/ sábado 16 de enero de 2021

El estatismo antípoda del neoliberalismo

El presidente López Obrador, como Epimeteo, cada mañana destapa la caja de Pandora, salen casi todos los males regados por todo el país.

El pasado miércoles reveló el negocio de Calderón y García Luna con empresas particulares, bajo contratos leoninos y sin convocatoria pública, para dar servicio de mantenimiento, uniformes y alimentación a 12 mil reclusos de ocho penales adscriptos al gobierno federal (excepto vigilancia).

Algunas empresas son propiedad de políticos de la onda neoliberal, entre ellos unos cuñados del expresidente Salinas. Ya ve usted cómo es la metamorfosis, entran como funcionarios –servidores públicos, se dicen– y salen convertidos en empresarios o socios millonarios, o de perdido como prestanombres.

Al día siguiente se presentó en la “mañanera” la señora encargada, directora de estos centros de reclusión (no me acuerdo del nombre de la señora, quien también fungió como encargada de los penales de la CdMx). Dio a conocer cifras reveladoras de la corrupción y el saqueo del dinero público entre gobierno y empresarios. Van los números: el costo por recluso en esos penales de cinco estrellas es de 3 mil 800 pesos diarios, en tanto que en la CdMx el costo es de 500 pesos. El gasto anual en los penales de lujo es de 16 mil millones de pesos.

Otra perla de estos que hoy se erigen como salvadores del pueblo, al que traicionaron y esquilmaron, es la desaparición del Estado Mayor Presidencial, ocho mil elementos cuya función consistía en cuidar al Presidente en turno, con un costo a cargo del erario público. De ese tamaño era el miedo al pueblo, de ese tamaño también es la carga podrida de su conciencia.

Tal vez estos sinvergüenzas pensaron en la remota posibilidad de perder el control del gobierno y que les callera encima la justicia, y por ello fueran a ocupar como huéspedes aquellos hoteles de cinco estrellas. Algo parecido al narcotraficante colombiano Pablo Escobar, quien se construyó su propia cárcel.

Estando en esto de los contratos dispendiosos, recordé que en el sexenio de Javier Duarte estacioné mi “vocho” en un lugar prohibido; de regreso, media hora después, ya no estaba mi auto. Fui a Tránsito, pagué la multa correspondiente y me mandaron a un corralón a recogerlo, a donde lo llevó la grúa de una empresa privada; pagué 500 pesos por el arrastre. No estoy dando los costos exactos de hace diez años, pero la diferencia de uno y otro pago es la misma. Creí que eso era historia, pero no, un amigo me acaba de repetir la misma historia. ¿No habrá forma de convencer a los gobiernos que estatice, es decir, que tenga su propio servicio de grúas y cobrara la mitad?; la hacienda pública saldría ganando.

El presidente López Obrador ha declarado que no es estatista, no lo quiere decir o no lo entiende así, que la antípoda de la política neoliberal privatizadora (capitalista) que identifica como depredadora, raíz de la corrupción y generadora de una inmensa mayoría de pobres, en un extremo, y una minoría de ricos, en el otro; la antípoda de esa política –decía- es el estatismo, que es el bien público, la propiedad social.

No hay que temer a que le cuelguen al gobierno la etiqueta de “comunista” –ya lo están haciendo–, se les gastó el populismo. Estatismo es lo que hizo Cárdenas con el petróleo y los ferrocarriles, y López Mateos con la electricidad. Falta mucho para competir con la iniciativa privada, por ejemplo el gato y el problema de los medicamentos se soluciona con que el Estado fabrique sus propios medicamentos, así como tiene sus hospitales y el propósito es brindar toda la atención médica gratuita.


El presidente López Obrador, como Epimeteo, cada mañana destapa la caja de Pandora, salen casi todos los males regados por todo el país.

El pasado miércoles reveló el negocio de Calderón y García Luna con empresas particulares, bajo contratos leoninos y sin convocatoria pública, para dar servicio de mantenimiento, uniformes y alimentación a 12 mil reclusos de ocho penales adscriptos al gobierno federal (excepto vigilancia).

Algunas empresas son propiedad de políticos de la onda neoliberal, entre ellos unos cuñados del expresidente Salinas. Ya ve usted cómo es la metamorfosis, entran como funcionarios –servidores públicos, se dicen– y salen convertidos en empresarios o socios millonarios, o de perdido como prestanombres.

Al día siguiente se presentó en la “mañanera” la señora encargada, directora de estos centros de reclusión (no me acuerdo del nombre de la señora, quien también fungió como encargada de los penales de la CdMx). Dio a conocer cifras reveladoras de la corrupción y el saqueo del dinero público entre gobierno y empresarios. Van los números: el costo por recluso en esos penales de cinco estrellas es de 3 mil 800 pesos diarios, en tanto que en la CdMx el costo es de 500 pesos. El gasto anual en los penales de lujo es de 16 mil millones de pesos.

Otra perla de estos que hoy se erigen como salvadores del pueblo, al que traicionaron y esquilmaron, es la desaparición del Estado Mayor Presidencial, ocho mil elementos cuya función consistía en cuidar al Presidente en turno, con un costo a cargo del erario público. De ese tamaño era el miedo al pueblo, de ese tamaño también es la carga podrida de su conciencia.

Tal vez estos sinvergüenzas pensaron en la remota posibilidad de perder el control del gobierno y que les callera encima la justicia, y por ello fueran a ocupar como huéspedes aquellos hoteles de cinco estrellas. Algo parecido al narcotraficante colombiano Pablo Escobar, quien se construyó su propia cárcel.

Estando en esto de los contratos dispendiosos, recordé que en el sexenio de Javier Duarte estacioné mi “vocho” en un lugar prohibido; de regreso, media hora después, ya no estaba mi auto. Fui a Tránsito, pagué la multa correspondiente y me mandaron a un corralón a recogerlo, a donde lo llevó la grúa de una empresa privada; pagué 500 pesos por el arrastre. No estoy dando los costos exactos de hace diez años, pero la diferencia de uno y otro pago es la misma. Creí que eso era historia, pero no, un amigo me acaba de repetir la misma historia. ¿No habrá forma de convencer a los gobiernos que estatice, es decir, que tenga su propio servicio de grúas y cobrara la mitad?; la hacienda pública saldría ganando.

El presidente López Obrador ha declarado que no es estatista, no lo quiere decir o no lo entiende así, que la antípoda de la política neoliberal privatizadora (capitalista) que identifica como depredadora, raíz de la corrupción y generadora de una inmensa mayoría de pobres, en un extremo, y una minoría de ricos, en el otro; la antípoda de esa política –decía- es el estatismo, que es el bien público, la propiedad social.

No hay que temer a que le cuelguen al gobierno la etiqueta de “comunista” –ya lo están haciendo–, se les gastó el populismo. Estatismo es lo que hizo Cárdenas con el petróleo y los ferrocarriles, y López Mateos con la electricidad. Falta mucho para competir con la iniciativa privada, por ejemplo el gato y el problema de los medicamentos se soluciona con que el Estado fabrique sus propios medicamentos, así como tiene sus hospitales y el propósito es brindar toda la atención médica gratuita.