/ domingo 5 de abril de 2020

Día Mundial de la Salud

Este próximo martes se cumplen 72 años de la promulgación del Día Mundial de la Salud. Una celebración que llama la atención pues parece que la salud es una especie de utopía. Si concedemos que ésta –la salud- es el estado de completo bienestar físico, mental y social. Nos daremos cuenta que la sanidad es una tarea pendiente. Y que tiene como responsable primero a cada individuo, y como responsables colaterales a todas las instituciones ¡Aquí es donde está la demanda latente!

Desde nuestros antepasados se entiende que el cuerpo está diseñado para sanarse, entonces, ¿por qué existe la enfermedad?, la incapacidad para estar firmes –in firme, en fermo--, es algo muy cercano a todos. Basta con voltear la mirada y enfocar a la persona de junto para descubrir que el bienestar holístico no se encuentra tan fácilmente. El bienestar físico es complejo y más cuando –como ahora-, nos damos cuenta que en realidad somos muy vulnerables, y que cualquier virus pone en riesgo nuestra vida. El bienestar mental es algo más complicado todavía, sobre todo en las sociedades en las que el miedo, la violencia, la incertidumbre, el desequilibrio…, ponen su morada, ahí es donde resulta muy difícil encontrarse con personas sanas de sus afectos y razonamientos. Por eso es que, la salud en las relaciones sólo es posible cuando se goza de vigor en lo físico y en lo psíquico. ¿Qué tipo de relaciones promovemos?, ¿en qué relaciones nos involucramos?, la repuesta a la pregunta anterior es el mejor de los diagnósticos clínicos para revisar el propio historial médico.

Pero no todo es malo, la enfermedad tiene un mensaje preciso que comunicarnos, ella responde a los gritos que son sofocados, tanto propios como del ambiente. La enfermedad es, tal vez, el modo en el cual el grito silencioso irrumpe para dejarnos oír lo que hemos escondido. En realidad, a muy pocos les interesa la salud, y son aún menos, los que están verdaderamente comprometidos con ella.

Desde antiguo se ha señalado que la enfermedad es un lenguaje simbólico, son expresiones figuradas que es preciso interpretar. La enfermedad es un fascinante banco de información del que podemos extraer sobrados datos. Ésta nos permite sentirnos, escucharnos, experimentarnos, conocernos; nos sitúa en un estado de vulnerabilidad que nos pone en la perfecta ocasión de relacionarnos con nosotros de forma responsable y de ser verdaderos promotores de salud. ¡La vida encierra en sí misma una dimensión terapéutica!

Este próximo martes se cumplen 72 años de la promulgación del Día Mundial de la Salud. Una celebración que llama la atención pues parece que la salud es una especie de utopía. Si concedemos que ésta –la salud- es el estado de completo bienestar físico, mental y social. Nos daremos cuenta que la sanidad es una tarea pendiente. Y que tiene como responsable primero a cada individuo, y como responsables colaterales a todas las instituciones ¡Aquí es donde está la demanda latente!

Desde nuestros antepasados se entiende que el cuerpo está diseñado para sanarse, entonces, ¿por qué existe la enfermedad?, la incapacidad para estar firmes –in firme, en fermo--, es algo muy cercano a todos. Basta con voltear la mirada y enfocar a la persona de junto para descubrir que el bienestar holístico no se encuentra tan fácilmente. El bienestar físico es complejo y más cuando –como ahora-, nos damos cuenta que en realidad somos muy vulnerables, y que cualquier virus pone en riesgo nuestra vida. El bienestar mental es algo más complicado todavía, sobre todo en las sociedades en las que el miedo, la violencia, la incertidumbre, el desequilibrio…, ponen su morada, ahí es donde resulta muy difícil encontrarse con personas sanas de sus afectos y razonamientos. Por eso es que, la salud en las relaciones sólo es posible cuando se goza de vigor en lo físico y en lo psíquico. ¿Qué tipo de relaciones promovemos?, ¿en qué relaciones nos involucramos?, la repuesta a la pregunta anterior es el mejor de los diagnósticos clínicos para revisar el propio historial médico.

Pero no todo es malo, la enfermedad tiene un mensaje preciso que comunicarnos, ella responde a los gritos que son sofocados, tanto propios como del ambiente. La enfermedad es, tal vez, el modo en el cual el grito silencioso irrumpe para dejarnos oír lo que hemos escondido. En realidad, a muy pocos les interesa la salud, y son aún menos, los que están verdaderamente comprometidos con ella.

Desde antiguo se ha señalado que la enfermedad es un lenguaje simbólico, son expresiones figuradas que es preciso interpretar. La enfermedad es un fascinante banco de información del que podemos extraer sobrados datos. Ésta nos permite sentirnos, escucharnos, experimentarnos, conocernos; nos sitúa en un estado de vulnerabilidad que nos pone en la perfecta ocasión de relacionarnos con nosotros de forma responsable y de ser verdaderos promotores de salud. ¡La vida encierra en sí misma una dimensión terapéutica!