/ viernes 4 de octubre de 2019

El fracaso del “cinturón de paz” en la CDMX

Mientras los habitantes de la capital del país claman por todos los medios la intervención efectiva de la Guardia Nacional para frenar los feminicidios, homicidios dolosos, secuestros, asaltos a mano armada y robos a domicilios, bandas integradas por deshumanizados criminales y drogadictos actúan sin temor alguno y hasta protegidos por la autoridad, como resulta ser el caso de la Jefa de Gobierno que “aplica mano de hierro a los gobernados” y para los delincuentes “amor y paz”.

Esa política mal entendida de protección a los transgresores de la ley no llevará a la jefa de Gobierno a buen puerto. La señora Sheinbaum, antes de concluir su mandato, recibirá el repudio de los habitantes de la CDMX, pues las críticas por “dejar hacer y dejar pasar” han generado un clima de impunidad en el que la delincuencia se ha enseñoreado, coludida con jueces venales como aquellos a los que se refirió el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, quien se comprometió a vigilar su actuación (sic).

El orden y la obediencia se ganan por un gobernante serio, sin necesidad de ser cruel, pero con la firmeza en su determinación para terminar con la anarquía que hoy prevalece casi en todo el país y principalmente en la ciudad de los Palacios, donde “el cinturón de paz” que inventó la jefa de Gobierno o algún sesudo colaborador para frenar a los anarquistas, resultó un verdadero fracaso.

Hace 500 años escribió Nicolás Maquiavelo en su obra El Príncipe, lo siguiente: “Un gobernante se conoce por la calidad de los hombres (y mujeres) que lo rodean; cuando son competentes y leales, el que gobierna será considerado sabio”. En cambio, cuando no tiene cerca a hombres y mujeres preparados, experimentados, inteligentes, el gobernante va directo al fracaso y el pueblo, que sufre las consecuencias, lo califica como inepto, irresponsable y traidor, por haber engañado a quienes apoyaron e hicieron realidad sus aspiraciones políticas.

Solo falta a la señora Sheinbaum promover reuniones en escuelas, barrios, colonias y municipios capitalinos con las “mamacitas y abuelitas” de los anarquistas y delincuentes para que se porten bien y dejen de dañar con tanta saña a la sociedad civil que no sabe, no puede o no quiere defenderse.

No olvide doña Claudia Sheinbaum que la credencial y el uniforme de policía no someten a los delincuentes; en cambio, el arma reglamentaria de la policía pone a temblar al más desalmado transgresor de la ley.

Mientras los habitantes de la capital del país claman por todos los medios la intervención efectiva de la Guardia Nacional para frenar los feminicidios, homicidios dolosos, secuestros, asaltos a mano armada y robos a domicilios, bandas integradas por deshumanizados criminales y drogadictos actúan sin temor alguno y hasta protegidos por la autoridad, como resulta ser el caso de la Jefa de Gobierno que “aplica mano de hierro a los gobernados” y para los delincuentes “amor y paz”.

Esa política mal entendida de protección a los transgresores de la ley no llevará a la jefa de Gobierno a buen puerto. La señora Sheinbaum, antes de concluir su mandato, recibirá el repudio de los habitantes de la CDMX, pues las críticas por “dejar hacer y dejar pasar” han generado un clima de impunidad en el que la delincuencia se ha enseñoreado, coludida con jueces venales como aquellos a los que se refirió el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, quien se comprometió a vigilar su actuación (sic).

El orden y la obediencia se ganan por un gobernante serio, sin necesidad de ser cruel, pero con la firmeza en su determinación para terminar con la anarquía que hoy prevalece casi en todo el país y principalmente en la ciudad de los Palacios, donde “el cinturón de paz” que inventó la jefa de Gobierno o algún sesudo colaborador para frenar a los anarquistas, resultó un verdadero fracaso.

Hace 500 años escribió Nicolás Maquiavelo en su obra El Príncipe, lo siguiente: “Un gobernante se conoce por la calidad de los hombres (y mujeres) que lo rodean; cuando son competentes y leales, el que gobierna será considerado sabio”. En cambio, cuando no tiene cerca a hombres y mujeres preparados, experimentados, inteligentes, el gobernante va directo al fracaso y el pueblo, que sufre las consecuencias, lo califica como inepto, irresponsable y traidor, por haber engañado a quienes apoyaron e hicieron realidad sus aspiraciones políticas.

Solo falta a la señora Sheinbaum promover reuniones en escuelas, barrios, colonias y municipios capitalinos con las “mamacitas y abuelitas” de los anarquistas y delincuentes para que se porten bien y dejen de dañar con tanta saña a la sociedad civil que no sabe, no puede o no quiere defenderse.

No olvide doña Claudia Sheinbaum que la credencial y el uniforme de policía no someten a los delincuentes; en cambio, el arma reglamentaria de la policía pone a temblar al más desalmado transgresor de la ley.