/ viernes 12 de febrero de 2021

El amor como profecía

En el mundo hay mucho dolor. Miremos por donde miremos hay un dolor punzante que lastima terriblemente la vida de todos, ya sea por nuestras enfermedades, por nuestros miedos, por la situación económica o por la inseguridad que llena de sangre todos lados.

Tanto eso, como todo lo demás, configura la prueba más clara de una urgencia tremenda que tiene el mundo en toda su extensión. ¡El amor nos apremia, nos urge!

La necesidad del amor es seria e impostergable, y por ventura, todos tenemos urgencia de ella. Por el amor hemos nacido y para el amor vivimos. Siendo realistas, toda esta situación que se vive por todos lados solo podrá ser sanada profundamente y hasta la raíz con el amor. No hay otra cosa que pueda salvar al mundo especialmente en estos momentos tan dolorosos que el amor. De ahí la importancia impostergable que tiene revisar nuestra vida, con sus carencias y fortunas, con su amor y desamor, para poder contribuir a la construcción de un ambiente sano. El amor es una profecía de esperanza para este mundo roto y herido.

Hay distintas formas de amar que nos permiten crecer como personas y madurar profundamente. Para esto es necesario descubrir nuestra historia de amor, las formas en las que hemos sido amados y las maneras en las que hemos necesitado que nos amen. Es importante detenerse por los pasillos de nuestra vida y permitir que fluyan nuestras necesidades, nuestra historia. Una vez que descubrimos que nosotros podemos amarnos como necesitamos y que nos reconciliamos con nosotros mismos, de inmediato estamos en ocasión de ser emisarios del amor. Mensajeros de la vida con todos cuantos nos relacionamos.

Los encuentros sanan o enferman, de ahí la importancia crucial de vivir en la sinfonía del amor para que esa salud en la que nosotros estamos vibrando, podamos difundirla alrededor y con los nuestros. El amor sana, integra, une. Las heridas que hacen sufrir al hombre moderno se verán integradas con experiencias sanas y estables del amor, que siempre tiene nobles expresiones.

Estamos en un mundo que nos llama a la amistad, frente a tanta segregación y ánimos de venganza, la amistad es la oportunidad perfecta de establecer vínculos que nos lleven a la paz, que nos permitan transitar las sendas del amor desinteresado. Del amor que mira por el bien de los demás. Del amor que se traduce en vida. En esta sociedad del espectáculo y de lo efímero, el amor nos lleva a la verdad, a la vida, a lo profundo. Solo él nos lleva a la verdad.

En el mundo hay mucho dolor. Miremos por donde miremos hay un dolor punzante que lastima terriblemente la vida de todos, ya sea por nuestras enfermedades, por nuestros miedos, por la situación económica o por la inseguridad que llena de sangre todos lados.

Tanto eso, como todo lo demás, configura la prueba más clara de una urgencia tremenda que tiene el mundo en toda su extensión. ¡El amor nos apremia, nos urge!

La necesidad del amor es seria e impostergable, y por ventura, todos tenemos urgencia de ella. Por el amor hemos nacido y para el amor vivimos. Siendo realistas, toda esta situación que se vive por todos lados solo podrá ser sanada profundamente y hasta la raíz con el amor. No hay otra cosa que pueda salvar al mundo especialmente en estos momentos tan dolorosos que el amor. De ahí la importancia impostergable que tiene revisar nuestra vida, con sus carencias y fortunas, con su amor y desamor, para poder contribuir a la construcción de un ambiente sano. El amor es una profecía de esperanza para este mundo roto y herido.

Hay distintas formas de amar que nos permiten crecer como personas y madurar profundamente. Para esto es necesario descubrir nuestra historia de amor, las formas en las que hemos sido amados y las maneras en las que hemos necesitado que nos amen. Es importante detenerse por los pasillos de nuestra vida y permitir que fluyan nuestras necesidades, nuestra historia. Una vez que descubrimos que nosotros podemos amarnos como necesitamos y que nos reconciliamos con nosotros mismos, de inmediato estamos en ocasión de ser emisarios del amor. Mensajeros de la vida con todos cuantos nos relacionamos.

Los encuentros sanan o enferman, de ahí la importancia crucial de vivir en la sinfonía del amor para que esa salud en la que nosotros estamos vibrando, podamos difundirla alrededor y con los nuestros. El amor sana, integra, une. Las heridas que hacen sufrir al hombre moderno se verán integradas con experiencias sanas y estables del amor, que siempre tiene nobles expresiones.

Estamos en un mundo que nos llama a la amistad, frente a tanta segregación y ánimos de venganza, la amistad es la oportunidad perfecta de establecer vínculos que nos lleven a la paz, que nos permitan transitar las sendas del amor desinteresado. Del amor que mira por el bien de los demás. Del amor que se traduce en vida. En esta sociedad del espectáculo y de lo efímero, el amor nos lleva a la verdad, a la vida, a lo profundo. Solo él nos lleva a la verdad.