/ viernes 22 de abril de 2022

El Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales

Partimos del objetivo de la primera actividad académica "Diálogos Intergeneracionales" que se desarrolló en el marco de los cincuenta años del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, esto es: "conversar acerca de las formas, los recursos y los mecanismos institucionales, políticos y disciplinarios que contribuyeron a la formación y construcción en el tiempo de un espacio dedicado a la investigación en esta Universidad.

Esto en el contexto de la búsqueda de nuevos espacios para el desarrollo de la investigación y para el intercambio entre nuevas corrientes teóricas y metodológicas". A inicio de los años setenta el campo de la investigación apenas abría camino en la Universidad Veracruzana. Ciencias como la química, matemáticas, física, biología, medicina todavía no tenían presencia en el campo de la investigación, con excepción de un incipiente estudio de físico matemáticas que se inició en 1972. Y que no decir de la sociología, psicología, antropología e historia. En estas últimas hubo algunas aportaciones particulares de estudios antropológicos.

Fue a partir de 1971 cuando se creó el Centro de Investigaciones históricas (CEH) que dio inicio esta actividad académica con un grupo de destacados estudiantes de la Facultad de Historia, todos ellos becarios, entre los que destacan José Velasco Toro, Abel Juárez, Héctor Martínez, Laura Lima, Lucina Hernández. A ellos se les integró a un programa de formación de investigadores con una nueva visión sobre la historia que rompía con el esquema de la historia descriptiva de los hechos, lineal, oficialista.

En la fundación de este centro la decidida participación y respaldo del Dr. Rafael Velasco Fernández, rector en ese entonces de la Universidad Veracruzana, fue fundamental por su visión en el campo de la investigación. Mary Cristhen, directora de la Facultad de Filosofía y Letras, también se sumó a esta gestión innovadora. Desde los primeros pasos que dieron para integrar este centro se tuvo como modelo académico al Centro de Estudios Históricos del Colegio de México (Colmex), institución que para los años setenta tenía un alto prestigio en la investigación y la docencia, sobre todo en la formación de investigadores. Su trabajo había consistido en realizar investigaciones originales del más alto nivel académico y contribuir a la difusión, actualización y renovación del pasado mexicano y latinoamericano.

Reconocidos profesores e investigadores como Luis Muro, Luis González y González, Josefina Zoraida Vázquez, Bernardo García, Moisés González Navarro, Enrique Florescano, Daniel Cosío Villegas fueron los primeros ejemplos de historiadores a seguir por los jóvenes becarios, a través de sus trabajos en la Revista Historia Mexicana y otras obras más. Y no solo ellos también fueron considerados otros historiadores, antropólogos, filósofos mexicanos: Miguel León Portilla, Álvaro Matute, Bertha Ulloa, Carlos Herrejón, Álvaro Ochoa, Ignacio Bernal, Eduardo Blanquel, Carlos Pereyra, Luis Villoro, Arnaldo Córdova de la UNAM.

El contacto con el Centro de Estudios Históricos del Colmex permitió a los integrantes del CEH recibir asesoría académica del Dr. Luis González y González, conocer sus trabajos de historia social: "Pueblo en Vilo" e "Invitación a la Microhistoria" y participar de su cercanía intelectual con Silvio Zavala, Daniel Cosio Villegas y las aportaciones del historiador francés Fernand Braudel.

Como sabemos, a lo largo del siglo XX la forma de hacer historia tuvo una transformación imprescindible de la mano de la escuela de los Annales. La nueva escuela impulsada por Marc Bloch y Lucien Febvre priorizó el análisis de las grandes trayectorias económicas sobre el estudio de los efímeros eventos políticos analizados por los historiadores positivistas. Sin embargo la escuela de los Annales fue más allá de lo económico al incorporar elementos propios de la metodología de las ciencias sociales como la geografía, la antropología y la psicología social.

Ahí se sentaron las bases de la historia comparativa y la historia de las mentalidades.

Braudel fue heredero de este nuevo paradigma y buscó que la historia fungiera como síntesis de las otras ciencias humanas mediante la apropiación de su agenda de investigación y algunos aspectos de su metodología. Braudel trató de agrupar a las ciencias sociales en una investigación colectiva liderada por la historia.

Ante este panorama, la preocupación inicial con los becarios del CEH fue abrir un espacio de análisis comparados con realidades y procesos históricos que se habían desarrollado en otras latitudes, principalmente en México y Veracruz, y promover el debate historiográfico en torno a corrientes, temas, obras y autores que habían contribuido -a inicio de la década de los setenta- de manera sustancial a profundizar y ensanchar las fronteras de la investigación histórica.

Como se dijo fue un Centro abierto a la participación, el debate y el conocimiento. En el ámbito de la participación interinstitucional los integrantes coexistieron de manera relevante con Mario Usabiaga y sus becarios, argentino que provenía del Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur, docente e investigador que padeció la cárcel y el exilio por su militancia en su país.

Esta dinámica inicial permitió que los becarios al paso del tiempo empezaran a dar a conocer sus descubrimientos, sus verdades o sus aproximaciones a esas verdades a través de las distintas formas de hacer historia. Sobre todo, cuando la historia se investiga con rigor, con seriedad, con disciplina; con el uso apropiado de las herramientas con las que cuenta el que es historiador para conocer la verdad o, por lo menos, aproximarse a ella. Han pasado 50 años, esa generación que fundó el CEH, hoy Instituto de investigaciones Histórico-Sociales está presente en distintas obras de investigación histórica local, nacional e internacional.

