/ martes 14 de enero de 2020

El hombre austero

Ahora cuando la austeridad republicana está en boca de la mitad del mundo y la otra mitad se recuerda el economista Emilio Barrientos Vivanco, académico en la Universidad Veracruzana y quien acaso estará ya jubilado. Un tiempo presidente municipal de Paso de Ovejas, y en donde para ampliar la economía familiar pusiera un changarrito “y con el tiempo y un ganchito”, un centro comercial.

El maestro en Economía vivía de la siguiente manera:

“Yo, para vivir, solo necesito dos mudas de ropa. Una, de color azul, y otra de color café. Y unos zapatos de color negro y otros café”.

Y así lo aplicaba y era feliz.

Una muda se quitaba y mientras la lavaban se ponía la otra.

Vivía, ha de seguir viviendo, en la más absoluta austeridad, casi casi un monje tibetano, y en todo caso, a tono con la cultura japonesa donde la población vive con los satisfactores básicos para ser feliz, totalmente lejos de los bienes materiales y los placeres superfluos y la gloria vana.

La honesta austeridad como forma de vida alcanzó uno de sus niveles más altos con la vida de don Julio Scherer García.

En el último número del semanario Proceso, sus hijas Ana y María Scherer Ibarra publican unas súper crónicas sobre sus días con sus padres.

Cuentan, por ejemplo, que don Julio repartió su herencia de la siguiente manera:

Los muebles de la sala para uno de los 9 hijos. Los muebles de una recámara, para otro. Los muebles de otra recámara, para otro. Los muebles de otra, para otro. Los muebles de la sala, para otro. Los muebles de la cocina, para otro.

Y así por el estilo.

Una vida cien por ciento honesta, honesta, honesta, y austera, por añadidura.

Su esposa, doña Susana, siempre vivía con la angustia de todas las esposas preguntándose sobre el fin de quincena y sobre el mes siguiente.

Una vez, Carlos Hank González, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, envió a don Julio una camioneta último modelo, bonita, preciosa, de regalo, a su casa.

Y don Julio la rechazó. Uno de los hijos le pidió que se quedaran con ella y el padre la rechazó. Entonces, el hijo pidió que le diera chance de dar una vueltecita con ella en la manzana y don Julio aceptó.

Minutos después llegó el hijo para avisar que había chocado y la camioneta destrozada.

El enviado de Hank González habló al jefe por teléfono y le informó y le pidió que dijera a don Julio que no se preocupara, pues le enviaría otra.

Desde luego, la camioneta fue rechazada… y de ñapa, hasta endrogado habría quedado don Julio.

Desde Palacio Nacional se predica la austeridad, acompañada, desde luego, de “la honestidad valiente” y de la vida casi religiosa para “no mentir, no robar, no matar y no desear a la mujer de tu próximo ni de tu prójimo”.

Se trata del estilo personal de vivir de AMLO en contraste con la vida que llevaran Enrique Peña Nieto y “La Gaviota”, y la vida frívola, por ejemplo, de José López Portillo con que “somos un país rico gracias al petróleo y hemos de aprender a vivir en la abundancia”, y la vida populista de Luis Echeverría Álvarez cuando en la cena del 15 de septiembre en Palacio Nacional, la compañera María Esther Zuno disponía el menú basado en comida regional con horchata y agua de jícama cuando en otros tiempos era festín de carnes y champagne en abundancia.

Ahora cuando la austeridad republicana está en boca de la mitad del mundo y la otra mitad se recuerda el economista Emilio Barrientos Vivanco, académico en la Universidad Veracruzana y quien acaso estará ya jubilado. Un tiempo presidente municipal de Paso de Ovejas, y en donde para ampliar la economía familiar pusiera un changarrito “y con el tiempo y un ganchito”, un centro comercial.

El maestro en Economía vivía de la siguiente manera:

“Yo, para vivir, solo necesito dos mudas de ropa. Una, de color azul, y otra de color café. Y unos zapatos de color negro y otros café”.

Y así lo aplicaba y era feliz.

Una muda se quitaba y mientras la lavaban se ponía la otra.

Vivía, ha de seguir viviendo, en la más absoluta austeridad, casi casi un monje tibetano, y en todo caso, a tono con la cultura japonesa donde la población vive con los satisfactores básicos para ser feliz, totalmente lejos de los bienes materiales y los placeres superfluos y la gloria vana.

La honesta austeridad como forma de vida alcanzó uno de sus niveles más altos con la vida de don Julio Scherer García.

En el último número del semanario Proceso, sus hijas Ana y María Scherer Ibarra publican unas súper crónicas sobre sus días con sus padres.

Cuentan, por ejemplo, que don Julio repartió su herencia de la siguiente manera:

Los muebles de la sala para uno de los 9 hijos. Los muebles de una recámara, para otro. Los muebles de otra recámara, para otro. Los muebles de otra, para otro. Los muebles de la sala, para otro. Los muebles de la cocina, para otro.

Y así por el estilo.

Una vida cien por ciento honesta, honesta, honesta, y austera, por añadidura.

Su esposa, doña Susana, siempre vivía con la angustia de todas las esposas preguntándose sobre el fin de quincena y sobre el mes siguiente.

Una vez, Carlos Hank González, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, envió a don Julio una camioneta último modelo, bonita, preciosa, de regalo, a su casa.

Y don Julio la rechazó. Uno de los hijos le pidió que se quedaran con ella y el padre la rechazó. Entonces, el hijo pidió que le diera chance de dar una vueltecita con ella en la manzana y don Julio aceptó.

Minutos después llegó el hijo para avisar que había chocado y la camioneta destrozada.

El enviado de Hank González habló al jefe por teléfono y le informó y le pidió que dijera a don Julio que no se preocupara, pues le enviaría otra.

Desde luego, la camioneta fue rechazada… y de ñapa, hasta endrogado habría quedado don Julio.

Desde Palacio Nacional se predica la austeridad, acompañada, desde luego, de “la honestidad valiente” y de la vida casi religiosa para “no mentir, no robar, no matar y no desear a la mujer de tu próximo ni de tu prójimo”.

Se trata del estilo personal de vivir de AMLO en contraste con la vida que llevaran Enrique Peña Nieto y “La Gaviota”, y la vida frívola, por ejemplo, de José López Portillo con que “somos un país rico gracias al petróleo y hemos de aprender a vivir en la abundancia”, y la vida populista de Luis Echeverría Álvarez cuando en la cena del 15 de septiembre en Palacio Nacional, la compañera María Esther Zuno disponía el menú basado en comida regional con horchata y agua de jícama cuando en otros tiempos era festín de carnes y champagne en abundancia.

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