/ domingo 11 de julio de 2021

El destape anticipado frustra aspiraciones

De los aspirantes a suceder al presidente López Obrador solo se conoce su identidad por la declaración de AMLO, quien para bien o para mal ha dejado en claro que el candidato de su partido, Morena, tiene que portar desde ahora el sello de la casa.

No puede ser de otra manera, puesto que los orígenes de López Obrador son tricolores y aunque pretenda pasar a la historia como un demócrata, el hecho de cambiar de partido no le dará el suficiente maquillaje para ser recordado como un respetuoso de la voluntad popular, que por mandato constitucional radica en el pueblo y se instituye para su beneficio, eligiendo libremente a quien le gobierne.

En la sucesión del 2018, la izquierda mexicana se mantuvo firme para elegir a quien por tercera vez buscó llegar a Palacio Nacional y ser depositario del Poder Ejecutivo federal, sin considerar siquiera la posibilidad de una contienda interna entre miembros activos del entonces nuevo partido Movimiento de Regeneración Nacional, que le disputara la candidatura correspondiente.

Las circunstancias que se presentarán para la elección del 2024 son diferentes radicalmente, puesto que el presidente Andrés Manuel ha descubierto los nombres y apellidos de seis de sus colaboradores, a los que más aprecia y les tiene confianza, faltando cuatro meses para terminar la primera mitad de su sexenio.

Los efectos inmediatos, causados por el destape presidencial anticipado, podrían verse desde dos ópticas. La primera, que conocido el sucesor del mandamás, el poder y credibilidad de éste pierden fuerza; segundo, la estampida de quienes están fuera de la nomina presidencial se sumará a otro precandidato para forzar al presidente a cambiar de opinión. Todo lo anterior se dará sin considerar las otras rutas para llegar al poder que presentarán los partidos de oposición.

En la sucesión del 2018, la izquierda mexicana se mantuvo firme para elegir a quien por tercera vez buscó llegar a Palacio Nacional.

De los aspirantes a suceder al presidente López Obrador solo se conoce su identidad por la declaración de AMLO, quien para bien o para mal ha dejado en claro que el candidato de su partido, Morena, tiene que portar desde ahora el sello de la casa.

No puede ser de otra manera, puesto que los orígenes de López Obrador son tricolores y aunque pretenda pasar a la historia como un demócrata, el hecho de cambiar de partido no le dará el suficiente maquillaje para ser recordado como un respetuoso de la voluntad popular, que por mandato constitucional radica en el pueblo y se instituye para su beneficio, eligiendo libremente a quien le gobierne.

En la sucesión del 2018, la izquierda mexicana se mantuvo firme para elegir a quien por tercera vez buscó llegar a Palacio Nacional y ser depositario del Poder Ejecutivo federal, sin considerar siquiera la posibilidad de una contienda interna entre miembros activos del entonces nuevo partido Movimiento de Regeneración Nacional, que le disputara la candidatura correspondiente.

Las circunstancias que se presentarán para la elección del 2024 son diferentes radicalmente, puesto que el presidente Andrés Manuel ha descubierto los nombres y apellidos de seis de sus colaboradores, a los que más aprecia y les tiene confianza, faltando cuatro meses para terminar la primera mitad de su sexenio.

Los efectos inmediatos, causados por el destape presidencial anticipado, podrían verse desde dos ópticas. La primera, que conocido el sucesor del mandamás, el poder y credibilidad de éste pierden fuerza; segundo, la estampida de quienes están fuera de la nomina presidencial se sumará a otro precandidato para forzar al presidente a cambiar de opinión. Todo lo anterior se dará sin considerar las otras rutas para llegar al poder que presentarán los partidos de oposición.

En la sucesión del 2018, la izquierda mexicana se mantuvo firme para elegir a quien por tercera vez buscó llegar a Palacio Nacional.