/ viernes 20 de julio de 2018

Educación vial

Hará cosa de cincuenta años, cuando aún estábamos en servicio, se nos dio la orden de que en un día determinado, semanariamente, le concediéramos permiso a un oficial de tránsito para que se hiciera cargo del grupo, con el fin, de enseñarles las reglas pertinentes para caminar por las calles: respetar las señales o avisos colocados en sitios estratégicos, a leer los semáforos, para cruzar con toda seguridad de una banqueta a la otra de enfrente. Al mismo tiempo que nosotros confirmáramos lo que de manera empírica nos habían enseñado nuestros padres y si no era así, lo aprendiéramos para estar en condiciones de enseñarlo a nuestros hijos o fuésemos capaces de aclarar alguna duda de nuestros alumnos dentro de las clases de educación cívica.

Dado que no existe, o al menos nosotros no la conocemos ninguna publicación al respecto, sería conveniente que algo similar se implantara en todas las escuelas, con el propósito de solventar la ignorancia de padres y maestros; aunque, en honor a la verdad, esto no debería ser así, porque tanto padres y maestros en la actualidad, debieron ser escolares en aquella época y el porcentaje de quien no lo era, es poco; o, “Como el burrito que tocó la flauta”, tal como lo hicimos nosotros, en su momento, hechas mano de las reglas de urbanidad , de las cuales hay muchos textos, algunos intitulados, simple y llanamente: “ Reglas de urbanidad”, Especialmente las que nos enseñan a caminar en las calles.

Ustedes perdonarán sí algo de lo que diremos a continuación les parece repetido; mas, da la casualidad que fue, lo que utilizamos para dar a conocer lo que nosotros pensábamos de la cortesía.

Normalmente comenzábamos la clase por hacerles ver a nuestros alumnos que sin ser automóviles deberíamos caminar por la derecha y sólo cuando nos encontráramos una dama, un anciano o un discapacitado lo hiciéramos por la orilla de la banqueta; de ahí, que fuera preferible caminar por la banqueta del lado izquierdo, de acuerdo con la dirección en que fuéramos de tal manera que nuestra derecha sería la orilla, con la finalidad de dejar la izquierda para quien viniera en sentido contrario.

Es necesario decir, que por nuestra edad en lugar de conceder el paso, deberíamos aceptar lo contrario. Situación que se nos dificulta por la costumbre que desde niños hemos hecho de ceder el paso.

Siempre y cuando trabajábamos más, nos ha llamado que los señores de la coordinadora de la educación siempre estaban en contra de las disposiciones de la Secretaría de Educación Pública; hoy estamos en condiciones de afirmar que esto es así porque no son maestros ni cosa que lo parezca y no les conviene todo lo que ponga en peligro su modus vivendi, que pone en peligro la educación de los pequeños que viven en las zonas que abarca su influencia. De ahí su rechazo a la reforma educativa que se les ofreció derogar. Ofrecimiento que los buenos maestros no deberían aceptar en bien de su labor. ¡SALUD!




Hará cosa de cincuenta años, cuando aún estábamos en servicio, se nos dio la orden de que en un día determinado, semanariamente, le concediéramos permiso a un oficial de tránsito para que se hiciera cargo del grupo, con el fin, de enseñarles las reglas pertinentes para caminar por las calles: respetar las señales o avisos colocados en sitios estratégicos, a leer los semáforos, para cruzar con toda seguridad de una banqueta a la otra de enfrente. Al mismo tiempo que nosotros confirmáramos lo que de manera empírica nos habían enseñado nuestros padres y si no era así, lo aprendiéramos para estar en condiciones de enseñarlo a nuestros hijos o fuésemos capaces de aclarar alguna duda de nuestros alumnos dentro de las clases de educación cívica.

Dado que no existe, o al menos nosotros no la conocemos ninguna publicación al respecto, sería conveniente que algo similar se implantara en todas las escuelas, con el propósito de solventar la ignorancia de padres y maestros; aunque, en honor a la verdad, esto no debería ser así, porque tanto padres y maestros en la actualidad, debieron ser escolares en aquella época y el porcentaje de quien no lo era, es poco; o, “Como el burrito que tocó la flauta”, tal como lo hicimos nosotros, en su momento, hechas mano de las reglas de urbanidad , de las cuales hay muchos textos, algunos intitulados, simple y llanamente: “ Reglas de urbanidad”, Especialmente las que nos enseñan a caminar en las calles.

Ustedes perdonarán sí algo de lo que diremos a continuación les parece repetido; mas, da la casualidad que fue, lo que utilizamos para dar a conocer lo que nosotros pensábamos de la cortesía.

Normalmente comenzábamos la clase por hacerles ver a nuestros alumnos que sin ser automóviles deberíamos caminar por la derecha y sólo cuando nos encontráramos una dama, un anciano o un discapacitado lo hiciéramos por la orilla de la banqueta; de ahí, que fuera preferible caminar por la banqueta del lado izquierdo, de acuerdo con la dirección en que fuéramos de tal manera que nuestra derecha sería la orilla, con la finalidad de dejar la izquierda para quien viniera en sentido contrario.

Es necesario decir, que por nuestra edad en lugar de conceder el paso, deberíamos aceptar lo contrario. Situación que se nos dificulta por la costumbre que desde niños hemos hecho de ceder el paso.

Siempre y cuando trabajábamos más, nos ha llamado que los señores de la coordinadora de la educación siempre estaban en contra de las disposiciones de la Secretaría de Educación Pública; hoy estamos en condiciones de afirmar que esto es así porque no son maestros ni cosa que lo parezca y no les conviene todo lo que ponga en peligro su modus vivendi, que pone en peligro la educación de los pequeños que viven en las zonas que abarca su influencia. De ahí su rechazo a la reforma educativa que se les ofreció derogar. Ofrecimiento que los buenos maestros no deberían aceptar en bien de su labor. ¡SALUD!