/ miércoles 26 de agosto de 2020

El arte de la guerra política y las alianzas

Como lo he comentado en otras ocasiones, todos los gobiernos mienten, pero unos mienten más que otros. O azucaran la verdad. O iluminan las cifras felices y tratan de ocultar las infelices. Nada de eso es nuevo. Por ello, para iluminar al ciudadano y darle acceso a la verdad está, en primer lugar, el periodismo y los/las periodistas, más recientemente las instituciones responsables de la transparencia y el acceso a la información, como el INAI, las organizaciones de la sociedad civil comprometidas con la verdad y los estudiosos y académicos.

La “verdad” no es algún ente abstracto. Difundirla u ocultarla puede significar la desgracia para miles, incluso millones.

Un relámpago se me aparece cuando leo a periodistas con fama de serios repetir los boletines del gobierno federal respecto a las medidas tomadas frente a la crisis de salud y económica. Periodistas antes acuciosos que sometían la verdad oficial a la confrontación con diversas fuentes, ahora la toman directamente de las conferencias matutinas sin osar cuestionarla. La verdad no siempre es revolucionaria, supongo que repetirán frente al espejo.

Me refiero específicamente a la afirmación del Presidente de que aproximadamente 70% de los hogares mexicanos reciben algún tipo de ayuda directa del gobierno federal y que, siendo éstos de los estratos más necesitados, no se requiere ninguna iniciativa adicional, ya sea para salvar el empleo formal o para proveer un ingreso de emergencia, un ingreso vital, a los millones que han perdido el empleo o han visto disminuir o incluso desaparecer sus ingresos.

En México hay 32 millones de hogares. El 70% son 22.4 millones de hogares. Si los programas sociales anunciados por el gobierno en 2019 se hubieran cumplido a la perfección, 23 millones de ciudadanos, no necesariamente jefes de familia, recibirían alguna transferencia directa, como lo publicó en Nexos María Amparo Casar.

Pero ya sabemos que la perfección no existe y que varios de estos programas no han logrado sus metas. Por ejemplo, el programa de adultos mayores preveía un universo de 9.75 millones de beneficiarios, pero hasta ahora solo cubre 8.4 millones, o el de jóvenes construyendo que se anunció para 2.4 millones y con dificultad llega al millón.

¿Quién tiene razón, el gobierno federal que tiene interés en que sólo se conozca su mejor cara o los mexicanos a los que pregunta el INEGI? En abril pasado, en la encuesta telefónica sobre Covid-19 y ocupación, levantada por el INEGI, sólo 5% de los encuestados afirmó haber recibido ayuda del gobierno, 22% recibió ayuda de la familia —quizá refiriéndose a las remesas— y 12% de los negocios declaró haber recibido ayuda gubernamental. Pero vamos a pensar que aún es temprano y que habría que esperar a los meses posteriores.

El presidente de México confía en una rápida recuperación. También aquí vale la pena consultar al INEGI. Si la inversión fija bruta se desplomó en mayo y junio a niveles de junio de 1997, no hay cómo confiar en una recuperación sólida y sostenible.

Si eres político y quieres evadir la realidad, haz una ley: prometes mundos mejores, cosechas aplausos y, si nada cambia, ya será culpa de quienes la implementaron. Lo más probable es que nadie te reclame en algunos años.

Ser frívolo significa quedarse en la superficie, aparentar, simular y no hacer las cosas con la seriedad e importancia que merecen.

Como lo he comentado en otras ocasiones, todos los gobiernos mienten, pero unos mienten más que otros. O azucaran la verdad. O iluminan las cifras felices y tratan de ocultar las infelices. Nada de eso es nuevo. Por ello, para iluminar al ciudadano y darle acceso a la verdad está, en primer lugar, el periodismo y los/las periodistas, más recientemente las instituciones responsables de la transparencia y el acceso a la información, como el INAI, las organizaciones de la sociedad civil comprometidas con la verdad y los estudiosos y académicos.

La “verdad” no es algún ente abstracto. Difundirla u ocultarla puede significar la desgracia para miles, incluso millones.

Un relámpago se me aparece cuando leo a periodistas con fama de serios repetir los boletines del gobierno federal respecto a las medidas tomadas frente a la crisis de salud y económica. Periodistas antes acuciosos que sometían la verdad oficial a la confrontación con diversas fuentes, ahora la toman directamente de las conferencias matutinas sin osar cuestionarla. La verdad no siempre es revolucionaria, supongo que repetirán frente al espejo.

Me refiero específicamente a la afirmación del Presidente de que aproximadamente 70% de los hogares mexicanos reciben algún tipo de ayuda directa del gobierno federal y que, siendo éstos de los estratos más necesitados, no se requiere ninguna iniciativa adicional, ya sea para salvar el empleo formal o para proveer un ingreso de emergencia, un ingreso vital, a los millones que han perdido el empleo o han visto disminuir o incluso desaparecer sus ingresos.

En México hay 32 millones de hogares. El 70% son 22.4 millones de hogares. Si los programas sociales anunciados por el gobierno en 2019 se hubieran cumplido a la perfección, 23 millones de ciudadanos, no necesariamente jefes de familia, recibirían alguna transferencia directa, como lo publicó en Nexos María Amparo Casar.

Pero ya sabemos que la perfección no existe y que varios de estos programas no han logrado sus metas. Por ejemplo, el programa de adultos mayores preveía un universo de 9.75 millones de beneficiarios, pero hasta ahora solo cubre 8.4 millones, o el de jóvenes construyendo que se anunció para 2.4 millones y con dificultad llega al millón.

¿Quién tiene razón, el gobierno federal que tiene interés en que sólo se conozca su mejor cara o los mexicanos a los que pregunta el INEGI? En abril pasado, en la encuesta telefónica sobre Covid-19 y ocupación, levantada por el INEGI, sólo 5% de los encuestados afirmó haber recibido ayuda del gobierno, 22% recibió ayuda de la familia —quizá refiriéndose a las remesas— y 12% de los negocios declaró haber recibido ayuda gubernamental. Pero vamos a pensar que aún es temprano y que habría que esperar a los meses posteriores.

El presidente de México confía en una rápida recuperación. También aquí vale la pena consultar al INEGI. Si la inversión fija bruta se desplomó en mayo y junio a niveles de junio de 1997, no hay cómo confiar en una recuperación sólida y sostenible.

Si eres político y quieres evadir la realidad, haz una ley: prometes mundos mejores, cosechas aplausos y, si nada cambia, ya será culpa de quienes la implementaron. Lo más probable es que nadie te reclame en algunos años.

Ser frívolo significa quedarse en la superficie, aparentar, simular y no hacer las cosas con la seriedad e importancia que merecen.