/ viernes 16 de noviembre de 2018

Economía, mercado y política

López Obrador anuncia una Cuarta Transformación que incluye reformas administrativas, política y legales, que inevitablemente tendrán que chocar con los intereses de los dueños del dinero y por ende, dueños del poder. Esta clase dominante no les preocupa andar metidos en pleitos por el poder político, de hecho deciden de antemano quien les va administrar y defender sus interés, es decir, ya desde antes de las elecciones formales en la que les dan a los ciudadanos la oportunidad (única) “de elegir a sus gobernantes”, ha sido mera formalidad aún en contra de sus propias leyes que violan descaradamente; así fue en 1988 con Salinas, en 2006 con Calderón y en 2012 con Peña Nieto.

Esto llegó a su fin el pasado primero de julio cuando la votación aplastante –mas de 30 millones de votos– a favor de López Obrador les cambio la jugada. Cumplir con el programa de la Cuarta Transformación se necesita mucho dinero, y los dueños de de la mitad de la riqueza en este país, que es el uno por ciento, sienten que sus incalculables ganancias se verán afectadas. La causa de la pobreza en nuestro país, la corrupción y la inseguridad, y que nuestro país sea el que más mano de obra exporta y que a los trabajadores les paguen salarios de hambre, sin vacaciones ni seguro social todo esto se explica cuando sabemos que las 400 grandes empresas que operan en nuestro país, obtienen una ganancia de 5 billones al año, que corresponde a la mitad de Producto Interno bruto. Estas mismas grandes corporaciones pagan de impuestos al fisco 1.7 por ciento; cuando los trabajadores, los pequeños empresarios y los profesionistas pagan hasta un 30 por ciento.

Los bancos que operan aquí, la mayoría extranjeros y que controla la mayor parte del mercado, los servicios financiero que proporcionan (las comisiones) son mas caros que en su país de origen. Dichos costos son un impuesto extra para los usuarios de la banca, “un saqueo de divisas y una fuga de utilidades para el conjunto de la economía mexicana”, permitido por el gobierno. Y cuando sus ganancias disminuyen o se ven en peligro por mala administración y corrupción, cuentan con el apoyo del gobierno, tal y como sucedió en el sexenio de Ernesto Zedillo que implementó el llamado rescate bancario (Fobaproa) a cargo de la sociedad, el cual seguimos pagando. Confirmando lo que ya se sabía: las ganancias son privadas y las pérdidas son públicas.

Muchos no han entendido el alcance y la importancia de los objetivos de esta Cuarta Transformación del nuevo gobierno. Debemos ser conscientes de que no es tarea de un hombre solo, ni de su abigarrado equipo, ni de su partido que se ha formado principalmente para la contienda electoral; requiere de la comprensión y el apoyo masivo de la población a la se pretende beneficiar. Tener claro quienes son los causantes de la situación que vivimos. Que no nos vendan el cuento de que la economía debe ser prioritaria a la política; no, la economía capitalista se rige por el mercado, no por la necesidad de la población: “Produzco lo que el mercado me exige”, dice el empresario. La política debe regirse por la necesidad, o al menos en armonía con la economía o regulador de esta. En un sistema capitalista de predominio de capital trasnacional, rige su política al ritmo que le marca el mercado mundial. Un capitalismo dependiente del capital financiero se somete a las condiciones que le impone el capital financiero mundial cuando requiere de prestamos le impone que aplique medidas de “austeridad”, recortando los presupuestos sobre todo, para la sanidad y la educación, aumentar los años de jubilación, topes salariales, etc. Romper ese cordón umbilical, ganar el mercado interno y competir en el mundial requiere el desarrollo de un capitalismo nacional, así deberían entender el sentido del programa del nuevo gobierno.




López Obrador anuncia una Cuarta Transformación que incluye reformas administrativas, política y legales, que inevitablemente tendrán que chocar con los intereses de los dueños del dinero y por ende, dueños del poder. Esta clase dominante no les preocupa andar metidos en pleitos por el poder político, de hecho deciden de antemano quien les va administrar y defender sus interés, es decir, ya desde antes de las elecciones formales en la que les dan a los ciudadanos la oportunidad (única) “de elegir a sus gobernantes”, ha sido mera formalidad aún en contra de sus propias leyes que violan descaradamente; así fue en 1988 con Salinas, en 2006 con Calderón y en 2012 con Peña Nieto.

Esto llegó a su fin el pasado primero de julio cuando la votación aplastante –mas de 30 millones de votos– a favor de López Obrador les cambio la jugada. Cumplir con el programa de la Cuarta Transformación se necesita mucho dinero, y los dueños de de la mitad de la riqueza en este país, que es el uno por ciento, sienten que sus incalculables ganancias se verán afectadas. La causa de la pobreza en nuestro país, la corrupción y la inseguridad, y que nuestro país sea el que más mano de obra exporta y que a los trabajadores les paguen salarios de hambre, sin vacaciones ni seguro social todo esto se explica cuando sabemos que las 400 grandes empresas que operan en nuestro país, obtienen una ganancia de 5 billones al año, que corresponde a la mitad de Producto Interno bruto. Estas mismas grandes corporaciones pagan de impuestos al fisco 1.7 por ciento; cuando los trabajadores, los pequeños empresarios y los profesionistas pagan hasta un 30 por ciento.

Los bancos que operan aquí, la mayoría extranjeros y que controla la mayor parte del mercado, los servicios financiero que proporcionan (las comisiones) son mas caros que en su país de origen. Dichos costos son un impuesto extra para los usuarios de la banca, “un saqueo de divisas y una fuga de utilidades para el conjunto de la economía mexicana”, permitido por el gobierno. Y cuando sus ganancias disminuyen o se ven en peligro por mala administración y corrupción, cuentan con el apoyo del gobierno, tal y como sucedió en el sexenio de Ernesto Zedillo que implementó el llamado rescate bancario (Fobaproa) a cargo de la sociedad, el cual seguimos pagando. Confirmando lo que ya se sabía: las ganancias son privadas y las pérdidas son públicas.

Muchos no han entendido el alcance y la importancia de los objetivos de esta Cuarta Transformación del nuevo gobierno. Debemos ser conscientes de que no es tarea de un hombre solo, ni de su abigarrado equipo, ni de su partido que se ha formado principalmente para la contienda electoral; requiere de la comprensión y el apoyo masivo de la población a la se pretende beneficiar. Tener claro quienes son los causantes de la situación que vivimos. Que no nos vendan el cuento de que la economía debe ser prioritaria a la política; no, la economía capitalista se rige por el mercado, no por la necesidad de la población: “Produzco lo que el mercado me exige”, dice el empresario. La política debe regirse por la necesidad, o al menos en armonía con la economía o regulador de esta. En un sistema capitalista de predominio de capital trasnacional, rige su política al ritmo que le marca el mercado mundial. Un capitalismo dependiente del capital financiero se somete a las condiciones que le impone el capital financiero mundial cuando requiere de prestamos le impone que aplique medidas de “austeridad”, recortando los presupuestos sobre todo, para la sanidad y la educación, aumentar los años de jubilación, topes salariales, etc. Romper ese cordón umbilical, ganar el mercado interno y competir en el mundial requiere el desarrollo de un capitalismo nacional, así deberían entender el sentido del programa del nuevo gobierno.