Partimos del objetivo de la primera actividad académica "Diálogos Intergeneracionales" que se desarrolló en el marco de los cincuenta años del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, esto es: "conversar acerca de las formas, los recursos y los mecanismos institucionales, políticos y disciplinarios que contribuyeron a la formación y construcción en el tiempo de un espacio dedicado a la investigación en esta Universidad.

Esto en el contexto de la búsqueda de nuevos espacios para el desarrollo de la investigación y para el intercambio entre nuevas corrientes teóricas y metodológicas". A inicio de los años setenta el campo de la investigación apenas abría camino en la Universidad Veracruzana. Ciencias como la química, matemáticas, física, biología, medicina todavía no tenían presencia en el campo de la investigación, con excepción de un incipiente estudio de físico matemáticas que se inició en 1972. Y que no decir de la sociología, psicología, antropología e historia. En estas últimas hubo algunas aportaciones particulares de estudios antropológicos.

Fue a partir de 1971 cuando se creó el Centro de Investigaciones históricas (CEH) que dio inicio esta actividad académica con un grupo de destacados estudiantes de la Facultad de Historia, todos ellos becarios, entre los que destacan José Velasco Toro, Abel Juárez, Héctor Martínez, Laura Lima, Lucina Hernández. A ellos se les integró a un programa de formación de investigadores con una nueva visión sobre la historia que rompía con el esquema de la historia descriptiva de los hechos, lineal, oficialista.

En la fundación de este centro la decidida participación y respaldo del Dr. Rafael Velasco Fernández, rector en ese entonces de la Universidad Veracruzana, fue fundamental por su visión en el campo de la investigación. Mary Cristhen, directora de la Facultad de Filosofía y Letras, también se sumó a esta gestión innovadora. Desde los primeros pasos que dieron para integrar este centro se tuvo como modelo académico al Centro de Estudios Históricos del Colegio de México (Colmex), institución que para los años setenta tenía un alto prestigio en la investigación y la docencia, sobre todo en la formación de investigadores. Su trabajo había consistido en realizar investigaciones originales del más alto nivel académico y contribuir a la difusión, actualización y renovación del pasado mexicano y latinoamericano.

Reconocidos profesores e investigadores como Luis Muro, Luis González y González, Josefina Zoraida Vázquez, Bernardo García, Moisés González Navarro, Enrique Florescano, Daniel Cosío Villegas fueron los primeros ejemplos de historiadores a seguir por los jóvenes becarios, a través de sus trabajos en la Revista Historia Mexicana y otras obras más. Y no solo ellos también fueron considerados otros historiadores, antropólogos, filósofos mexicanos: Miguel León Portilla, Álvaro Matute, Bertha Ulloa, Carlos Herrejón, Álvaro Ochoa, Ignacio Bernal, Eduardo Blanquel, Carlos Pereyra, Luis Villoro, Arnaldo Córdova de la UNAM.

El contacto con el Centro de Estudios Históricos del Colmex permitió a los integrantes del CEH recibir asesoría académica del Dr. Luis González y González, conocer sus trabajos de historia social: "Pueblo en Vilo" e "Invitación a la Microhistoria" y participar de su cercanía intelectual con Silvio Zavala, Daniel Cosio Villegas y las aportaciones del historiador francés Fernand Braudel.

Como sabemos, a lo largo del siglo XX la forma de hacer historia tuvo una transformación imprescindible de la mano de la escuela de los Annales. La nueva escuela impulsada por Marc Bloch y Lucien Febvre priorizó el análisis de las grandes trayectorias económicas sobre el estudio de los efímeros eventos políticos analizados por los historiadores positivistas. Sin embargo la escuela de los Annales fue más allá de lo económico al incorporar elementos propios de la metodología de las ciencias sociales como la geografía, la antropología y la psicología social.

Ahí se sentaron las bases de la historia comparativa y la historia de las mentalidades.

Braudel fue heredero de este nuevo paradigma y buscó que la historia fungiera como síntesis de las otras ciencias humanas mediante la apropiación de su agenda de investigación y algunos aspectos de su metodología. Braudel trató de agrupar a las ciencias sociales en una investigación colectiva liderada por la historia.

Ante este panorama, la preocupación inicial con los becarios del CEH fue abrir un espacio de análisis comparados con realidades y procesos históricos que se habían desarrollado en otras latitudes, principalmente en México y Veracruz, y promover el debate historiográfico en torno a corrientes, temas, obras y autores que habían contribuido -a inicio de la década de los setenta- de manera sustancial a profundizar y ensanchar las fronteras de la investigación histórica.

Como se dijo fue un Centro abierto a la participación, el debate y el conocimiento. En el ámbito de la participación interinstitucional los integrantes coexistieron de manera relevante con Mario Usabiaga y sus becarios, argentino que provenía del Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur, docente e investigador que padeció la cárcel y el exilio por su militancia en su país.

Esta dinámica inicial permitió que los becarios al paso del tiempo empezaran a dar a conocer sus descubrimientos, sus verdades o sus aproximaciones a esas verdades a través de las distintas formas de hacer historia. Sobre todo, cuando la historia se investiga con rigor, con seriedad, con disciplina; con el uso apropiado de las herramientas con las que cuenta el que es historiador para conocer la verdad o, por lo menos, aproximarse a ella. Han pasado 50 años, esa generación que fundó el CEH, hoy Instituto de investigaciones Histórico-Sociales está presente en distintas obras de investigación histórica local, nacional e internacional.