/ jueves 16 de diciembre de 2021

Dispara primero y luego mira a quién le das

México es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay y más espantosa en la distribución de fortuna, civilización, cultivo de la tierra y población. (Alexander von Humboldt). Mucho ha cambiado. Y al mismo tiempo poco.

No cabe duda que el aire de nuestros tiempos es la insatisfacción de la amplia mayoría de la población. Las razones y motivos son muy diversos. Los populismos de la derecha o izquierda crecen y se multiplican por el país.

Desde el principio de los tiempos, los gobiernos han servido con mayor o menor eficiencia y para bien o para mal para muchas cosas. Además de ser entes encargados de imponer el orden, de cobrar los impuestos y ejercer la violencia legítima que es aquella que se hace en nombre del Estado, también han tenido las funciones de administrar y ordenar nuestras vidas. Mientras nosotros caminamos otros van creciendo.

Jamás podremos cerrar esa brecha si no aceleramos el paso. Para que existiera la figura de los gobiernos previamente debió de existir la necesidad de un liderazgo que supiera o fuera capaz de saber, guiar o tan siquiera de tener las cosas más o menos bajo control. Desde el inicio hasta nuestros días, el temor ha sido una causa fundamental para el ejercicio del poder.

El problema es que el temor o esa parte del poder tiene una ley que no se puede vulnerar: los gobiernos respiran el temor y son quienes deben buscar erradicarlo, no quienes lo producen. Sin embargo, hoy, frente a unos ataques de ansiedad y de pánico que no saben cómo administrar ni mucho menos contrarrestar, los gobiernos ni siquiera han sabido cómo transmitir el más mínimo sentido de tranquilidad y estabilidad a sus pueblos.

En su momento Albert Einstein dijo: "Hay dos cosas infinitas: la estupidez humana y el universo. Y el universo no estoy seguro".

Hoy, visto lo visto, esta teoría no podría estar más en lo cierto, ya que si algo es verdad es que después de tantos años de existencia, los seres humanos no hemos sido capaces de demostrar lo contrario.

Por eso no es de asombrarse que, una vez más, con esa cortedad de miras, insolidaridad y falta de inteligencia por parte de los humanos, fuéramos tan ingenuos como para pensar que vacunándonos, haciendo cocteles de vacunas, poniéndonos las mascarillas y encerrándonos allí donde el hombre blanco pisa, bastaría para estar a salvo.

¿Cómo es posible que dentro de todo el universo blanco o amarillo nadie cayera en la cuenta de que sí teníamos mil 500 millones de personas de color sin vacunar más pronto que tarde el pelígro llegaría en forma de Ómicron?

Mientras escribo esta columna nadie sabe exactamente el verdadero alcance que tendrá esta nueva variante. Lo que también sabemos es que esta variante ha despertado y reavivado el miedo en nuestro mundo.

Personalmente son de los que creen que este siglo 21 supuestamente es el que estaba llamado al ser el siglo del conocimiento, está siendo el siglo más ignorante de la historia reciente de la humanidad. Tenemos información, sin embargo, no tenemos ni educación ni cultura. Sabemos muchas cosas, pero no sabemos qué hacer con lo que sabemos.

Ver el espectáculo de cómo los gobiernos huyen despavoridos sin saber qué hacer en una situación inédita y que perdura en la memoria de la humanidad. Mientras muchos gobiernos de Oriente y Occidente viven con ataques de pánico hay otros, como el mexicano, que podrían dar clases universales de entereza o, por lo menos, de aparente inmunidad ante las consecuencias de la pandemia. No se asuste. Lo que tenga que ser será.

Nadie sabe con certeza cuáles serán las implicaciones en México y en el mundo de la aparición de Ómicron, la más reciente variante de preocupación del Covid-19. Están prendidas todas las veladoras para que realmente la nueva variante, pese a ser más contagiosa, no genere más hospitalizaciones ni letalidad.

Ese es uno de los escenarios posibles. Pero no es el único. Sea por Ómicron o por Delta, la cuarta ola está desatada a nivel internacional. Ojalá me equivoque, ojalá nos equivoquemos muchos, ya que López-Gatell esta vez tenga la razón. Es un deseo geninuo que Ómicron sea una falsa alarma y que, como dice el subsecretario, ayude más bien a inmunizar a la población.

En otro asunto, decía en líneas anteriores que la pregunta que produjo risas, murmullos y respuestas coincidentes de los tres dirigentes del Frente Nacional para la Refundación del PRI.

El exdiputado federal José Ramón Martel, del Movimiento Alianza Generacional, fue el primero que respondió a la pregunta sobre el mandón en el PRI, en la rueda de prensa celebrada en el Hotel Casablanca. Dijo: "Lo que se ve podría ser, si yo (AMLO) desde el púlpito cotidiano me atrevo a decir que cuento con los votos de éstos para obsequiarme mi iniciativa (eléctrica), pareciera que está actuando como jefe de un partido de oposición".

Fernando Lerdo de Tejada, líder de plataforma del PRI y exvocero de la Presidencia, abonó. "Si camina como pato, grazna como pato y huele a pato. Una de nuestras preocupaciones es que el partido termine siendo comparsa de Morena".

