/ viernes 21 de junio de 2019

Diplomacia salvadoreña al desfiladero, se terminaron los buenos modales

Contra toda costumbre diplomática, de conducirse con educación, gratitud y respeto ante un mandatario anfitrión, como lo es el presidente Andrés Manuel López Obrador, Nayib Bukele, presidente de El Salvador, se comportó como un maleducado y mal agradecido con quienes representan a las instituciones públicas del país azteca. El presidente de El Salvador, demostró que su prepotencia supera a su consciencia, porque no se vale que a pesar de las carencias de los mexicanos, se disponga de recursos públicos para donarlos al pueblo y gobierno de El Salvador y en respuesta se critique sin sustento a nuestro país.

“México tiene casi doscientos años de estar mal” esa expresión de Nayib Bukele, dolió a quienes como representantes populares, en la Cámara de Diputados y el Senado de la República, autorizan los apoyos al “joven tuitero” presidente de El Salvador, quien virtió críticas nocivas e infundadas al país anfitrión, descalificando todo lo construido durante el bicentenario del México independiente.

Los elogios al presidente AMLO, con los que quizo suavizar sus expresiones peyorativas en contra de nuestro país, de nada sirven, pues equivalen al dicho popular de que: Después del niño ahogado, tapar el pozo. La pequeña nación de América Central, de paisaje montañoso y plantaciones de café, con bosques tropicales, cascadas y playas en el Océano Pacifico, tiene una población de poco más de seis millones de habitantes; y su densidad demográfica convierte a El Salvador en un país densamente poblado, sin empleos u oportunidades de desarrollo para elevar las condiciones de vida de sus habitantes.

La presión del gobierno de Donald Trump al gobierno de México, para limitar y si es posible acabar con la migración de habitantes de El Salvador, Honduras y Guatemala hacia los Estados Unidos, ha obligado a las autoridades mexicanas, por voz del canciller Marcelo Ebrard Casaubón y de la secretaria de gobernación Olga Sánchez Cordero, a declarar que México no será “un tercer país seguro”, y tampoco se siga utilizando como la mejor ruta para transitar en busca del sueño americano.

La solución a corto plazo del grave problema demográfico y migratorio, según el gobierno de México, es invertir millonarios recursos en programas sociales, creación de empleos y oportunidades, para arraigar a los centroamericanos en sus lugares de origen, olvidándose de la riesgosa aventura que constituye la migración.



Contra toda costumbre diplomática, de conducirse con educación, gratitud y respeto ante un mandatario anfitrión, como lo es el presidente Andrés Manuel López Obrador, Nayib Bukele, presidente de El Salvador, se comportó como un maleducado y mal agradecido con quienes representan a las instituciones públicas del país azteca. El presidente de El Salvador, demostró que su prepotencia supera a su consciencia, porque no se vale que a pesar de las carencias de los mexicanos, se disponga de recursos públicos para donarlos al pueblo y gobierno de El Salvador y en respuesta se critique sin sustento a nuestro país.

“México tiene casi doscientos años de estar mal” esa expresión de Nayib Bukele, dolió a quienes como representantes populares, en la Cámara de Diputados y el Senado de la República, autorizan los apoyos al “joven tuitero” presidente de El Salvador, quien virtió críticas nocivas e infundadas al país anfitrión, descalificando todo lo construido durante el bicentenario del México independiente.

Los elogios al presidente AMLO, con los que quizo suavizar sus expresiones peyorativas en contra de nuestro país, de nada sirven, pues equivalen al dicho popular de que: Después del niño ahogado, tapar el pozo. La pequeña nación de América Central, de paisaje montañoso y plantaciones de café, con bosques tropicales, cascadas y playas en el Océano Pacifico, tiene una población de poco más de seis millones de habitantes; y su densidad demográfica convierte a El Salvador en un país densamente poblado, sin empleos u oportunidades de desarrollo para elevar las condiciones de vida de sus habitantes.

La presión del gobierno de Donald Trump al gobierno de México, para limitar y si es posible acabar con la migración de habitantes de El Salvador, Honduras y Guatemala hacia los Estados Unidos, ha obligado a las autoridades mexicanas, por voz del canciller Marcelo Ebrard Casaubón y de la secretaria de gobernación Olga Sánchez Cordero, a declarar que México no será “un tercer país seguro”, y tampoco se siga utilizando como la mejor ruta para transitar en busca del sueño americano.

La solución a corto plazo del grave problema demográfico y migratorio, según el gobierno de México, es invertir millonarios recursos en programas sociales, creación de empleos y oportunidades, para arraigar a los centroamericanos en sus lugares de origen, olvidándose de la riesgosa aventura que constituye la migración.