/ martes 25 de enero de 2022

Ebrard, tragasapos

Después de los últimos sapos que se ha tenido que tragar sin hacer gestos, algunos se preguntan cuánto tiempo más aguantará Marcelo Ebrard como Canciller.

A menos que le constara que sería el heredero principal considerado por el presidente López Obrador en su recién mencionado “testamento político”, se entendería que el dócil aspirante presidencial siga atragantándose con los constantes desatinos de su jefe en materia de política exterior, que han hecho ver terriblemente mal a Ebrard.

El anuncio del presidente de proponer al exgobernador priista de Sinaloa, Quirino Ordaz, como embajador de México en España, “sin contar con el beneplácito, fue contrario al derecho diplomático y resultó en un agravio para México, sobre todo por el bajo prestigio del candidato”, publicó en diciembre pasado el embajador en retiro Agustín Gutiérrez Canet, tío de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador.

Dos semanas después, el 10 de enero, el mandatario anunció en su conferencia de prensa matutina que sí enviaría un representante de México a la toma de posesión del reelecto presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, desmintiendo el comunicado que la noche anterior había emitido la Cancillería anunciando lo contrario.

El pasado lunes 17, Ebrard informó oficialmente de 16 designaciones realizadas por el Presidente para Representaciones de México en el Exterior, entre ellas, la de Pedro Salmerón, un polémico historiador muy cercano a Gutiérrez Müller, propuesto para la Embajada en Panamá.

Señalado por acosar sexualmente a sus alumnas, en México y en el país centroamericano se desató una fuerte campaña mediática en contra de Salmerón por parte de agrupaciones civiles y feministas que advirtieron que “un acosador no debe ser Embajador”. Sin embargo, tanto López Obrador como la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que también aspira a sucederlo, han defendido este nombramiento, exigiendo que quienes acusan al historiador deben interponer las denuncias penales correspondientes.

Ayer, entrevistada al respecto, la canciller panameña Erika Mouynes evitó dar detalles y sólo se limitó a decir que “la Cancillería mexicana está al tanto desde el momento en que fuimos notificados de esta designación” y que ya le manifestaron su posición “por los canales diplomáticos que corresponden”. Gutiérrez Canet refiere que el beneplácito es un requisito indispensable para que una persona pueda ser aceptada como embajador de un país en otro. Cita que el Artículo 4 de la Convención de Viena de Relaciones Diplomáticas, que para México entró en vigor en 1965, establece no sólo que “el Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el asentimiento de ese Estado”, sino que además “el Estado receptor no está obligado a expresar al Estado acreditante los motivos de su negativa a otorgar el asentimiento”.

“En la historia reciente de la diplomacia mexicana no se recuerda que un Estado extranjero haya negado el beneplácito a nuestro país. Parte del problema es que la Secretaría de Relaciones Exteriores está en manos de un político sin experiencia diplomática”, criticó el tío de Gutiérrez Müller.

Después de los últimos sapos que se ha tenido que tragar sin hacer gestos, algunos se preguntan cuánto tiempo más aguantará Marcelo Ebrard como Canciller.

A menos que le constara que sería el heredero principal considerado por el presidente López Obrador en su recién mencionado “testamento político”, se entendería que el dócil aspirante presidencial siga atragantándose con los constantes desatinos de su jefe en materia de política exterior, que han hecho ver terriblemente mal a Ebrard.

El anuncio del presidente de proponer al exgobernador priista de Sinaloa, Quirino Ordaz, como embajador de México en España, “sin contar con el beneplácito, fue contrario al derecho diplomático y resultó en un agravio para México, sobre todo por el bajo prestigio del candidato”, publicó en diciembre pasado el embajador en retiro Agustín Gutiérrez Canet, tío de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador.

Dos semanas después, el 10 de enero, el mandatario anunció en su conferencia de prensa matutina que sí enviaría un representante de México a la toma de posesión del reelecto presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, desmintiendo el comunicado que la noche anterior había emitido la Cancillería anunciando lo contrario.

El pasado lunes 17, Ebrard informó oficialmente de 16 designaciones realizadas por el Presidente para Representaciones de México en el Exterior, entre ellas, la de Pedro Salmerón, un polémico historiador muy cercano a Gutiérrez Müller, propuesto para la Embajada en Panamá.

Señalado por acosar sexualmente a sus alumnas, en México y en el país centroamericano se desató una fuerte campaña mediática en contra de Salmerón por parte de agrupaciones civiles y feministas que advirtieron que “un acosador no debe ser Embajador”. Sin embargo, tanto López Obrador como la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que también aspira a sucederlo, han defendido este nombramiento, exigiendo que quienes acusan al historiador deben interponer las denuncias penales correspondientes.

Ayer, entrevistada al respecto, la canciller panameña Erika Mouynes evitó dar detalles y sólo se limitó a decir que “la Cancillería mexicana está al tanto desde el momento en que fuimos notificados de esta designación” y que ya le manifestaron su posición “por los canales diplomáticos que corresponden”. Gutiérrez Canet refiere que el beneplácito es un requisito indispensable para que una persona pueda ser aceptada como embajador de un país en otro. Cita que el Artículo 4 de la Convención de Viena de Relaciones Diplomáticas, que para México entró en vigor en 1965, establece no sólo que “el Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el asentimiento de ese Estado”, sino que además “el Estado receptor no está obligado a expresar al Estado acreditante los motivos de su negativa a otorgar el asentimiento”.

“En la historia reciente de la diplomacia mexicana no se recuerda que un Estado extranjero haya negado el beneplácito a nuestro país. Parte del problema es que la Secretaría de Relaciones Exteriores está en manos de un político sin experiencia diplomática”, criticó el tío de Gutiérrez Müller.

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