/ sábado 26 de junio de 2021

El cuidado de la salud

Dios ha creado todo cuanto existe sano y para la salud. Incluso, el ministerio de Jesús se caracteriza por estar a favor de la salud. Así, lo vemos estableciendo relaciones con todo tipo de enfermos: niños y ancianos, hombres y mujeres, extranjeros y ciudadanos, enfermos de cualquier estrato social, hijos, suegras, amigos. Enfermos que le piden ser sanados y otros que reciben la sanación por petición de los familiares o amigos.

Lo vemos curando en la casa de sus amigos, en la calle, en cualquier ciudad y a cualquier hora del día. ¡Incluso en sábado! Cura teniendo a los enfermos enfrente o incluso a la distancia, sin ver al enfermo en cuestión. Cura a los que sabe que volverán para agradecer y también a los que sabe que ya no volverán. Con gestos diversos como una palabra, una oración, tocando, mandándolos a lavarse en la piscina. ¡Incluso mojando con su propia saliva! Muchos quedan curados ahí, junto a Él, y otros son sanados en el camino. Curaciones que fueron del dominio popular y otras que se hicieron en silencio, sin que nadie supiera. Jesús se acercó a todo tipo de males que aquejaban a las personas, y se hizo samaritano abrazando incluso a quienes debía mantenerse a la distancia, para cumplir la norma o para no contaminarse quedando impuro.

Jesús no desarrolló nunca un discurso sobre la salud. Tampoco empleó las técnicas propias de los médicos, no estuvo ligado a ningún santuario o estructura sanitaria, simplemente genera salud allí donde se encuentra, es un sanador que ofrece la salvación de Dios. Sin embargo, la salud que Él promueve hay que entenderla dentro del contexto global del Reino. Así pues, los milagros de curación son los signos más evidentes de que el reino está llegando. Jesús como el sanador, muestra la manera en la que actúa Dios, la fuerza sanadora de Jesús la irradia toda su persona y todo su actuar.

En la vida de Jesús se cruzan dos mujeres: una adulta que padecía hemorragia desde hacía doce años, y una niña de tan solo doce años, en cama, enferma, muerta. ¡Vaya contraste!, dos mujeres, doce años, enfermas… Por la niña, intercede su padre, él suplica insistente echado a los pies del Señor. La otra se acerca y con sus temores toca queriendo no tocar, por atrás, tan solo la orla del manto. Cuidar la salud consiste en reconocerse enfermo y salir en busca del que puede curar en verdad y tocarlo. Pero, también, cuidar de la salud es interceder por quien está enfermo.

Dios ha creado todo cuanto existe sano y para la salud. Incluso, el ministerio de Jesús se caracteriza por estar a favor de la salud. Así, lo vemos estableciendo relaciones con todo tipo de enfermos: niños y ancianos, hombres y mujeres, extranjeros y ciudadanos, enfermos de cualquier estrato social, hijos, suegras, amigos. Enfermos que le piden ser sanados y otros que reciben la sanación por petición de los familiares o amigos.

Lo vemos curando en la casa de sus amigos, en la calle, en cualquier ciudad y a cualquier hora del día. ¡Incluso en sábado! Cura teniendo a los enfermos enfrente o incluso a la distancia, sin ver al enfermo en cuestión. Cura a los que sabe que volverán para agradecer y también a los que sabe que ya no volverán. Con gestos diversos como una palabra, una oración, tocando, mandándolos a lavarse en la piscina. ¡Incluso mojando con su propia saliva! Muchos quedan curados ahí, junto a Él, y otros son sanados en el camino. Curaciones que fueron del dominio popular y otras que se hicieron en silencio, sin que nadie supiera. Jesús se acercó a todo tipo de males que aquejaban a las personas, y se hizo samaritano abrazando incluso a quienes debía mantenerse a la distancia, para cumplir la norma o para no contaminarse quedando impuro.

Jesús no desarrolló nunca un discurso sobre la salud. Tampoco empleó las técnicas propias de los médicos, no estuvo ligado a ningún santuario o estructura sanitaria, simplemente genera salud allí donde se encuentra, es un sanador que ofrece la salvación de Dios. Sin embargo, la salud que Él promueve hay que entenderla dentro del contexto global del Reino. Así pues, los milagros de curación son los signos más evidentes de que el reino está llegando. Jesús como el sanador, muestra la manera en la que actúa Dios, la fuerza sanadora de Jesús la irradia toda su persona y todo su actuar.

En la vida de Jesús se cruzan dos mujeres: una adulta que padecía hemorragia desde hacía doce años, y una niña de tan solo doce años, en cama, enferma, muerta. ¡Vaya contraste!, dos mujeres, doce años, enfermas… Por la niña, intercede su padre, él suplica insistente echado a los pies del Señor. La otra se acerca y con sus temores toca queriendo no tocar, por atrás, tan solo la orla del manto. Cuidar la salud consiste en reconocerse enfermo y salir en busca del que puede curar en verdad y tocarlo. Pero, también, cuidar de la salud es interceder por quien está enfermo.