/ martes 2 de enero de 2018

Días de la cruda realidad

Como lo he comentado aquí en anteriores años, hoy es el primer día de lo que suelo llamar “Los días de la cruda realidad”. Este periodo, venerado y seguido por decenas de millones de mexicanos, es una de las pruebas más claras e irrefutables de porque México y todos nosotros estamos como estamos y somos como somos.

Si bien para aquellos el periodo que hemos dado en llamar Lupe-Reyes (en una falta de respeto a dos de las más veneradas tradiciones mexicanas) es un continuo de ilusión y sueños irrealizables tras ilusión, pero no para pocos estudiosos de la realidad mexicana, en algo terrenal y concreto.

Aclaro, por si hiciera falta, ni por accidente soy de la idea de pensar que hacerse ilusiones o soñar es negativo; además ya lo dijo con su voz de pito hace algunos años en San Lázaro ese personaje modélico para la casi toda totalidad de los seguidores de López.

Pienso que para nadie es un secreto que nuestro país se encuentre hoy, lo aceptemos o no, en la antesala de un periodo de toma de decisiones las cuales serán, por decir lo menos, expresión de compromiso ciudadano. Lo que decenas de millones de mexicanos conscientes del valor de la emisión pacífica legal del voto harán el 1 de julio de 2018 será, no tengo duda, a diferencia de otras elecciones, algo que irá más allá del apoyo a éste o aquel candidato o partido.

Si usted querido lector hubiese votado en las anteriores elecciones, estará de acuerdo conmigo en lo siguiente: una vez emitido el voto, sin preocupación o interés alguno regresaba a su rutina diaria sin prestar atención a lo que había hecho, y menos al compromiso ciudadano adquirido al votar por uno u otro partido o si lo prefiere, por uno u otro candidato.

Esta vez, estoy convencido de podremos desentendernos con la misma facilidad que o hemos hecho en elecciones anteriores del compromiso contraído. Las consecuencias de lo que significaría haber votado por uno u otro candidato o partido el 1 de julio de 2018, no nos dejarán ir tan fácilmente como ayer. La razones, son varias.

Básicamente tienen que ver éstas, con el nivel de tensión a que nos ha llevado un conjunto de problemas que, a querer y aceptar o no, éstos inciden negativamente en la conducción económica, y en el quehacer político al que por desgracia nos hemos acostumbrado desde hace decenios.

¿Quién podría afirmar, que la visión que los gobernantes han tenido de la gobernación y llevado a la práctica, por lo menos desde el año 2000, es la que México requiere para los próximos años con miras, si no a resolver los grandes y graves problemas estructurales, al menos para sentar las bases de su solución?

Podríamos seguir indefinidamente preguntando y al final, cansados de tanto preguntar, la conclusión sería: Eso que vemos asomarse es la realidad, que viene a cobrarnos facturas pendientes de pago desde hace decenios.

¿Piensa entonces que, con sólo emitir el voto el 1 de julio podríamos, tal y como lo hemos hecho tantas veces, ignorar nuestro compromiso como ciudadanos?

Y para usted, ¿quién sería y por qué, el adecuado para encabezar ese gran esfuerzo?

Como lo he comentado aquí en anteriores años, hoy es el primer día de lo que suelo llamar “Los días de la cruda realidad”. Este periodo, venerado y seguido por decenas de millones de mexicanos, es una de las pruebas más claras e irrefutables de porque México y todos nosotros estamos como estamos y somos como somos.

Si bien para aquellos el periodo que hemos dado en llamar Lupe-Reyes (en una falta de respeto a dos de las más veneradas tradiciones mexicanas) es un continuo de ilusión y sueños irrealizables tras ilusión, pero no para pocos estudiosos de la realidad mexicana, en algo terrenal y concreto.

Aclaro, por si hiciera falta, ni por accidente soy de la idea de pensar que hacerse ilusiones o soñar es negativo; además ya lo dijo con su voz de pito hace algunos años en San Lázaro ese personaje modélico para la casi toda totalidad de los seguidores de López.

Pienso que para nadie es un secreto que nuestro país se encuentre hoy, lo aceptemos o no, en la antesala de un periodo de toma de decisiones las cuales serán, por decir lo menos, expresión de compromiso ciudadano. Lo que decenas de millones de mexicanos conscientes del valor de la emisión pacífica legal del voto harán el 1 de julio de 2018 será, no tengo duda, a diferencia de otras elecciones, algo que irá más allá del apoyo a éste o aquel candidato o partido.

Si usted querido lector hubiese votado en las anteriores elecciones, estará de acuerdo conmigo en lo siguiente: una vez emitido el voto, sin preocupación o interés alguno regresaba a su rutina diaria sin prestar atención a lo que había hecho, y menos al compromiso ciudadano adquirido al votar por uno u otro partido o si lo prefiere, por uno u otro candidato.

Esta vez, estoy convencido de podremos desentendernos con la misma facilidad que o hemos hecho en elecciones anteriores del compromiso contraído. Las consecuencias de lo que significaría haber votado por uno u otro candidato o partido el 1 de julio de 2018, no nos dejarán ir tan fácilmente como ayer. La razones, son varias.

Básicamente tienen que ver éstas, con el nivel de tensión a que nos ha llevado un conjunto de problemas que, a querer y aceptar o no, éstos inciden negativamente en la conducción económica, y en el quehacer político al que por desgracia nos hemos acostumbrado desde hace decenios.

¿Quién podría afirmar, que la visión que los gobernantes han tenido de la gobernación y llevado a la práctica, por lo menos desde el año 2000, es la que México requiere para los próximos años con miras, si no a resolver los grandes y graves problemas estructurales, al menos para sentar las bases de su solución?

Podríamos seguir indefinidamente preguntando y al final, cansados de tanto preguntar, la conclusión sería: Eso que vemos asomarse es la realidad, que viene a cobrarnos facturas pendientes de pago desde hace decenios.

¿Piensa entonces que, con sólo emitir el voto el 1 de julio podríamos, tal y como lo hemos hecho tantas veces, ignorar nuestro compromiso como ciudadanos?

Y para usted, ¿quién sería y por qué, el adecuado para encabezar ese gran esfuerzo?