México es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay y más espantosa en la distribución de fortuna, civilización, cultivo de la tierra y población. (Alexander von Humboldt). Mucho ha cambiado. Y al mismo tiempo poco.

No cabe duda que el aire de nuestros tiempos es la insatisfacción de la amplia mayoría de la población. Las razones y motivos son muy diversos. Los populismos de la derecha o izquierda crecen y se multiplican por el país.

Desde el principio de los tiempos, los gobiernos han servido con mayor o menor eficiencia y para bien o para mal para muchas cosas. Además de ser entes encargados de imponer el orden, de cobrar los impuestos y ejercer la violencia legítima que es aquella que se hace en nombre del Estado, también han tenido las funciones de administrar y ordenar nuestras vidas. Mientras nosotros caminamos otros van creciendo.

Jamás podremos cerrar esa brecha si no aceleramos el paso. Para que existiera la figura de los gobiernos previamente debió de existir la necesidad de un liderazgo que supiera o fuera capaz de saber, guiar o tan siquiera de tener las cosas más o menos bajo control. Desde el inicio hasta nuestros días, el temor ha sido una causa fundamental para el ejercicio del poder.

El problema es que el temor o esa parte del poder tiene una ley que no se puede vulnerar: los gobiernos respiran el temor y son quienes deben buscar erradicarlo, no quienes lo producen. Sin embargo, hoy, frente a unos ataques de ansiedad y de pánico que no saben cómo administrar ni mucho menos contrarrestar, los gobiernos ni siquiera han sabido cómo transmitir el más mínimo sentido de tranquilidad y estabilidad a sus pueblos.

En su momento Albert Einstein dijo: "Hay dos cosas infinitas: la estupidez humana y el universo. Y el universo no estoy seguro".

Hoy, visto lo visto, esta teoría no podría estar más en lo cierto, ya que si algo es verdad es que después de tantos años de existencia, los seres humanos no hemos sido capaces de demostrar lo contrario.

Por eso no es de asombrarse que, una vez más, con esa cortedad de miras, insolidaridad y falta de inteligencia por parte de los humanos, fuéramos tan ingenuos como para pensar que vacunándonos, haciendo cocteles de vacunas, poniéndonos las mascarillas y encerrándonos allí donde el hombre blanco pisa, bastaría para estar a salvo.

¿Cómo es posible que dentro de todo el universo blanco o amarillo nadie cayera en la cuenta de que sí teníamos mil 500 millones de personas de color sin vacunar más pronto que tarde el pelígro llegaría en forma de Ómicron?

Mientras escribo esta columna nadie sabe exactamente el verdadero alcance que tendrá esta nueva variante. Lo que también sabemos es que esta variante ha despertado y reavivado el miedo en nuestro mundo.

Personalmente son de los que creen que este siglo 21 supuestamente es el que estaba llamado al ser el siglo del conocimiento, está siendo el siglo más ignorante de la historia reciente de la humanidad. Tenemos información, sin embargo, no tenemos ni educación ni cultura. Sabemos muchas cosas, pero no sabemos qué hacer con lo que sabemos.

Ver el espectáculo de cómo los gobiernos huyen despavoridos sin saber qué hacer en una situación inédita y que perdura en la memoria de la humanidad. Mientras muchos gobiernos de Oriente y Occidente viven con ataques de pánico hay otros, como el mexicano, que podrían dar clases universales de entereza o, por lo menos, de aparente inmunidad ante las consecuencias de la pandemia. No se asuste. Lo que tenga que ser será.

Nadie sabe con certeza cuáles serán las implicaciones en México y en el mundo de la aparición de Ómicron, la más reciente variante de preocupación del Covid-19. Están prendidas todas las veladoras para que realmente la nueva variante, pese a ser más contagiosa, no genere más hospitalizaciones ni letalidad.

Ese es uno de los escenarios posibles. Pero no es el único. Sea por Ómicron o por Delta, la cuarta ola está desatada a nivel internacional. Ojalá me equivoque, ojalá nos equivoquemos muchos, ya que López-Gatell esta vez tenga la razón. Es un deseo geninuo que Ómicron sea una falsa alarma y que, como dice el subsecretario, ayude más bien a inmunizar a la población.

En otro asunto, decía en líneas anteriores que la pregunta que produjo risas, murmullos y respuestas coincidentes de los tres dirigentes del Frente Nacional para la Refundación del PRI.

El exdiputado federal José Ramón Martel, del Movimiento Alianza Generacional, fue el primero que respondió a la pregunta sobre el mandón en el PRI, en la rueda de prensa celebrada en el Hotel Casablanca. Dijo: "Lo que se ve podría ser, si yo (AMLO) desde el púlpito cotidiano me atrevo a decir que cuento con los votos de éstos para obsequiarme mi iniciativa (eléctrica), pareciera que está actuando como jefe de un partido de oposición".

Fernando Lerdo de Tejada, líder de plataforma del PRI y exvocero de la Presidencia, abonó. "Si camina como pato, grazna como pato y huele a pato. Una de nuestras preocupaciones es que el partido termine siendo comparsa de Morena".