con sombrero de hongo, gabán y gran paraguas. A mitad de la primera cuadra, se frota las manos ante el portón de cedro con aroma a humedad, toca la aldaba y, al abrirse las maderas, un resplandor y suave murmullo de voces escapan a la calle.

Se trata de una tertulia. Una sensación de calor anima al visitante, los invitados departiendo alegremente son amigos que llegan a otra de las reuniones en la casa del doctor Pedro Rendón Domínguez. En la sala acogedora, en corrillos entusiastas charlan los doctores Leonardo Quijano, Luis F. Nachón, Francisco Navarrete, Eduardo R. Coronel, Luis Espinosa Pazos, Armando Domínguez Castro, primer pediatra en Xalapa, el inolvidable psiquiatra Gustavo A. Rodríguez, quien disertaba sobre la cultura Olmeca o de su “Teoría del color verde”, divertida, ingenua. Los contertulios disfrutaban aquellos convites históricos del Xalapa provinciano de 1937.

Don Pedro Rendón toca el chelo, dice sus poemas con ojos entornados y mente en corazón. En el ambiente se percibe dedicatoria al amor platónico, como todos saben, la enfermera Mariquita Montes del Hospital Civil. La charla, bohemia henchida de amistad contrasta con el frío de la noche, convivencia de amigos, un remanso para el reencuentro y la amistad.

Eno y Mary, hermanas de don Pedro, gentilmente, aderezan la convivencia con café caliente, bocadillos y cognac del anfitrión, no ha faltado, una vez más, la arenga de don Pedro del merecimiento de los médicos de tener un día anual para su celebración, “los médicos no somos menos que las mulas, que tienen su día”.

Decenas del calendarios han pasado, la idea prosperó y desde entonces celebramos con cálida reunión el Día del médico y el próximo 23 de octubre, ochenta años habrán transcurrido festejando este día. Envío saludo fraternal a don Pedro Rendón Domínguez, hasta el lugar donde se encuentra, espero no interrumpir su concierto de chelo ni la rima de alguno de los poemas declamados a Mariquita, su eterno amor.

hsilva_mendoza@hotmail.com


Estamos en el Xalapa de 1937. Es el ocaso de un jueves del mes de enero, la niebla acaricia “los chinos”, piedras grises, redondas, que cubren las callejuelas y brillan las baldosas bajo la macilenta luz al reflejarse en el sendero húmedo.

La calle de Alatorre, cuesta angosta y solitaria, flanqueada al inicio por la Catedral y luego, por casonas con gran portón de cedro y ventanas anchas con enrejados centenarios de hierro forjado. Más arriba se encuentra “el árbol”, encino viejo y majestuoso, aun con follaje que anuncia la entrada al mercado Jáuregui. Termina la larga calle a la orilla del pueblo, en “La Cruz de la Misión”, cuyo nombre remonta a la época Porfiriana con su historia y leyendas.

Desde lejos se escucha, al acercarse con lentitud, un cántico que despierta el eco y se repite con monotonía, “Son las once y serenooo…”; se produce, entonces, un sonido híbrido, mezcla del golpeteo de los cascos de un jamelgo contra las piedras de la calle y aquel grito largo, melancólico. En la penumbra un caballero sube la cuesta, con sombrero de hongo, gabán y gran paraguas. A mitad de la primera cuadra, se frota las manos ante el portón de cedro con aroma a humedad, toca la aldaba y, al abrirse las maderas, un resplandor y suave murmullo de voces escapan a la calle.

Se trata de una tertulia. Una sensación de calor anima al visitante, los invitados departiendo alegremente son amigos que llegan a otra de las reuniones en la casa del doctor Pedro Rendón Domínguez. En la sala acogedora, en corrillos entusiastas charlan los doctores Leonardo Quijano, Luis F. Nachón, Francisco Navarrete, Eduardo R. Coronel, Luis Espinosa Pazos, Armando Domínguez Castro, primer pediatra en Xalapa, el inolvidable psiquiatra Gustavo A. Rodríguez, quien disertaba sobre la cultura Olmeca o de su “Teoría del color verde”, divertida, ingenua. Los contertulios disfrutaban aquellos convites históricos del Xalapa provinciano de 1937.

Don Pedro Rendón toca el chelo, dice sus poemas con ojos entornados y mente en corazón. En el ambiente se percibe dedicatoria al amor platónico, como todos saben, la enfermera Mariquita Montes del Hospital Civil. La charla, bohemia henchida de amistad contrasta con el frío de la noche, convivencia de amigos, un remanso para el reencuentro y la amistad.

Eno y Mary, hermanas de don Pedro, gentilmente, aderezan la convivencia con café caliente, bocadillos y cognac del anfitrión, no ha faltado, una vez más, la arenga de don Pedro del merecimiento de los médicos de tener un día anual para su celebración, “los médicos no somos menos que las mulas, que tienen su día”.

Decenas del calendarios han pasado, la idea prosperó y desde entonces celebramos con cálida reunión el Día del médico y el próximo 23 de octubre, ochenta años habrán transcurrido festejando este día. Envío saludo fraternal a don Pedro Rendón Domínguez, hasta el lugar donde se encuentra, espero no interrumpir su concierto de chelo ni la rima de alguno de los poemas declamados a Mariquita, su eterno amor.

hsilva_mendoza@hotmail.com