/ miércoles 2 de septiembre de 2020

El “cambio verdadero” se volvió un “verdadero fiasco”

En el segundo informe presidencial que rindió AMLO estuvieron ausentes el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), el fiscal General de la República (FGR) y otras personalidades del mundo de la política, los negocios, las letras y las artes, e igualmente la solemnidad que acompaña a la obligación de difundir el estado que guarda la administración pública del país.

Lo que antes fue identificado cada día primero de septiembre como “el día del Presidente”, hoy el propio titular del Ejecutivo federal se encargó de borrar de un plumazo relegándolo a último lugar, puesto que para el pueblo lo más importante hubiera sido que se cumpliera, cuando menos, con una de las promesas de López Obrador de erradicar la corrupción y “purificar la vida pública de México”.

Nada de lo prometido en tal sentido, como tampoco en cuanto a enfrentar con actitud republicana para corregir el rumbo del combate al coronavirus, que aunque lo niegue el Ejecutivo federal, sí se trata de un asunto político y de salud pública, que mantiene empantanada la economía nacional. La única salida es el desarrollo y aplicación de la vacuna contra el Covid-19, en forma masiva; lo demás es demagogia y descrédito gubernamental.

En un semestre del segundo año de gobierno del presente informe se derrumbó la aspiración de quienes confiaron en la elección de 2018 para entregar el gobierno de la República a la 4T, que nadie conoce porque no existe, debido al gobierno de ocurrencias que solo ha producido frustración y desencanto, en vez de la “transformación” anunciada.

El cierre masivo de negocios y de todas las actividades económicas que han eliminado de su nómina a un millón y medio de mexicanos, así como el luto de más de 63 mil hogares por la muerte de igual número de mexicanos, debieron ser reconocidos como errores de este gobierno y pedir perdón a los damnificados y sus deudos, por la ineficacia de los encargados del manejo económico y la protección de la salud.

Pretender la omisión de estos temas delicados en el informe presidencial resulta un insulto a la inteligencia de los mexicanos, que seguramente no volverán a confiar en quien les prometió que de llevarlo a Palacio Nacional haría una realidad la esperanza del “cambio verdadero”, que ha resultado ser un verdadero fiasco.

En el segundo informe presidencial que rindió AMLO estuvieron ausentes el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), el fiscal General de la República (FGR) y otras personalidades del mundo de la política, los negocios, las letras y las artes, e igualmente la solemnidad que acompaña a la obligación de difundir el estado que guarda la administración pública del país.

Lo que antes fue identificado cada día primero de septiembre como “el día del Presidente”, hoy el propio titular del Ejecutivo federal se encargó de borrar de un plumazo relegándolo a último lugar, puesto que para el pueblo lo más importante hubiera sido que se cumpliera, cuando menos, con una de las promesas de López Obrador de erradicar la corrupción y “purificar la vida pública de México”.

Nada de lo prometido en tal sentido, como tampoco en cuanto a enfrentar con actitud republicana para corregir el rumbo del combate al coronavirus, que aunque lo niegue el Ejecutivo federal, sí se trata de un asunto político y de salud pública, que mantiene empantanada la economía nacional. La única salida es el desarrollo y aplicación de la vacuna contra el Covid-19, en forma masiva; lo demás es demagogia y descrédito gubernamental.

En un semestre del segundo año de gobierno del presente informe se derrumbó la aspiración de quienes confiaron en la elección de 2018 para entregar el gobierno de la República a la 4T, que nadie conoce porque no existe, debido al gobierno de ocurrencias que solo ha producido frustración y desencanto, en vez de la “transformación” anunciada.

El cierre masivo de negocios y de todas las actividades económicas que han eliminado de su nómina a un millón y medio de mexicanos, así como el luto de más de 63 mil hogares por la muerte de igual número de mexicanos, debieron ser reconocidos como errores de este gobierno y pedir perdón a los damnificados y sus deudos, por la ineficacia de los encargados del manejo económico y la protección de la salud.

Pretender la omisión de estos temas delicados en el informe presidencial resulta un insulto a la inteligencia de los mexicanos, que seguramente no volverán a confiar en quien les prometió que de llevarlo a Palacio Nacional haría una realidad la esperanza del “cambio verdadero”, que ha resultado ser un verdadero fiasco.